martes, 3 de agosto de 2010

Apoyo logístico y humanitario

ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(I: 2007-2008)

Juan Gómez Capuz


APOYO LOGÍSTICO Y HUMANITARIO



Estos días nos encontramos con más de la mitad del mini-ejército español fuera de nuestras fronteras. Quizá porque los responsables de todo esto se han dado cuenta de que nuestras fronteras son muy fáciles de traspasar y más vale mandar a los militares fuera. Estar aquí para nada es tontería. Además nos tranquilizamos mucho cuando nos dicen que los militares que van fuera lo hacen en misión de paz, como apoyo logístico y humanitario . Y menos mal que son militares profesionales (yo sólo disparé 23 tiros en mi mili de nueve meses, pero no les aburriré con esto), aunque tengo ex-alumnos que probaron suerte en esta nueva milicia y están muy desencantados del ejército profesional.

Nuestros soldados están repartidos por todo el globo. Parece una antigua partida de Estratego, pero a tamaño natural (un recuerdo para el maestro Berlanga, paisano). Es cierto que ya no estamos en Irak, pero estamos en sitios casi igual de chungos, que a la primera de cambio pueden convertirse en un polvorín tan violento como aquél: Líbano, Afganistán, Bosnia, Congo, Haití y otros pintorescos destinos que mis conocimientos de Geografía de BUP no alcanzan a ubicar en el mapa (y a los que hayan estudiado la ESO, ni flores, porque ni siquiera saben dónde se encuentran otras comunidades autónomas de este país). Pero, vuelvo a repetir, lo que más me tranquiliza es saber que nuestros soldados han ido allí en son de paz, en estricta misión de apoyo logístico y humanitario . O, al menos, ese es el sonsonete que siempre utilizan los gobiernos socialistas (desde González a Zapatero), y también los del Partido Popular, aunque éstos se dejaban llevar por la retórica belicista de los halcones norteamericanos e intentaban resucitar ínfulas patrióticas (y hasta ínsulas perejilianas), al alba con viento fuerte de Levante, estamos trabajando en ello.

Pero eso de de apoyo logístico humanitario, ¿qué significa realmente? ¿sirve para tranquilizar o para ocultar el contenido real del mensaje? Como podemos deducir fácilmente, se trata de un eufemismo del lenguaje militar y estratégico y, como tal, pretende maquillar un mensaje chungo con la apariencia de una realidad neutra e incluso bella; vaya, es como hacer pasar a las palabras por los quirófanos de Corporación Dermoestética. Este tipo de eufemismos ha existido durante todo el siglo XX, y ha sido de especial agrado para las ideologías totalitarias (recuérdese el Newspeak de Orwell en 1984 ). Pero con el tiempo estos eufemismos se han ido degradando, porque el implante de silicona que les pusieron se les nota cada vez más: expresiones como establecimiento penitenciario (antes cárcel, intramuros trullo, trena o talego ), reajuste de precios (siempre hacia arriba, es decir, subida ) o flexibilidad en el empleo (parece yoga, pero en realidad significa despido libre ) casi nos mueven a risa, como el tan manido ahora desaceleración, versión postmoderna y ultraeufemística del antiguo crecimiento cero y de la actual crisis . Pero resulta que hace unos treinta años surgió una moda yanqui y progre de no llamar al pan pan ni al vino vino porque las minorías se podían ofender: a esa nefasta moda se le llamó “lenguaje políticamente correcto” y vino a ser un nuevo bozal a un lenguaje que se desperezaba tras siglos de restricciones religiosas y modales victorianos; y además introdujo en nuestra lengua interminables expresiones formadas por un adverbio largo y un adjetivo (p.ej. socialmente desfavorecido ), no muy frecuentes hasta entonces en castellano drecho.

De la suma del eufemismo sociopolítico y militar de siempre y el lenguaje políticamente correcto de ahora ha surgido una jerigonza que sólo sirve para desinformar. Hace unos seis años, en plena guerra de Irak, trabajando en ello, en plan película de las Azores, un experto en Derecho Internacional publicó en El Mundo un esclarecedor artículo titulado “Glosario para la desinformación” donde pasaba revista a todos estos términos: apoyo logístico y humanitario, guerra justa, guerra o ataque preventivo, daños colaterales, fuego amigo, etc. Yo, como no soy experto en derecho internacional pero conozco las múltiples dobleces a las que se somete al lenguaje, trataré de explicar al lector estos términos, tomando como analogía o punto de referencia una situación cotidiana. Supongamos que el vecino A desea tirarle una maceta al vecino B a causa de ciertas tensiones existentes entre ellos. Pero ocurre que el vecino A tiene un piso interior, sin ventanas o balcones que den a la calle y al portal del edificio. Entonces, el vecino C, poseedor de un piso exterior, conocedor del conflicto y –al parecer– también soterrado enemigo de B, le hace esta amable sugerencia al vecino A: “¿Por qué no te subes a mi piso, que desde allí lo tienes más a tiro? Y de paso, mientras lo esperas, te saco una cervecita y unos cacaos”. El vecino A acepta encantado el apoyo logístico (“desde allí lo tienes más a tiro”) y humanitario (“una cervecita y unos cacaos”) de C y desde el piso de éste espera la salida de B del portal y le tira la maceta; pero –¡oh, madición!– la maceta yerra el blanco e impacta sobre la cabeza (o tiesto) de un negro que estaba vendiendo kleenex en la acera. Entonces es cuando entra en juego otro de estos crueles eufemismos: daños colaterales . Lo del negro han sido, simplemente, daños colaterales, aunque no entiendo muy bien eso de colaterales si la maceta ha alcanzado de lleno al pobre guineano (a no ser que los únicos centros de referencia sean los vecinos antagonistas A y B, y los demás resulten ser unos parias que no importan para nada). Y siguiendo con esta (mundo)feliz terminología, si el macetazo se lo hubiera llevado el vecino C que había bajado a comprar más cacaos para A, entonces habría que hablar de fuego amigo o, más bien, de macetazo amigo, aunque con amigos así no hacen falta enemigos. Incluso cuentan que, en otro tiempo, en este edificio de armas tomar (aquí no hay quien viva, en sentido literal), un vecino X llegó a asesinar a otro vecino Y porque éste le miraba mal: pareció, a primera vista, que el vecino X había obrado de manera impulsiva, desproporcionada e inmoral. Nada de eso: había puesto en práctica otro sagrado principio logístico, llamado ataque preventivo, cuyo sutil mecanismo si-logístico es el siguiente: si el vecino Y me mira mal, es porque me quiere matar; ergo, antes de que mate a mí, le mato yo, como hubiera dicho también Don Juan Tenorio (“y nunca consideré / que pudo matarme a mí / aquel a quien yo maté” dijo nuestro chulo nacional). Aunque ni siquiera ese impecable razonamiento escolástico le eximía de seguir siendo un asesino, algunas mentes ingenuas lo habrían considerado una guerra justa y habrían aplaudido su conducta.

Así, que cuando la próxima vez oigan que nuestras tropas están en misión de apoyo logístico y humanitario y demás eufemismos, ya pueden imaginarse el percal: estarán preparando cervecitas, jamón y pescaíto frito para los que realmente tiran los bombazos.

NOTA: Este artículo, reconvertido en capítulo, se puede leer también, junto con muchos otros del mismo estilo, en mi novela El año de la esquizofrenia, Valencia, Untergang, 2012.

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