domingo, 9 de diciembre de 2012

Lecciones de cultura alemana para españoles que quieren emigrar. Episodio 2: Monográfico Pop-rock alemán.

LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(VII: 2012-2013)

Juan Gómez Capuz

LECCIONES DE CULTURA ALEMANA PARA ESPAÑOLES QUE QUIEREN EMIGRAR. EPISODIO 2: MONOGRÁFICO POP-ROCK ALEMÁN

Debido al éxito que ha tenido mi artículo inicial sobre aspectos de la cultura alemana que puedan ser de utilidad para los jóvenes españoles que piensar ir a trabajar allí, y a petición de varios lectores, me he propuesto desglosar esa visión general en diferentes artículos monográficos que tratan cuestiones particulares de la cultura alemana y su peculiar Volkgeist .

La cuestión que quiero abordar en el presente artículo es la contribución alemana a la música pop-rock desde 1970 hasta la actualidad, así como dar unas pinceladas sobre los gustos reales de los alemanes en el terreno de la música pop y rock.

La idea de partida es que, aunque nos resulte un ambiente exótico y alejado de las cunas de la música pop-rock, la música moderna producida en Alemania constituye la aportación más significativa y numerosa de toda la Europa Occidental (descontando, por supuesto, el Reino Unido e Irlanda). Tan sólo Suecia, gracias al bombazo del fenómeno ABBA, sus epígonos clónicos (Roxette, Cardigans) y su tradición de heavy melódico y épico (Europe, Hammerfall), puede colocarse en un cierto nivel de igualdad. En todo caso, la aportación de Alemania a las tendencias del pop-rock internacional es muy superior a la de Francia, Italia y España juntas.

La aparente paradoja de esta afirmación radica en que casi toda la música moderna alemana, a pesar de estar cantada en inglés en un 75%, se suele ubicar en estilos y movimientos que forman parte de la periferia o los márgenes del pop-rock mainstream tal como lo conocemos. Los alemanes han sido pioneros y especialmente productivos en géneros periféricos (han preferido el fondo a la figura, en términos de psicología de la Gestalt) como la música electrónica, el avant-garde, el art-rock, el ambient, el tecno, la música disco, el heavy y hasta propuestas tan llamativas como el neogregoriano. Eso es lo que pretendemos explicar en el presente artículo.

Para entender esta especifidad del pop-rock alemán habría que remontarse a los orígenes, el génesis. Y lo curioso de este origen, es que ese punto alfa y foco primordial no se encuentra en las corrientes habituales del pop-rock sino en un ámbito mucho más alejado, la música clásica contemporánea. Su nombre es Karlheinz Stockhausen. Stockhausen fue un pionero de diversas técnicas de la música clásica contemporánea, como la música concreta (grabar ruidos y sonidos cotidianos, como la cisterna de un váter), la música aleatoria (combinar sonidos al azar) y la música electrónica y fue creador de la llamada Escuela de Colonia. Reflejo de ese modelo musical novedoso es su obra Cuarteto de cuerda con helicóptero, consistente en meter a los miembros de un cuarteto de cuerda vestidos de levita con sus instrumentos en sendos helicópteros (o sea, cuatro) y grabar todos los sonidos a la vez: la verdad es que la escena, accesible en Youtube, resulta más disparatada y surrealista que la que pudieran imaginar en sus mayores delirios Buñuel, Berlanga, los Monty Phyton o Zucker-Abrahams-Zucker. Sin embargo, poco a poco, su peculiar estilo fue llamando a atención de músicos de las más diversas orientaciones, hasta que a finales de los 60 artistas tan importantes como The Beatles, Pink Floyd, Miles Davis y Stravisnki lo consideraron, quizá por pose intelectual o en un momento de debilidad mental inducida por drogas, como el músico más influyente del siglo XX. Con tales elogios, y después de aparecer en la portada del Sgt.Pepper´s, inevitablemente Stockhausen se vino arriba. Comenzó a impartir cursos de verano, a los que acudían en tropel miembros de grupos psicodélicos y progresivos como Grateful Dead y Jefferson Airplane. Aquí se gestó la leyenda urbana del “yo estudié con Stockhausen”, que siempre daba una pátina de prestigio avant-garde a músicos que al final acababan haciendo el pop-rock más convencional. Mantuvo esporádica correspondencia con John Lennon, a quien devolvió favores considerándolo “el más importante mediador entre la música popular y la música clásica en la segunda mitad del siglo XX”; ese título quizá le hubiera correspondido mejor a su colega McCartney, que fue quien primero descubrió la música de Stockhausen gracias al Gesang der Jünglinge, aunque fue Lennon quien llevó a la práctica los experimentos más radicales del gurú alemán en el galimatías sonoro titulado “Revolution 9”. Stockhausen siguió siendo prolífico en cursos, obras (como Telemann) e hijos (como Bach) hasta su muerte en 2007. Artistas actuales como Björk, Sonic Youth, Moby y Radiohead le siguen rindiendo tributo. Héroe y genio para unos, villano y farsante para otros, Stockhausen despertó entre musicólogos y aficionados una taurina división de opiniones sólo comparable a la que 80 años antes suscitó otro “gran” compositor alemán, Richard Wagner.

