martes, 31 de agosto de 2010

Las clones de la Esteban

LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(IV: 2010)


Juan Gómez Capuz



LAS CLONES DE LA ESTEBAN

El boom mediático que ha experimentado Belén Esteban ha sorprendido a muchos analistas, tertulianos y al público en general. Se le ha llamado “la princesa del pueblo”, su presencia es imprescindible en ciertos pseudoprogramas de televisión y se la suele considerar un caso singular, inaudito (pese a lo que chilla), una perla no cultivada que se encuentra rara vez dentro de una ostra.

Pero, en el fondo, si analizamos con un poco de detalle la sociedad urbana española actual, nos daremos cuenta de que Belén Esteban no es única, sino que es el típico producto de un determinado estrato sociocultural. No es que ahora hayan surgido imitadoras de la Esteban, sino que la Esteban es una más de ese grupo. Como mucho, se podría decir que son productos clónicos, surgidos del mismo caldo de cultivo (de agua estancada), que son las “clones de la Esteban”. Intentaremos por tanto, ofrecer una radiografía o descripción biológica de esta nueva subespecie a la podríamos denominar, parodiando a Linneo, homo paulum sapiens Bethlem Stephani .

Las clones de la Esteban, como buen producto clónico surgido de una sociedad uniformada, apática y acrítica que cada vez se parece más a la que dibujaron Huxley en Un mundo feliz y Orwell en 1984, tienen una apariencia física bastante similar. Suelen tener el pelo greñudo, rubias de bote mal tintadas con mechas horrible hechas sin querer por una peluquera de tercera. Las facciones duras (poco femeninas para mi gusto pequeñoburgués), prematuramente ajadas por vivir la vida a tope desde que eran unas crías (como luego veremos). Su boca es grande porque se ha ido adaptando biológicamente para poder chillar mucho, ya que ellas basan su argumentación no en la riqueza de los argumentos ni en la corrección idiomática sino en el volumen de la voz y algunas modulaciones particulares (por ejemplo, separar mucho las sílabas, pues parece que los enunciados largos quedan lejos de su corto alcance y necesitan fragmentarlo en unidades menores, como cuando dicen “por mi hi-ja maa-to”). Además de tener la boca grande, suele ser habitual en ellas hincharse los labios con silicona o bótox, no sé si para parecer más atractivas o para dar más miedo a sus rivales (generalmente mujeres como ellas, con las que discuten acaloradamente, como si fueran una colonia de bonobos hembras). Desde muy jóvenes, también se hacen implantes de silicona en los pechos, generalmente en la clínica semiclandestina de un dudoso cirujano plástico hispanoamericano en un polígono abandonado. Para que se note más, suelen llevar un sujetador de varias tallas más pequeño (como hacen las mujeres que salen en los concursos nocturnos de la tele): de esta manera, aunque las clones de la Esteban te produzcan alergia, no puedes evitar posar tu mirada en esos dos conos volcánicos que amenazan con desbordar las diminutas copas del sostén y explotar en un colosal Big Bang venusiano (de Willendorf), mucho más potente que los experimentos de Flippy y Ferran Adrià con nitrógeno líquido. Otro rasgo físico que personalmente me espanta es la querencia de estas clones por los tatuajes y los piercings : llevan tatuajes hasta en el sobaco y piercings en los lugares más inverosímiles, como cejas, aletas de la nariz, labios (¡y no se les sale la silicona!), ombligo y otros que ocupan una posición más meridional… . La verdad es que no sé cómo se las apañaran para pasar por el detector de metales de un aeropuerto o para hacerse un TAC. En cuanto a complementos, llama la atención que casi todas las clones de la Esteban prefieran las gafotas de sol de espejo tipo antifaz, tops ceñidos que ponen de manifiesto el piercing del ombligo… y todas las lorzas, así como botas de caña alta (aunque sea verano). Todas las clones de la Esteban tienen esos mismos rasgos físicos e indumentaria, los cuales actúan a manera de uniforme de una sociedad igualitaria por lo bajo. El balance de todos esos rasgos nos hace pensar en una versión de regional preferente de Pamela Anderson y Angelina Jolie metidas de extras en una secuela barata de Mad Max .

