martes, 31 de agosto de 2010

Las nieves del Kilimanjaro (delirio filosófico)

LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(III: 2009) "Making Friends" Special Edition


Juan Gómez Capuz



LAS NIEVES DEL KILIMANJARO
(delirio filosófico)

“El filósofo Immanuel Kant nació en el Kilimanjaro”. Así, como suena, sin trampa ni cartón, como me lo contaron os lo cuento. Y que conste que esta extraña atribución genealógica no proviene de un alumno de la malhadada ESO (en parte porque en la ESO ni siquiera llegan a saber quién fue Kant, ya que en la programación de esta etapa se considera más importante, por ejemplo, que el alumno sepa cuál es el tipo de tambor que se utiliza en las fiestas de su comarca).

Al contrario. Tamaño dislate de tantos quilates procedía de los últimos de Filipinas, es decir, de los pocos sabios que en este mundo aún cursaban COU. Como vemos, aún nos pueden deparar sorpresas los alumnos de este plan a extinguir. [Y digo plan a extinguir, porque este otrora horrendo galicismo se ha convertido en medio consuetudinario para expresar lo que en castellano requiriría un extraño e impreciso adjetivo, como extinguible, o un catoniano y severo giro del tipo que ha de ser extinguido . Y sigo diciendo a extinguir, a pesar de las siniestras connotaciones jurásicas y pirómanas que suscita este verbo, como si COU fuera una reliquia de la Edad de Oro (quizá lo sea) o como si nos encontráramos ante las llamas que calcinaron a Giordano Bruno por decir que hay otros mundos pero no están en éste. Y digo, en fin, a extinguir, porque el tiempo pasa inexorablemente, lo presente en un punto se es ido y conviene cortar las rosas antes de que sucumban a los incendios veraniegos].

Ahora bien, tras la extinta digresión, volvamos a nuestro tema. Porque decir que Kant nació en el Kilimanjaro, ¿es realmente un dislate? No lo creo. Al contrario, pienso que el alumno debió de encontrar alguna escondida analogía -escondida y tal vez genial- entre Kant y el Kilimanjaro. Analogía que el mediocre y positivista profesor, condicionado por los datos inmediatos de la conciencia, no supo descubrir y, con el objeto de ocultar su ignorancia y medianía, decidió calificar injustamente como error.

Yo, en cambio, siempre he sido fiel al espíritu de la Reforma Educativa, según la cual el alumno nunca dice disparates sino que -como bien explica la pedagogía constructivista- trata de relacionar inteligentemente los contenidos nuevos con los ya aprendidos, y así poder integrarlos de manera coherente en las complejas redes conceptuales de su mente, aunque en ocasiones el vínculo entre los conceptos nuevos y los viejos sea oscuro, pues oscura es también la sabiduría.

Por ello, es mi deber romper una lanza por tan avezado alumno y tratar de encontrar una explicación racional a la valiente analogía entre Kant y el Kilimanjaro.

Una hipótesis, la más sencilla, consiste en relacionar el Kilimanjaro con el “verdadero” lugar de nacimiento de Kant. Kant nació en Königsberg, que es también el verdadero apellido de Woody Allen, por lo cual también sería pedagógicamente aceptable decir que Kant nació en Manhattan. Ahora bien, concedo que Königsberg y el Kilimanjaro apenas se parecen en nada (puestos así, más admisible hubiera sido que el alumno dijera que Kant nació en Carlsberg, pues fue probablemente el mejor filósofo del mundo). Pero resulta que los avatares históricos del siglo XX convirtieron a la prusiana Königsberg en la rusa Kaliningrado, minúscula porción de la extinta Prusia Oriental que pasó a manos de la extinta Unión Soviética (de ahí también lo de plan a extinguir ). Y ahora sí, ¡eureka!, ¡aleluya!, todo encaja por fin, pues Kaliningrado sí se parece a Kilimanjaro. Es decir, que siguiendo un minucioso y riguroso procedimiento cartesiano (perdona Manolo, por citar a la competencia) hemos llegado a la conclusión de que el alumno, presa del nerviosismo propio de un examen, pudo haber confundido comprensiblemente Kaliningrado con Kilimanjaro.

Pero esta interpretación, pese a ser racional y plausible, dejaría en mal lugar los conocimientos interdisciplinares de este brillante alumno de COU. Porque queda fuera de toda duda que este alumno sabía la inmensa distancia que separaba Kaliningrado de Kilimanjaro, incluso en línea recta. Sus diáfanos conocimientos de geografía le hubieran impedido cometer el dislate de confundir la latitud de ambos puntos geográficos.

En consecuencia, se impone una explicación alternativa, por complicada que ésta pueda parecer. Así, comencemos dando por cierto que este alumno conocía a la perfección el contexto histórico y de pensamiento en que surge la filosofía de Kant. Kant representa el engarce entre el pensamiento racionalista y el incipiente romanticismo. Lugar similar en la historia de las ideas ocupa el francés Rousseau. A Rousseau se le debe el perfeccionamiento del mito del buen salvaje (a Rousseau, no a Truffaut). El buen salvaje es el individuo que, ajeno al contacto con la civilización degradada, desarrolla una inteligencia privilegiada en un marco bucólico y natural. He aquí la clave: el alumno ha interpretado de manera muy brillante que Kant pudo nacer en el Kilimanjaro, incontaminado por la civilización europea siempre decadente; en ese marco incomparable, de bella flor cubierto, sin temer a las fieras, fieles compañeras, el niño Kant desarrolló una espléndida inteligencia natural y superior, y comprendió los misterios del universo; rescatado por misioneros protestantes, fue trasladado a Königsberg, donde fácilmente transfiguró ese saber superior y natural en Ética, Física y Metafísica. Esta es la historia. Ni más ni menos. La culminación del saber.

Y si la Enseñanza Media sigue así, Kant seguirá en las nieves del Kilimanjaro, en el Olimpo de los sabios, en el Xanadú africano o, como bien decía el buen Lázaro de Tormes, en la cumbre de toda buena fortuna.

(Publicado originariamente en la revista Agua, 36, Cartagena, octubre 2001)

No hay comentarios:

Publicar un comentario