martes, 31 de agosto de 2010

Las canciones olvidadas

LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(IV: 2010)



Juan Gómez Capuz



LAS CANCIONES OLVIDADAS

La historia de la música pop-rock está repleta de grandes injusticias. Por un lado, la sobrevaloración de canciones y álbumes mediocres, pero que tuvieron detrás una inmensa campaña promocional o llegaron en el momento apropiado. Por otro, brillantísimas canciones que, precisamente por lo mismo, por carecer de una promoción adecuada, por no haber aparecido nunca en single o por ser poco difundidas por las FM, habitan en el olvido de las caras B de oscuros elepés. En este sentido, Brian May se quejaba de que una gran canción, si no era editada en single ni era difundida por las emisoras musicales, no conseguía permanecer en la memoria de las personas, que de otra manera la hubieran asociado a algún momento feliz de sus vidas o al paraíso perdido de la juventud. Tan sólo el favor del público y la tarea divulgadora de programas musicales como Classic Albums ha permitido recuperar del olvido esas grandes canciones que merecieron mejor fama.

Las “canciones olvidadas” son patrimonio de todos los grupos y solistas, incluidos los más grandes. La injusticia no ha hecho distingos entre grupos de primera y grupos de tercera. Por ejemplo, entre las canciones de The Beatles encontramos grandes éxitos que fueron canciones tontas y mediocres (sobre todo en los últimos años) y canciones de bellísima factura y atrevida elaboración musical que pasaron inadvertidas. Hoy en día Yesterday es un clásico y la canción más versioneada de la historia, pero en 1965 fue relegada a la cara B del álbum Help y no siquiera apareció en la película del mismo título; hasta los años 70 no fue single en Gran Bretaña. Su extraña orquestación, con una guitarra acústica y un cuarteto de cuerda, quizá el primer unplugged de la historia del rock, sin guitarras eléctricas, ni bajo ni batería, fue visto quizá como un sacrilegio y un experimento demasiado “innovador” por su clasicismo. Pero el favor del público fue inmediato, apareció al año siguiente en el recopilatorio “sobre la marcha” A Collection of Beatles Oldies but Goldies y se convirtió en pieza obligada durante los quince meses que transcurrieron entre su publicación y la retirada de los Beatles de las giras, aunque era curioso ver solo a Paul en el escenario como si fuera un cantautor. Con Eleanor Rigby, de similar factura clasicista (sólo tiene como instrumentos un octeto de cuerdas, si guitarra acústica ni ná ), la estrategia fue distinta y sí apareció en single. Otra canción de la misma época, esta vez de John, que al principio quedó relegada a la cara B del siguiente elepé, Rubber Soul, fue In my life . Se trataba de una melancólica balada en la que un joven de 24 años hacía balance de los recuerdos del pasado, de las personas que murieron y de los lugares que ya no existen, con la madurez de un anciano que escribe su testamento literario. Además, George Martin volvía a aportar un toque clasicista interpretando él mismo en el puente un solo de piano eléctrico que al acelerarlo al doble de velocidad adquiría el timbre de un antiguo clavicordio. In my life, tanto en la música como en la letra, era una canción perfecta, que sabía tocar las teclas más sensibles de la condición humana: el amor, el recuerdo, la vida, el paso del tiempo y la muerte. Nunca salió en single pero se ganó el favor del público. Ya en 1973 ganó una batalla al aparecer en el doble recopilatorio, el “doble rojo”, de 1962 a 1966. En 2000 ganó otra gran batalla al ser considerada por la revista musical británica Mojo como la mejor canción de todos los tiempos. En la actualidad es una canción muy popular, sobre todo en Estados Unidos, y es interpretada con frecuencia en graduaciones, bodas y funerales (entre otros, en el de Kurt Cobain, gran admirador de los Beatles). Y no puedo dejar escapar la ocasión sin citar mi propia traducción de las primeras estrofas, para que el lector pueda apreciar la rotundidad de su letra (obsérvese la coincidencia de la última estrofa con la formulación del tópico del ubi sunt  : ubi sunt qui ante nos fuerunt?  "¿dónde están los que vivieron antes que nosotros?", así como los alejandrinos de la traducción castellana en la segunda estrofa)

Hay lugares que siempre recordaré
en mi vida, aunque algunos hayan cambiado.
Algunos para siempre y no para mejor,
unos permanecen y otros se esfumaron.