En cuanto al carácter y la formación académica, ya nos podemos imaginar. Las clones de la Esteban suelen ser mujeres muy bastas, tremendamente incultas y que a menudo presumen de ello. Han crecido en barrios obreros en la periferia o el cinturón industrial de las grandes ciudades y piensan que la cultura es un lujo y una mariconada. Y vuelvo a insistir que no se trata de un ataque particular a Belén Esteban, sino que hay cientos de miles de mujeres así en este país y que cada vez son más, a causa de los pésimos planes de estudio que cambian por interés político cada cuatro años y a causa de una subcultura audiovisual que no siente el menor interés por la cultura seria y escrita ya que sólo se complace en ver por la tele las miserias de los que son igual incultos. Con tan pobre bagaje académico (muchas de las más jóvenes no tienen la ESO, pero es que las clones treintañeras no tienen ni siquiera el graduado escolar de la EGB) y sin apenas especialización profesional, sólo son capaces de sobrevivir con trabajos poco cualificados de salario ínfimo. Quizá esa marginación social modele su carácter: como hemos dicho, son bastas, groseras, chillonas, verduleras (con perdón para las verduleras), arrabaleras, peleonas, violentas, voncingleras y malhabladas. Suelen ir en grupo (como sus equivalentes masculinos) porque saben que sólo pueden vencer por la superioridad numérica y por el atronador volumen de su voz: dan miedo cuando ves una jauría de clones de la Esteban en un centro comercial, que es su hábitat más frecuentado.

A la hora de buscar pareja, las clones de la Esteban lo tienen muy claro: buscan un hombre de su mismo estrato sociocultural y, a poder ser, que sea más basto, inculto, violento y malhablado que ellas, una especie de macho dominante. Son como la mujer de aquel anuncio de Busco a Jacqs y luego nos sorprendemos de que haya tantos casos de violencia de género. Paradójicamente, pueden tolerar al mariquita de barrio que es más fashion victim que ellas, que tiene más cultura y mejor gusto que ellas, y lo aceptan casi como a un@ más del grupo (creo que no hace falta poner un ejemplo cercano a Belén Esteban). En cambio, suelen tener una inmensa ojeriza hacia los hombres heterosexuales (lo detectan en seguida cuando nos ven seguir la caótica evolución de sus pechos de plástico) que tenemos un nivel cultural alto y, para más inri, aficiones artísticas. Su escasa capacidad intelectual es incapaz de comprender que haya hombres que, sin perder sus gustos naturales, vayan más allá de la más pura animalidad y que dediquen más tiempo a leer libros y tocar el piano que a ver telebasura o ir al gimnasio. Nos miran como a bichos raros (quizá porque ellas no se atreven a mirarse en el espejo después de haber salido de la clínica del cirujano maligno), nos ignoran y desprecian nuestros gustos. Pero no nos importa: casi es un elogio.

Los institutos de educación secundaria de las grandes ciudades, de su periferia industrial o de las ciudades fabriles del interior de algunas provincias son los viveros donde se crían a gran escala las alevines de clones de la Esteban. Es fácil identificarlas por su uniforme: gafotas de sol tipo antifaz, tatuajes por todo el cuerpo, piercings ubicuos (algunas presumen en voz alta hasta de llevar piercings en el chumino), pechos de plástico que sus padres les han regalado por suspender sólo seis asignaturas, tops que dejan al descubierto la joya de la corona que es el piercing del ombligo. Es fácil identificarlas por su incultura y comportamiento: pasan de todo lo que huela a cultura, comparten entre dos los auriculares de un MP3 mientras el profesor está explicando, se llaman “amigablemente” entre ellas con palabras de cuatro letras como p*** , quizá porque su riqueza léxica no da para más; y si surge un conflicto por el macho dominante de la tribu (su precocidad sexual es de escándalo), no dudan en pelearse en medio de la clase, estirándose del pelo y diciéndose de todo mientras los chicos contemplan atónitos el espectáculo y echan de menos que no haya un ring con barro.

Por tanto, me reafirmo en mi tesis inicial: no hay una sola Belén Esteban. Sus clones son infinitas.

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