martes, 3 de agosto de 2010

Duetos para la ciudadanía

LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(II: 2008)

Juan Gómez Capuz


DUETOS PARA LA CIUDADANÍA



La reciente polémica entre el Gobierno Central y el Gobierno Valenciano acerca de cómo impartir la materia de “Educación para la ciudadanía” pone de manifiesto cómo la politización de los aspectos educativos, algo practicado por los gobiernos de todo signo desde hace ya bastantes años, puede producir efectos verdaderamente esperpénticos en la práctica docente.

Para empezar, no conozco bien el currículo de la materia de “Educación para la ciudadanía” y no comentaré con detalle cuestiones de fondo o contenido sobre la materia. En todo caso, sí que me da la impresión de que, al menos en sus formulaciones más radicales, laicistas y, si se me permite el término, “robesperrianas”, la materia diseñada por el Gobierno Central quizá pueda fomentar un relativismo extremo según el cual todo vale y todas las opciones (personales, culturales, sexuales) son igualmente válidas porque nos hemos liberado de la moral tradicional: podría sugerirse, por tanto, que es perfectamente válido que una mujer vaya tapada hasta los ojos y camine tres metros por detrás de su marido, porque todas las culturas son igual de válidas y guays (es cierto que la cultura occidental –y los valores que ésta conlleva- distan mucho de ser perfectos, pero se le podría conceder el dudoso honor de considerarla como “la menos mala”, como le ocurre al sistema democrático; por cierto, ¿qué opinaría sobre esto la Ministra de Igualdad, disjecta membra ?); también podría sugerirse que es perfectamente válido que un homo sapiens sapiens se lo monte con una ameba o un oso panda, incluso de su mismo sexo, aun sabiendo que nunca podrán tener descendencia, porque cada uno puede hacer de su capa un sayo y desarrollar libremente sus pulsiones. En suma, que las diferencias culturales son, como mucho, brumarias y que el Sol nos da thermidor a todos por igual. Por cierto, que el latiguillo robesperriano de “para la ciudadanía” ha terminado por infiltrarse en los nombres de todas las materias que imparten los (pobres) profesores de filosofía en institutos, como si la filosofía por sí misma (per se ) no fuera suficiente: “Filosofía y ciudadanía”, “Ética y ciudadanía”, etc.

Quizá sean estas aristas más radicales y laicas de la materia las que han provocado el rechazo frontal de los gobiernos autonómicos controlados por el PP. O quizá sea la simple estrategia de estar siempre en desacuerdo, del rechazo sistemático, empleando casi siempre la educación como arma política arrojadiza (y así nos va a los profesionales de la educación). Por ello, estos gobiernos autonómicos han urdido estrategias para aceptar sobre el papel –“por imperativo legal”, como se decía hace unos años- esta nueva materia pero intentando minimizar el efecto de unos contenidos que juzgan perniciosos. El Gobierno Valenciano, siempre innovador, se sacó de la chistera la ingeniosa idea de impartir la materia en inglés. Ante la suspensión cautelar de la normativa por parte del TSJ de la Comunidad Valenciana, y a la vista de que era imposible encontrar docentes que combinaran los conocimientos teóricos de la nueva materia con el manejo práctico y fluido de la lengua inglesa, el gobierno autonómico ha lanzado un plan B (no confundir con la opción B para objetores): la materia la impartirán dos profesores, el de filosofía -que organizará los contenidos teóricos- y el de inglés –que la verbalizará en la lengua de Shakespeare-. Como vemos, se mantiene inalterado el meollo de la cuestión, a saber, la transmisión en lengua inglesa: si tenemos en cuenta que los chavales llegan a 2º de Bachiller sin saber ni papa de inglés (y tampoco mucho más de las lenguas cooficiales, no nos engañemos), es obvio que los tiernos adolescentes de 2º de la ESO no pillarán absolutamente nada de lo que les digan en inglés y el contenido de la materia se desvanecerá en el aire. Ahora bien, la novedad del plan B radica en la dualidad: serán dos profesores los que estarán en clase, diciendo lo mismo en distintas lenguas, haciendo una especie de dueto, como los que practicaba Frank Sinatra con artistas de todo pelaje. Desde el punto de vista práctico, esto tiene sus ventajas: teniendo en cuenta cómo están los alumnos hoy en día, el hecho de que sean dos los profesores en el aula refuerza considerablemente las posibilidades de repeler cualquier tipo de agresión física o verbal. Desde el punto de vista teórico y de la eficacia en la transmisión del mensaje, cabría recordar que este tipo de dualismos o duetos tienen una tradición muy antigua: si aplicamos una conocida dicotomía aristotélica, el profesor de filosofía aportaría el logos, el saber teórico, y el de inglés la techné, el saber práctico; desde el punto de vista de la cultura medieval (en la cual viven todavía numerosos individuos, y hasta naciones enteras), el profesor de filosofía sería el trovador y el de inglés, el juglar (o el bardo, si queremos ser más precisos con la lengua de Shakespeare).

De todas maneras, el alumno de 2º de la ESO que asista como cobaya al experimento, desde su bendita inocencia (?), puede plantearse una objeción muy lógica: “si un profesor me explica en castellano algo cuyo contenido no entiendo, ¿por qué el profesor de al lado dice presumiblemente lo mismo en otra lengua que tampoco entiendo? (¿no sería mejor pasarme toda la hora jugando a la Play ?)”. La pregunta del millón, la ultima ratio en términos filosóficos, sería por tanto: ¿qué relación existe entre la materia de “Educación para la ciudadanía” y la lengua inglesa? No encontrar una conexión entre las dos variables supondría desacreditar la brillante idea que ha tenido la Generalitat Valenciana. Por ello, he dedicado todo mi empeño a esta tarea y creo haber hallado la solución: el alumno valenciano debe aprender “Educación para la ciudadanía” en inglés porque en Valencia tenemos un circuito ciudadano de Fórmula 1 (¿o se dice “urbano”?), y la lengua de la Fórmula 1 es el inglés. Podemos invertir los términos para que se aprecie mejor el carácter silogístico del razonamiento realizado por la Consellería de Educación: en Valencia tenemos un circuito ciudadano de Fórmula 1, y la lengua de la Fórmula 1 es el inglés; por tanto/ergo el alumno valenciano debe aprender “Educación para la ciudadanía” en inglés. La clave es, por tanto, la Fórmula 1. ¿Para cuándo una “Fórmula 1 para la ciudadanía” (en inglés, por supuesto)?

Así que, estimados lectores, como cantaba Miguel Ríos, aprended el inglés que es de gran porvenir, y si tu padre no lo hizo, tú sí.

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