Todos esos lugares tuvieron sus momentos
con amantes y amigos que aún rememoro.
Algunos están vivos y algunos están muertos,
pero en esta mi vida los he amado a todos.

Pero de todas esas amantes y amigos
no hay ninguna que se pueda comparar contigo
y carecen de valor todos los recuerdos
cuando pienso en el amor como algo nuevo.

Aunque sé que nunca perderé el afecto
por las personas y cosas que me precedieron.
Sé que a menudo me pararé a pensar en ellos.
En mi vida, cuánto te quiero.

Años después, Paul McCartney heredó también la tendencia a hacer canciones olvidadas. Su trayectoria musical en solitario o con Wings es brillante pero irregular, sobre todo por su obcecación en convertir en singles de éxito canciones mediocres, cuando no malas, y relegar a la cara B de sus elepés a verdaderas joyas en miniatura, pequeñas baladas entre lo melancólico y lo optimista como la sensible Distractions (de Flowers in the Dirt ); el barroquizante venecianismo de Somedays (de Faming Pie ), con un magnífico arreglo que cuerdas y oboe que nos hace volver a los tiempos de Eleanor Rigby ; y la clasicista English Tea (de Chaos and Creation in the Backyard ), donde se combina el arreglo de cuerdas a lo Eleanor Rigby y Somedays con un piano que suena como clavicordio al estilo de In my life .

En el caso de los Rolling Stones, encontramos numerosas canciones de su período dorado, 1964-71 (recogido en dos dobles recopilatorios denominados Hot Rocks), injustamente relegadas por otras canciones mediocres de años posteriores. En un elepé tan redondo como Aftermath, encontramos la joya de Paint it Black, que se inicia con una saltarina y sincopada melodía que roza lo pentatónico y que tiene, gracias al riff de sitar de Brian Jones, un innegable aunque vago sabor orientalizante, entre magrebí, cosaco, persa o hindú, y que sin duda hubiera fascinado a “expertos” en el tema como Rimsky-Korsakov o Ketèlbey. También encontramos la delicada balada isabelina Lady Jane, que demuestra que el grupo, a pesar de su vocación de rythm´n´blues no se quedaba en lo guitarrero sino que podía incorporar bellísimos fraseos de teclado, como sucede también en She´s a Rainbow .

A principios de los años 70 surgen nuevos músicos que pretenden desarrollar el sonido de Beatles y Stones, incidiendo sobre todo en los trucos de estudio. En la extensa obra de estos músicos también encontramos el consabido contraste entre mediocres canciones que fueron éxitos fáciles y brillantes canciones olvidadas. Con un perfil semejante al de McCartney, de producción amplísima pero irregular, Elton John es otra de las canteras de canciones olvidadas. Todos sus recopilatorios se suelen abrir con Your Song, magnífica canción sin lugar a dudas, pero olvidan que en su primer elepé Empty Sky ya apuntaba maneras con la brillante miniatura llamada Skyline Pigeon, balada isabelina donde el clavicordio se convierte en protagonista destacado. En un registro completamente diferente (como dirían los Monty Python), Elton también compuso poco después la espléndida balada country Roy Rogers, apoyada en una soberbia letra de Bernie Taupin: nunca se han combinado tan bien una música y una letra de distintos autores, y lo consiguieron porque se trataba del homenaje de ambos a su héroe de la infancia Roy Rogers, actor de westerns y cantante de country, a partir de la anécdota de que lo vieron después de muchos años de olvido en un típico canal de cable USA, joven y cabalgando, porque “los héroes de película nunca envejecen”. También es una gran canción de la misma época Levon, al igual que la minisuite Funeral for a friend/Love lies bleeding . El favor del público ha conseguido que en sus últimos conciertos (como el de su 60 cumpleaños), Elton recupere joyas como Roy Rogers y Levon, aunque sigue olvidando Skyline Pigeon .