Es en estas coordenadas en las que hay que situar el nacimiento del pop-rock alemán, estrechamente vinculado por tanto a la vanguardia, la electrónica y el serialismo. A la primera generación de grupos, la más vinculada personalmente con Stockhausen, se le dio en el ámbito anglosajón la despectiva denominación de Krautrock, en alusión al Sauerkraut, plato típico alemán hecho con repollo fermentado y salchicha.

Así surge en Colonia el grupo Can, el más fiel a las esencia stockhausenianas, pues tanto Holger Czukay como Irmin Schmidt fueron –de verdad– alumnos suyos. Can realizó una labor pionera y extraña, combinando la música electrónica y el serialismo con toques de free-jazz y world music avant la lettre en elepés notables como Tago Mago, Ege Bamyasi y Future Days. La mayoría de sus temas (no sería apropiado llamarlos canciones, pues algunos eran muy largos y daban oportunidad a la improvisación) estaban cantados en inglés. Para ello se sirvieron del vocalista negro Malcolm Mooney, pero este enfermó pronto, posiblemente por poner gotas de LSD en el sauerkraut (tanto ácido junto es muy malo para la salud); fue reemplazado de inmediato por el vocalista japonés Damo Suzuki, de estilo vocal muy extravagante y que, como su nombre indica, iba como una moto.

La versión light (difícil de encontrar en cualquier esfera de la vida alemana) del Krautrock está representada por el grupo Tangerine Dream, aglutinado en torno a su eterno líder, Edgard Froese, quien también desarrolló una prolífica carrera en solitario. Las diferencias con Can son evidentes: además de la influencia de Stockhausen, Froese también reivindicó a los compositores cultos Xanakis y Ligeti, algo más digeribles; frente a la tabula rasa del Krautrock inicial respecto del pop-rock anglosajón, Tangerine Dream siguió muy de cerca los planteamientos psicodélicos y progresivos del Pink Floyd de la era Syd Barrett y de los grupos ingleses de la escuela de Canterbury. Con el tiempo, Tangerine Dream evolucionaría de manera suave (sin los bandazos de Can) hacia un elegante rock progresivo de atmósferas sugestivas y de gran sensibilidad, no muy alejado de la música ambient que Brian Eno estaba empezando a hacer en Inglaterra.

La vuelta al espíritu de Stockhausen y a las eternas esencias de la música alemana la encarna el grupo Kraftwerk, surgido en Düsseldorf en 1970. Se trata de un grupo que vuelve a la ruptura total con la tradición del pop-rock anglosajón, que elimina las guitarras y que sólo incorpora a su sonido sintetizadores y percusión electrónica (algo que el pop británico sólo alcanzará con Japan y Depeche Mode a mediados de los 80). Renuncian a cantar en inglés, y sus letras, mínimas, las cantan en alemán o mezclan diversas lenguas. La música electrónica de raíz stockhauseniana deriva rápidamente en Kraftwerk en un electropop cañero que anticipa el minimalismo, el tecno y el rock industrial. Su tema (tampoco nos atrevemos a utilizar el término canción en este caso) “Autobahn” es un claro homenaje a los principios del serialismo minimalista de Stockhausen, pues la misma línea melódica se repite durante nueve larguísimos minutos acompañados de la frase “fahr, fahr, fahr, fahr die Autobahn” con el propósito de reproducir la monotonía de conducir por una larguísima autopista alemana. La verdad es que, en ese sentido, el tema dio en el blanco, pues los sintetizadores y las autopistas son –junto con los tanques– los tres tótems indiscutibles del imaginario colectivo alemán (al menos para los Ausländer). Kraftwerk también presumió de tener vínculos personales directos con Stockhausen, y hasta circula la leyenda urbana de que actuaron juntos en el verano de 1971 en Colonia, pero parece ser solo eso, una leyenda urbana.

