martes, 3 de agosto de 2010

Hitlers de risa

LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(I: 2007-2008)

Juan Gómez Capuz


HITLERS DE RISA



De acuerdo. Lo confieso. Siempre he estado obsesionado con el tema de Hitler y el nazismo. Pero que conste que esto no tiene ningún tipo de implicación ideológica. De hecho, dos de mis más admirados genios del siglo XX compartían esa misma obsesión, y estaban bastante alejados de posturas derechistas y, mucho menos, de la extrema derecha. Me refiero a Woody Allen y John Lennon. En el caso de Woody, es sabido que en casi todas sus películas suele incluir, sin falta, algún chiste sobre Hitler y el nazismo: “cada vez que oigo la música de Wagner me entran ganas de invadir Polonia”; refiriéndose a una estricta cuidadora del abuelo que padece demencia senil, comenta “tenía toda la pinta de haber sido el ama de llaves de Hitler, pero era la única que podía meter en cintura a nuestro abuelo”; cuando la policía le detiene por portar una pistola, Woody se excusa diciendo que es “por si me persiguen los nazis”; refiriéndose a las aficiones excéntricas del marido de su exmujer, dice “¿y qué me dices de su afición por los automóviles de época? Si yo me paseara por ahí en un Mercedes del 39 me tomarían por Himmler”. En el caso de Lennon, es menos sabido que, ya en sus primeros años con Los Beatles, tenía la costumbre de hacer el saludo nazi (y los restantes compañeros del grupo le seguían la corriente) cuando eran aclamados por multitudes en el balcón de algún ayuntamiento. La obsesión de Lennon llegaba al punto de proponer la presencia de Hitler en las portadas de los discos de Los Beatles, pero la censura británica lo vetaba aduciendo que fue “enemigo del Imperio” (lo que no era para reír, sino más bien para llorar, es que también vetaba la imagen de Gandhi en las mismas portadas por haber sido... ¡enemigo del Imperio!; la verdad es que si la censura británica llevara ese criterio hasta sus últimas consecuencias, también debería vetar a Luke Skywalker).

Parece que esta obsesión mía es cada día la de la más gente, como lo prueba el alud de libros que surgen sobre el tema. Y también películas, pero en el terreno cinematográfico hay algo que siempre me ha llamado la atención. Me explico. La reciente producción alemana El hundimiento provocó ciertas críticas y suspicacias por presentar una visión demasiado “humana” de Hitler y sus más allegados en los últimos días del Búnker. Pero a mí lo que más me chocó es que el actor que interpretaba a Hitler, Bruno Ganz, fuera un actor “serio”. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que en el cine de Hollywood el personaje de Hitler siempre ha sido interpretado por actores cómicos británicos. Han sido, si se me permite la expresión, Hitlers de risa . ¿Y por qué? No lo sé muy bien. Lo de británicos, lo comprendo por dos razones: en primer lugar, los actores británicos siempre se han caracterizado por saber encarnar a la perfección a personajes “raros”, bien fueran artistas, psicópatas o dictadores; en segundo lugar, supongo que ningún actor norteamericano se hubiera atrevido a interpretar a Hitler por miedo a que el poderoso lobby judío de aquel país lo colocase en alguna lista negra o, tal como están ahora las cosas, a que bombardeara su mansión de Beverly Hills. Pero lo de cómicos, no acabo de entenderlo: es cierto que el papel de Hitler sería ideal para un actor histriónico, pero no necesariamente cómico (por ejemplo, Jack Nicholson y Dennis Hopper son histriónicos, pero no cómicos); pero a ningún productor en sus cabales se le ocurriría ofrecer el papel de un psicópata o de un asesino de la vida real (o sea, un biopic ) a un actor de registro predominantemente cómico... a no ser que deseara ridiculizar a dicho personaje real. Y quizá esto es lo que ha ocurrido durante 60 años con Hitler y quizá es el tabú que ha roto la película El hundimiento al poner en su piel a un actor “serio”. Y si piensan que exagero con lo de los actores cómicos británicos metidos en la piel de Hitler, les pondré tres ejemplos, cada uno de ellos separado del siguiente por treinta años de distancia.

En 1940, con un Hitler todavía vivo y en la cúspide de su poder, el elegido para interpretarlo en una brillante sátira política fue el actor cómico británico Charles Chaplin. Desde el punto de vista ideológico, el contraste no podía ser mayor: Chaplin era judío y de izquierdas. Pero desde el punto de vista de la imagen, era el candidato perfecto, porque es que era clavao ; vamos, que se parecían más que dos canciones de Maná. Aunque no se sabe muy bien quién imitaba a quién y de hecho se rumorea que Charlot estuvo a punto de demandar a Hitler por apropiación de imagen. Además, Chaplin no sólo interpretó a la perfección el papel de Hitler sin necesidad de maquillarse lo más mínimo, sino que además diseñó una eficaz sátira política con mensaje (sobre todo, el discurso final o el ingenioso logo de la doble cruz que reemplaza a la esvástica porque en inglés coloquial to double-cross  significa ‘estafar’). Por tanto, tiene cierta justificación.