Otro gran pianista del rock que surgió a principios de los 70 fue Billy Joel. Quizá interesado en dar a conocer sus rocks más enérgicos, Joel también ha olvidado esas baladas intimistas perfectas de sus inicios (tan cercanas a las baladas folkies de Carole King, Don McLean y James Taylor), como She´s always a woman y She´s got a way . En el caso de Don McLean, no se puede negar que su versioneada American Pie sea una canción perfecta y el mejor retrato de la primera generación del rock, pero conviene no olvidar la intimista Vincent, conmovedora elegía de Vincent Van Gogh acompañada por la mejor letra que se ha escrito jamás en el pop norteamericano. En el ámbito del folk-rock norteamericano de los setenta, también cabría destacar que Eagles, aparte de la magnífica y algo sobrevalorada Hotel California, también escribieron bellísimas canciones como Desperado y Take it easy (con la colaboración de Jackson Browne), el grupo de origen británico America compuso maravillas como la delicada Another Try, mientras que Crosby, Stills & Nash consiguieron pequeñas joyas como Wasted on the way .

Volviendo al otro lado del Océano, podemos hacer balance de la numerosa, desigual y cada vez más hortera música de los primeros setenta. Pero algunos de los grupos más representativos de los excesos de esa época fueron capaces de crear canciones perfectas, aunque muchas de ellas olvidadas. Supieron combinar estilos tan dispares como la power ballad, la balada heavy, la canción himno, el estilo de music hall, la incipiente música disco y el blues. Tuvieron grandes éxitos, pero también grandes canciones olvidadas. Procol Harum fue un irregular grupo de blues rock progresivo con aristas de música clásica y de heavy metal. Todo nació de la sinergia entre el blues de su líder y pianista Gary Brooker, el tono clasicista bachiano del circunspecto organista Matthew Fisher y la vocación heavy del guitarrista Ray Royer. De esa fusión nació una de las canciones más redondas del rock progresivo, With a wither shade of pale, con su inconfundible sabor a Bach sin copiar a Bach. Pero poco después supieron crear otra canción perfecta pero olvidada, Quite rightly so, en la que se aprecia con mayor claridad cómo a partir de una base de blues rock (y un impactante comienzo de acordes de órgano) se puede construir una canción sublime, mientras que el inigualable puente instrumental contiene un solo de órgano que recuerda a las fantasías de Bach y Buxtehude seguido por un contundente solo de guitarra casi heavy. También cayeron en los excesos de la década Queen, pero antes nos dejaron magníficos elepés como A Night at the Opera : en él, además de la recordada y redonda minisuite Bohemian Rhapsody, podríamos destacar la canción olvidada a la que Brian May suele hacer alusión al comentar las injusticias sobre este tipo de canciones, ’39, una espléndida y etérea balada acústica folkie sobre viajeros interestelares (en lugar de marineros, como era lo habitual en el género), y añadir también la rareza de Seaside Rendez-vous, divertimento en clave de music-hall donde Taylor y Mercury improvisan un solo de percusión y viento metal con los dedos y con la boca, sin hacer intervenir ningún instrumento real. A su vez, ’39 de Queen recordaba a las baladas folkies de temática espacial que tan bien supo cultivar su amigo David Bowie a finales de la década prodigiosa: todos recuerdan su sensacional debut con Space Oddity, pero Life on Mars? es sin duda una canción perfecta, con unas progresiones tonales ascendentes y repletas de notas alteradas que cautivan desde el primer momento al oyente (y que recuerdan a otra gran canción, My Way ). También cayeron en los excesos de la comercialidad el grupo ABBA, que además de sus estándars habituales nos dejó canciones de bella factura como el elegante divertimento de music-hall titulado Head over heels y el demoledor testimonio del fracaso que representa The winner takes it all, mientras que los siempre excéntricos Kinks no sólo aportaron rocks enérgicos (You really got me ) y divagaciones vintage de music-hall (Sunnny afternoon ), sino que en etapas posteriores compusieron crepusculares canciones melancólicas de extrema sensibilidad como Celulloid Heroes .

Son tantas canciones que no caben en un artículo, que se ha hecho larguísimo, ni siquiera en un libro ni tan sólo en una colección de cedés. Supongo que cada aficionado a la música (y en todos los géneros musicales existe el olvido) tendrá su propio catálogo de “canciones olvidadas”.

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