Hacia 1975 el pop-rock alemán es tan pujante e influyente que empezamos a encontrar casos de retroalimentación: el propio rock anglosajón comienza a incorporar algunos rasgos de la música moderna alemana. Además, hay que señalar que el público alemán conocía bastante bien las tendencias “normales” del pop-rock angloamericano: tenían especial arraigo los grupos de la invasión británica (sobre todo Beatles y Kinks), la psicodelia americana (Grateful Dead, Jefferson Airplane) y el rock progresivo británico (Moody Blues, Pink Floyd, Soft Machine), hasta el punto de que algunos grupos progresivos ingleses tuvieron casi más éxito en Alemania y otros países continentales (Suiza, Holanda, Dinamarca) que en la propia Albión, como fue el caso de King Crimson, Procol Harum y Barclay James Harvest, banda que ofreció un crepuscular concierto a las afueras del Reichstag en 1980. Además, conviene no olvidar la curiosa y fuerte afición alemana por el jazz, muy típica de la Alemania de Weimar, silenciada pero no eliminada durante los 12 años del Reich milenario, y que volvió a aflorar con fuerza con la ocupación aliada (además, en las zonas de ocupación norteamericana como Baviera tuvo bastante aceptación la música country & western). En los 80 cuajaron de manera especial las fórmulas de un pop épico y wagneriano como el que representaban los irlandeses U2 y los españoles Héroes del Silencio. Volviendo al tema inicial, hay ejemplos tempranos de esta retroalimentación o influencia inversa: las únicas versiones en lengua no inglesa que hicieron The Beatles de su propio material fueron en alemán (de “She Loves You” y “I Want to Hold Your Hand”), quizá en homenaje a su estancia en Hamburgo, mientras que Lennon ya fue capaz de imitar el modelo de balada estándar alemana en la canción “Girl” (de Rubber Soul). Otro ejemplo temprano apunta a la principal vocalista de la Invasión Británica, Marianne Faithfull, exnovicia de ascendencia austriaca y que estaba orgullosa de ser descendiente directa de Leopold von Sacher-Masoch, inventor del masoquismo, lo cual encajaba bastante bien con su condición de eterna novia de Mick Jagger; Faithfull siempre se esforzó por cantar en un “inglés roto” (broken English) con fuerte acento alemán y en etapas posteriores cultivó la canción de cabaret berlinés. De todas formas, el caso más claro de retroalimentación es el del camaleónico David Bowie, amigo de Lennon y gran admirador de Stockhausen: tras una etapa de decadencia, el duque blanco se trasladó a Berlín Oeste, donde realizó sus tres interesantes elepés de la llamada “Trilogía berlinesa”, Low, Heroes y Lodger, asistido en la producción por Robert Fripp (de King Crimson) y Brian Eno, también muy receptivos hacia la música ambient y electrónica que se hacía en Alemania. Incluso circula una leyenda urbana de una posible colaboración entre Bowie y Kraftwerk (ya puestos, podían haber invitado a Lennon y Stockhausen y se había creado el “Million Dollar Quartet” europeo).

A finales de los 70 surgen en Alemania nuevas tendencias, algo más próximas al mainstream anglosajón. Alemania se convierte en la avanzadilla de la música disco, gracias al aventurero italiano (tirolés del sur)Giorgio Moroder, que recluta a Donna Summer y crea el “Sonido Munich”, música disco al estilo tecno alemán adornada con gemidos eróticos. Otro aventurero alemán, versión actualizada de Händel y Telemann, Franz Reuther, cambia su nombre por el más “reggae” de Frank Farian y recluta a varios negritos de las Antillas Holandesas, que versionean temas antiguos (“Sunny”, “Rivers of Babylon”) y estrenan canciones cosmopolitas compuestas por el propio Farian (“Rasputin”, “Belfast”, “El Lute”): se trata, por supuesto, de Boney M., grupo alemán donde los haya que continúa con la tendencia de música disco (estuvieron a punto de representar a Alemania en Eurovisión). No se sabía muy bien si esos negritos (comandados por el carismático Bobby Farrell) cantaban ellos o solo bailaban; la duda quedó resuelta en el siguiente producto de laboratorio de Farian, los Milli Vanilli, que claramente no cantaban. Ya entrados los 80, tenemos el ejemplo de Dieter Bohlen, con su grupo de laboratorio Modern Talking y sus canciones eurobeat perfectas pero clónicas (como componía como un alemán, tuvo que inventarse a una vocalista filial, la holandesita húmeda C.C.Catch, para dar salida a su abundante producción repetitiva). También de la misma época es Alphaville, cuya power ballad “Forever Young” muestra la tendencia alemana hacia los sintetizadores y las canciones himno. Alemania hizo incluso su aportación al movimiento punk, encarnado por esa extraña criatura, mezcla de Bowie y Nadiuska con los alaridos de Yoko Ono, que responde al nombre de Nina Hagen (y que cantaba en alemán para dar todavía más miedo). La hegemonía durante el período 1975-1985 del pop alemán en los ámbitos de la música disco con toques tecno, también llamada despectivamente Eurobeat, provocó nuevamente casos de retroalimentación en los grupos británicos de tecno y nuevos románticos, especialmente en Spandau Ballet, el más “alemán” de los grupos ingleses de la época (no hay más que ver su imagen en la portada española del recopilatorio Gold: parecen Ralph Fiennes imitando a Kraftwerk). Que los grupos ingleses adoptaran nombres como Joy Division, New Order, Bauhaus o Spandau Ballet es, si se investiga, bastante revelador del influjo alemán.