Treinta años más tarde, a principios de los setenta, en una especie de vodevil ambientado en la Segunda Guerra Mundial titulado Camas blandas, batallas duras, el elegido para hacer de Hitler fue... ¡Peter Sellers! Se podría argüir que Sellers era el hombre de las mil caras y que podía meterse en cualquier papel; además, en cierto sentido, este papel constituía el último estadio de su amplia galería de personajes indogermánicos, iniciada con el hindú patoso de El guateque . Incluso un reciente biopic sobre Peter Sellers (Llámame Peter ) ha demostrado que el actor padecía un desequilibrio mental y unos delirios de grandeza que lo hacían especialmente apto para interpretar al personaje. Pero aun así, y aun tratándose de un vodevil, hemos de reconocer que chocaba bastante ver a un actor cómico de la talla de Sellers haciendo de Hitler.

Podría pensarse que en nuestra época los productores y los responsables de cásting del cine norteamericano serán más cuidadosos a la hora de escoger a un actor para interpretar a Hitler. Pues parece que no. En una reciente producción del año 2003, titulada Hitler: el reinado del mal, el elegido para hacer de Hitler ha sido de nuevo otro actor cómico británico: Robert Carlyle. Si el nombre no les suena, les diré que era el protagonista de Full Monty . Y la verdad es que aquí ya no veo ninguna conexión con Hitler. Sobre todo, porque Hitler nunca habría hecho estriptis, ya que padecía monorquidia; dicho en román paladino, que sólo tenía un testículo (quizá en ese detalle radicara el desenlace de la Segunda Guerra Mundial, pues es sabido que para ganar una guerra mundial hay que echarle huevos, en plural). La verdad es que, después de comerme mucho el coco (cosa que hago con frecuencia), sólo he sido capaz de encontrar una analogía entre Hitler y el papel de Gaz (bueno, el nombre sí que tiene cierta relación con el nazismo) que interpretaba Carlyle en Full Monty : y es que ambos alcanzaron el poder o la fama gracias al paro. Pero nada más.

Por cierto, en el cine español no tenemos constancia de experimentos similares. Una de las pocas películas que aborda ese ambiente, La niña de tus ojos de Fernando Trueba, no lo aprovecha para poner en escena a un Hitler made in Spain . Sí sale Goebbels, aunque creo recordar que está interpretado por un actor checo (la película se rodó en la República Checa). De todas formas, creo que, habida cuenta del código deontológico que guiaba la labor de Goebbels (frases como que una mentira mil veces repetida se convierte en verdad), no faltarían en España candidatos para interpretar su papel: pienso, a bote pronto, en muchos locutores y tertulianos radiofónicos, en destacados representantes de los dos grandes partidos políticos y no digamos de los partidillos nacionalistas (¿se escriben con c ?). Pero, en fin, volvamos a nuestro tema: nadie interpretó a Hitler en La niña de tus ojos, y eso que la película fue criticada por presentar algunos estereotipos casposos del cine español, como el afeminado Castillo encarnado en un Santiago Segura que acababa de salir de su primer Torrente . Si había un Castillo, ¿por qué no un Hitler? Y ya puestos a lanzar hipótesis, si hubiéramos querido acercarnos a los parámetros del cine norteamericano, lo ideal hubiera sido elegir a un actor cómico, histriónico y especializado en pequeños cameos históricos: mi candidato, Javier Gurruchaga, que ya apuntaba maneras desde la portada de Bon Voyage y que hubiera sido un magnífico Hitler zalamero y lisonjero con Macarena/Penélope Cruz, deconstruyendo así la extraña y ambigua relación con Imperio Argentina.

Y queda la pregunta del millón. Ya que no escarmientan, en la próxima película made in Hollywood, ¿quién será el actor cómico británico elegido para encarnar a Hitler? De nuevo les propongo tres candidatos, como en las ternas de la época franquista que algunos tertulianos y columnistas tanto parecen añorar: en primer lugar, si jugamos con la paradoja de poner a un actor judío en la piel de Hitler –como ya sucedió con Charlot–, una opción podría ser Sacha Baron Cohen, alias Ali G y Borat (además, Baron Cohen fue alumno en Cambridge de Ian Kershaw, uno de los principales biógrafos de Hitler, razón por la cual también mantiene cierta conexión con nuestro personaje); en segundo lugar, si los guionistas y productores apostaran por el lado más cínico de Hitler, un buen actor sería Hugh Laurie/Doctor House, aunque sustituyendo la bicodina por el Zyklon B; en tercer lugar, si los productores prefirieran, lisa y llanamente, la simple charlotada, ¿quién mejor que Rowan Atkinson/Mr Bean?

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