Otra gran tendencia que surge en los 70 es el heavy metal, cuyo estandarte es sin duda el veterano grupo Scorpions, máximo exponente de un heavy melódico con tendencias épicas reveladoras de las eternas esencias de la música alemana. Cantaban en inglés y no tuvieron dificultades en “invadir” el mercado internacional, a la vez que su guitarrista Rudolf Schenker huía a Inglaterra para integrarse en UFO y luego formar la Rudolf Schenker Band. La huida a Inglaterra ha sido bastante habitual en el rock alemán: ya lo hizo el amiguete de The Beatles Klaus Voorman, primero en Manfred Mann y luego como bajista de cámara de Lennon y Harrison; también Holger Czukay, líder de Can, pasó toda la década de los 80 en Inglaterra colaborando con miembros de Public Image Limited, Japan y U2. El heavy alemán creó escuela y provocó claros ejemplos de retroalimentación, más allá de las umlauts en los nombres: hay influjos en Iron Maiden, pero Motörhead es el más “alemán” de los grupos heavy ingleses, liderados por un Lemmy Kilmister que colecciona compulsivamente parafernalia y memorabilia nazi. En la época actual, el heavy alemán se ha fusionado con las tendencias –también muy alemanas– del rock industrial oscuro y neogótico (representado en los 80 por los grupos ingleses Joy Division, Siouxie & The Banshees y, sobre todo, Bauhaus) y ha dado lugar al grupo Rammstein.

Una de las últimas tendencias periféricas de la música moderna alemana es lo que podríamos llamar neogregoriano en los años 90. Enigma representaba la versión “cachonda” del neogregoriano: canciones clónicas estilo chill-out, con el sintetizador siempre en modo “sonido flauta de pan”, melodías minimalistas y letras mínimas en inglés o pseudolatín, acompañadas de sutiles gemidos eróticos femeninos, lejano eco de Donna Summer y el sonido Munich (¡ay, si Hildegard von Bingen si levantara la cabeza!). Más serio era el proyecto Gregorian, con versiones neogregorianas de clásicos del pop (especialmente baladas épicas y etéreas tan del gusto alemán, como el “Angels” de Robbie Williams) y algún que otro tema ad hoc con letra bien escrita en latín, en consonancia con proyectos pseudomonásticos y pseudooperísticos similares como el español El Bosco y el italiano Il Divo.

Ahora bien, cuando tienen ocasión, los grupos alemanes abandonan esas tendencias periféricas y consiguen cultivar un pop clásico a la manera británica, de melodías optimistas, saltarinas y verticales al estilo de Paul McCartney y de Blur. El grupo tecno eurobeat Propaganda lo consiguió con su canción “Duel”, pero es sin duda la canción “Lemon Tree” de Fool´s Garden, la que mejor sintetiza ese pop fresco y optimista de raíz británica: la canción es de 1995 y hubiera sido el himno del Britpop de no haberla hecho un grupo alemán.

Como podéis ver, el pop rock alemán es mucho más variado y productivo de lo que a primera vista podría parecer. Aunque gran parte esté cantado en inglés, sus características son propias de la mentalidad alemana. No es el tipo de canciones que oiréis en la radio, pero sí están presentes en los grandes almacenes y la gente del país las siente como suyas: es su propia “Movida”.



lunes, 8 de octubre de 2012

"Rubber Soul" y "Revolver": El Quijote musical de Los Beatles

LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(VI: 2011-2012)


 Juan Gómez Capuz


"RUBBER SOUL" Y REVOLVER: EL QUIJOTE MUSICAL DE LOS BEATLES

Este pasado 5 de octubre se cumplieron 50 años de la publicación del primer single de The Beatles, “Love me do”. En una época actual donde triunfan modas pasajeras y artistas inanes, recordar una canción de hace 50 años resulta algo extraordinario. Una prueba de fuego que el 99,9% de los artistas no superarán nunca.

Claro está que “Love me do” tampoco fue una gran canción. Si se recuerda a The Beatles como grandes clásicos es por su obra posterior, que sí merece el calificativo de atemporal. Normalmente se suele aludir al Sargeant Pepper´s (1967), como álbum que marcó una época. Pero la madurez compositiva comenzó un poco antes, con dos álbumes que allanaron el camino, repletos de grandes canciones y de complejos experimentos sonoros, a la par que letras más elaboradas. Rubber Soul (1965) y Revolver (1966) no tienen nada que envidiar al Sgt. Pepper´s, e incluso si se examinan canción por canción, quizá ambos, y sobre todo Revolver, son superiores.

Pero otro de los aspectos que más me han fascinado de las canciones de Rubber Soul y Revolver, tras la lectura de diversos libros dedicados a la música de The Beatles, es el hecho de que también funcionaron como una especie de gran panorámica o “estado de la cuestión” de los estilos musicales del momento. Muchas de las canciones de ambos discos imitaban (siempre con un cierto tono de parodia, pero nunca exagerado) los estilos musicales con los que ellos convivían. Lennon y McCartney siempre fueron como esponjas que absorbían las influencias musicales ajenas, a la vez que aprendieron mucho del magisterio de George Martin. Ese carácter imitador y paródico de la música de su tiempo, este curioso ejercicio de estilo, contribuye a hacer todavía más grandes Rubber Soul y Revolver, y además proyecta una analogía curiosa con una de las mejores novelas de la historia, El Quijote. En El Quijote, Cervantes no solo parodia (de manera cruel) los excesos de las novelas de caballerías y sus efectos en lectores ingenuos. Cervantes también parodia (de manera suave, cercana a la imitación y al ejercicio de estilo) otros géneros en sus famosas “interpolaciones”: la novela sentimental (las historias de Cardenio y Luscinda, de Dorotea y Don Fernando, de Clara y don Luis, de Basilio y Quiteria, de Claudia Jerónima), la novela pastoril y bucólica (las historias de Marcela y Crisóstomo, de Leandra), la novela morisca (Historia del cautivo, historia de Ricote) y la novella italiana (Curioso impertinente). El Quijote es una novela de novelas: no sólo es el origen de la novela moderna sino que es un magnífico estado de la cuestión sobre las novelas idealistas que Cervantes pretende dejar atrás para crear una novela moderna de carácter más realista. Lo mismo sucede con Rubber Soul y Revolver.

Otro aspecto que nos debe sorprender todavía más es que estos dos magníficos álbumes fueron compuestos en los dos años finales de las giras interminables, caóticas y peligrosas que soportó el grupo, casi sin tiempo libre entre una y otra. A partir de 1965 los contratiempos en las giras mundiales de The Beatles fueron a mayor. No solo porque cada vez tocaban peor y el sonido de las fans era superior al de la banda, sino por los errores de logística y los “sustos”: la amenaza de muerte a Ringo en Canadá “por ser judío” (alguien confundió su apellido real Starkey con el apellido judío Starsky), lo que implicó ver a Ringo tocando escoltado por dos miembros de la policía montada; las amenazas de muerte en Japón por tocar en el Budokan, lugar reservado a las ceremoniales artes marciales; el linchamiento físico (esta vez sí que les pegaron de verdad) en Filipinas por no haber asistido a una recepción de la fashion victim de los zapatos Imelda Marcos. Recién llegados de Filipinas, un sombrío Harrison comentó con su particular humor negro “ahora nos tomaremos un par de semanas de vacaciones y luego iremos a que nos peguen los americanos”. Una habitual salida de tono de Lennon, diciendo que los Beatles eran más famosos que Jesús, convirtió la profecía en realidad y se multiplicaron las amenazas de muerte (y quema de sus discos) en los estados sureños de Estados Unidos, alentados por el Ku Kux Klan. Que en esas circunstancias fueran capaces de escribir estas magníficas canciones es todavía más soprendente.

Rubber Soul (1965) fue saludado por la crítica como una aproximación al terreno del folk, quizá a causa de las visitas a Estados Unidos (el jaleo descrito arriba es posterior, del verano del 66) y de la influencia de Dylan. Es un álbum más acústico y menos rockero que otros de su carrera, anteriores y posteriores. En algunos casos incluso se aproxima al country. Algunas de las canciones incluidas en él podrían haber formado parte del repertorio de autores como Judy Collins o Johnny Cash, y de hecho estos artistas versionearon algunas canciones del álbum. Es el caso de la mágica y etérea “In my life”, con su suave rasgueo de guitarra acústica y sus agridulces reflexiones sobre el paso del tiempo y el recuerdo del pasado, en las que Lennon a sus 24 años habla como un poeta anciano que escribe su testamento literario. La letra es poesía pura, y de hecho fue incluida en antologías de poesía inglesa contemporánea. La canción, perdida en la cara B, nunca planteada como single, pero se convirtió pronto en un clásico, fue favorita del público y objeto de múltiples versiones (una de las más emotivas, la recitada por Sean Connery con acompañamiento al piano de George Martin). Fue la canción favorita de Cynthia Lennon y de los otros tres beatles (Paul reclamó una parte de porcentaje en la composición, como después John lo haría con "Eleanor Rigby", lo que prueba la gran calidad de ambas). También es la canción con la que se cierra la película documental Imagine. La revista musical británica Mojo la eligió en 2000 mejor canción de todos los tiempos por votación de los lectores. Fiel a su sabor folk, es una canción muy popular en Estados Unidos en graduaciones, bodas y funerales.

La aproximación al folk y a las letras elaboradas también caracteriza a otra canción secundaria pero muy recordada. “Norwegian Wood” es otra obra de Lennon, de melodía letánica y letra enigmática. El objetivo explícito de Lennon era imitar el estilo de Bob Dylan, algo que ya había ensayado con "You´ve got to hide your love away", canción del álbum Help!; sin embargo, el de Minnesota se lo tomó a mal y respondió con una parodia en su siguiente disco. La canción también marca un hito en la experimentación y el acercamiento a otras culturas musicales, pues fue la primera canción occidental en la que sonó un sitar (tocado por Harrison o por algún músico de sesión indio).

Más cercana al country es "Nowhere Man", de Lennon, donde el autor da forma musical a la soledad y alienación sufridas durante la vorágine de giras, jet-lag, hoteles-cárcel y amenazas. En cierto modo es la continuación del grito de socorro de "Help!" y su época de "Elvis gordo", pero las armonías vocales a lo Hollies y Seekers de esta última (es normal que "Help!" llegara a ser canción de parroquia) se transforman ahora en una melancólica balada country sobre un don nadie que va dando tumbos por la vida y con el que se identifica el autor. La verdad es que encajaba bastante bien con la temática del country y del vaquero solitario o lone star. De hecho, en versiones posteriores, como la de Randy Travis en el Tributo a John Lennon, se acentúa el tono country al ralentizar el tempo y cantarla con un tono doliente. Ahora bien, en terreno totalmente country tenemos la ligera “What goes on?”, compuesta por Lennon y McCartney para Ringo, gran aficionado al country and western, y que también colaboró algo en la composición.

La aportación plena de McCartney fue su homenaje a la música negra: “Drive my Car” es un potente rock para piano y con un pesado sonido de graves que lo acerca al soul y las canciones que por entonces hacía Otis Redding.

Pero Lennon y McCartney no se quedaron ahí. También quisieron adentrarse en el tipo de música que se hacía en la Europa continental y aportaron dos muestras de lo que Ian MacDonald, en Revolución en la mente, llama “eurocanción”. La más conocida es “Michelle”, de Paul, imitación paródica de la balada francesa y que contiene un par de versos en francés. Menos conocido es el dato de que “Girl”, de Lennon, es una imitación de la balada alemana que ellos conocieron en las largas noches de Hamburgo, un decadente two-step alemán mezclado con ecos de Zorba el Griego. He de reconocer que esta canción no me gustó la primera vez que la escuché; la veía muy diferente del sonido Beatle. Pero poco a poco me ha ido seduciendo. El estilo letánico y horizontal de Lennon (MacDonald dixit) se ajusta como un guante a esta canción, que por momentos parece una versión lenta de las canciones de cabaret berlinés y, en especial, de la “Mackie-Messer Song” de Kurt Weill. En cuanto a las letras, "Michelle" presenta al prototipo maccartiano de chica dulce y hogareña, mientras que "Girl" nos ofrece el reverso lennoniano de la mujer independiente, artista bohemia que no duda en humillar al hombre (vagamente inspirado en Astrid Kirchherr, según Ian MacDonald). Paradójicamente, en la vida real la chica dulce y hogareña era Cynthia, la esposa de John, mientras que la artista bohemia independiente se asemejaba más a Jane Asher, eterna novia de Paul. Es normal que ambas parejas no funcionasen. Más tarde ambos encontrarían a su prototipo en las aparentemente anodinas Linda Eastman y Yoko Ono, y las dos parejas fueron felices hasta que la muerte los separó.

En Revolver (1966) las imitaciones de estilos ajenos son más elaboradas, a la vez que se anuncia el nuevo estilo psicodélico en temas como “Tomorrow never knows”. Como en este elepé Lennon lleva todo el peso de la experimentación propia, la mayoría de las canciones que imitan otros géneros musicales de su época corre a cargo de McCartney, aunque no debemos olvidar la primera incursión de Harrison en los sonidos de la música india en “Love you to”, considerada la primera canción occidental en emular la estructura e instrumentación de la música oriental. En el caso de McCartney, destaca la aproximación a modelos influidos por la música clásica, tanto en estructura como en instrumentación. En “For no one”, una sobria y sombría canción de desamor, se sirve de un perfecto fraseado al piano que parece sacado de un adagio de Mozart, insertado en una melodía cíclica que recuerda a la forma-sonata y, como guinda, un lúgubre solo de corno inglés interpretado por el afamado Alan Civil. Más compleja es todavía “Eleanor Rigby”. La letra vuelve a ser tan perfecta como la de “In my life”, y en ambas sorprende ver cómo los líderes del grupo de más éxito, quizá en un extraño descanso entre las agotadoras y peligrosas giras que los convertían en seres solitarios confinados en las suites de los hoteles, reflexionan sobre el paso del tiempo, la soledad y la muerte. La canción de Paul es más nihilista todavía y su mensaje, aunque disfrazado con violines, más demoledor que el pesimismo o las bravatas de Lennon. Y en cuanto a la música, nada más alejado de la habitual canción pop: no hay guitarras, ni bajo, ni batería; tan solo un doble cuarteto de cuerda que traza unas sinuosas, inquietantes y lúgubres líneas melódicas (inspiradas en la banda sonora de Fahrenheit 451) acordes con el tema de la canción. No obstante el optimismo maccartiano vence en Revolver gracias a las soleadas y alegres canciones de perfecta factura pop “Good day sunshine” y “Here, there and eveywhere”; el carácter bucólico y coral de la segunda la acerca al tipo de canciones que estaban haciendo los Beach Boys por la misma época y que cuajarían en el álbum Pet Sounds. Finalmente, Paul vuelve a rendir tributo a la música negra con el experimento soul de “Got to get you into my life”, amplificado por los ocho músicos negros de sesión (ocho, como en “Eleanor Rigby”) y sus instrumentos de viento metal con los micrófonos colocados en el mismo pabellón del instrumento para potenciar su sonido.

Rubber Soul y Revolver fueron mucho más que la antesala de Sgt.Pepper´s. Fueron obras maestras y, además, una completa y acertada revisión de todos los estilos musicales de su tiempo, imitaciones sinceras con un leve toque de parodia. Fueron, en suma, un Quijote musical de su época.

P.S. Como dijo John Lennon, "you can get married in Gibraltar in Spain".

jueves, 5 de julio de 2012

Las minas del Rey Salomón (Reflexiones sobre el papel de España en el mundo)

LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(VI: 2011-2012)


Juan Gómez Capuz


LAS MINAS DEL REY SALOMÓN (REFLEXIONES SOBRE EL PAPEL DE ESPAÑA EN EL MUNDO)

Vivimos tiempos de confusión. Tiempos pre-apocalípticos. Y en España, país donde la tragedia siempre se degrada en esperpento, esto se nota todavía aún más. Además de la crisis, el escándalo de Bankia, la prima de riesgo, nos encontramos con la noticia de que el Códice Calixtino de la catedral de Santiago fue robado por un electricista y sus parientes: parece un remake de una película de Berlanga o de alguna de los 70 titulada “El electricista, su mujer y el Códice vuelve a aparecer”.

Pero en toda la Europa meridional suceden cosas parecidas. Pensemos en Grecia, ese país que siempre ha estado en ruinas, como decía Gila. Durante varios meses he albergado la vaga ilusión de que Evangelos Venizelos, ministro de Economía cuando el primer rescate y ahora líder del PASOK, era en realidad Terry Gilliam, y que todo lo que estaba sucediendo en Grecia era el guión de un falso documental surrealista de Gilliam, continuando la tradición de los Monty Phyton y al estilo de los que ahora hace Sacha Baron Cohen o aquél en el que Joaquín Phoenix salía más sonao que un boxeador. Pero no. Desgraciadamente, no era una película de Terry Gilliam sino la cruda realidad.

Volviendo a España a y sus dirigentes, también sería ingrediente de esperpento y película berlanguiana la primera gira de Rajoy por el mundo. Tal como estaba el panorama por España, con la prima de riesgo por las nubes y con los mineros en pie de guerra, el buen hombre decidió poner tierra de por medio, igual que hicieron casi todos sus predecesores. Empalmó la Cumbre Hispanoamericana en Los Cabos con la Cumbre Río+20 de Desarrollo Sostenible en Río de Janeiro. El problema es que allí ya se hallaba fuera del radio de acción de nuestro idioma español y a merced de gentes extrañas que hablaban otras lenguas. Por ello, cuando un negrito con pinta de no estar muy por la labor (y al que podríamos haberle dicho, como Emilio Aragón, “menos samba e mais trabalhar”), lo presentó en inglés como “primer ministro de las Islas Salomón”, Rajoy no lo entendió y respondió “muchas gracias” en castellano drecho. Incluso da la impresión, cuando conoció el desliz del negrito, que le había hecho gracia ese exótico Anschluss austral (que no austríaco).

Ahora bien, yo pienso que no se trató de una confusión casual ni mucho menos aislada, sino que es el síntoma de algo que está sufriendo España y que debemos reconocer: en el Hemisferio Sur no nos quieren. Y lo de las Islas Salomón no es el primer caso ni el más grave. Están todavía recientes los agravios de las nacionalizaciones de Repsol YPF en Argentina y de Red Eléctrica en Bolivia. Y también podríamos recordar que en el año 2000, cuando la final de Copa Davis de tenis entre Australia y España, un señor con pinta de trompetista borracho interpretó el Himno de Riego en lugar de el Himno Nacional, con el objeto de minarnos la moral y que perdiéramos. Y perdimos. Pero lo más triste fue la cara de pena y confusión de Carlos Moyá y los demás durante aquel bochornoso espectáculo. No nos quieren en el Hemisferio Sur.

Y todavía queda aceptar la parte más dura: en el Hemisferio Norte nunca nos han querido. Qué decir de la temprana Leyenda negra, que siempre nos ha acompañado (hasta los Monty Phyton y The Spanish Inquisition), a pesar de que quemamos muchísimas menos brujas que ellos (y nunca tuvimos ningún "Juanito Gorrión, pirata español", quizá porque los españoles sólo sabemos ser piratas en nuestro propio país). Qué decir del proverbio holandés que anima a los niños a dormirse pronto porque de lo contrario vendrá el duque de Alba para llevárselos (si hubiera dicho “la duquesa de Alba”, se entendería mejor).

Pero habría que hacer algo de autocrítica y pensar cómo son los países que durante algún tiempo formaron parte de ese glorioso Imperio Español donde nunca se ponía el sol (quizá porque nunca salía, hablando en sentido figurado). Parece que durante el periodo de pertenencia a nuestro Imperio se fueron contaminando de la desidia, corrupción, marrullería y desmedido orgullo de nuestra forma de ser, del Volkgeist español que diría la Merkel. Incluso aquellos países que se libraron pronto de nuestro yugo y que hoy en día pasan por ser naciones modernas y avanzadas, aún tienen en su interior ese virus que les inoculamos. Por ejemplo, Holanda, país donde la gente va en bicicleta, las prostitutas se exhiben en escaparates y la marihuana se consume tranquilamente en coffee-shops. Y qué decir de la vecina Bélgica, un Estado más fallido que la propia España, incapaz de formar Gobierno en más de un año (aunque ahora tienen un presenidente de gobierno que se parece a Salvatore Adamo), con dos comunidades lingüísticas y nacionales (valores y flamencos) que hablan entre sí en inglés para no tener que dar su lengua a torcer, un país donde pegas una patada a un seto de bocage y salen cien pederastas, un país donde el plato nacional son los mejillones con patatas fritas. Nápoles y Sicilia, tierra del chanchullo, la mafia y el dolce far niente, tan atrasada respecto del resto de Italia que a su lado Andalucía casi parece Alemania. Tampoco olvidemos que Portugal, país de las toallas, el bacalao (bacalao con nata es su plato nacional) y la ausencia de depilación estuvo casi un siglo unido a la Corona Española, de lo cual se explica el desmedido orgullo (véase Cristiano Ronaldo) de un país tan chiquitito. También tenemos Guinea Ecuatorial, pequeño terrón de azúcar del gran pastel africano gobernado por dictadores a escala sobrehumana. Y toda Hispanoamérica, continente que ha tenido la especial habilidad de adoptar lo peor de las culturas precolombinas y lo peor de la cultura española, destacando la vagancia, los chanchullos y el machismo. Y nos queda Filipinas, un país donde tienen cara de chino, nombre español y hablan en inglés, a pesar de lo cual predomina el componente español y por ello son uno de los países más vagos y pobres del Sudeste asiático.

Ese es el verdadero papel de España en el mundo, y nuestros políticos, siempre tan reacios a aprender idiomas y a conocer la diversidad de las demás naciones, lo siguen demostrando en público.





sábado, 28 de abril de 2012

Summerhill, Primal Scream y la LOGSE en el tren (El tren de cercanías, Episodio 2)

LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(VI: 2011-2012)



Juan Gómez Capuz



SUMMERHILL, PRIMAL SCREAM Y LA LOGSE EN EL TREN
(EL TREN DE CERCANÍAS, EPISODIO 2)

Decía Elvira Lindo en un artículo de opinión aparecido recientemente en las PAU de la Comunidad Valenciana que a las personas de su generación, a las que hoy rondan los 50 años, se les educó como si la vida fuera un valle de lágrimas, como si todo costara mucho más esfuerzo que lo que realmente cuesta. En cambio, esa misma generación educó a sus hijos, a los que hoy tienen entre 10 y 30 años, como si la vida fuera un parque de atracciones, donde todo era lúdico y de color de rosa, donde cada niño era mimado y sobreprotegido por sus padres, los cuales le hacían creer además que él era mejor que todos sus compañeros, a la par que fomentaban su aislamiento y enclaustramiento dotándolo de todos los gadgets tecnológicos que iban surgiendo. Frente a esos dos modelos antitéticos, Elvira Lindo proponía una educación que situara al niño o adolescente en su verdadero marco social y le permitiera interactuar con gente de su edad.

El tren de cercanías de la línea Valencia-Xátiva, que ya nos permitió hacer un retrato coral de la desorientada sociedad actual en un artículo anterior (titulado “El tren de cercanías” y al que podemos denominar a posteriori “Episodio 1”), nos vuelve a ofrecer un ejemplo muy claro de este modo actual de educar. Se trata de un padre de unos treinta años, con una indumentaria cuando menos curiosa: lleva el pelo largo recogido en una coleta, algunas trenzas rastas, los brazos repletos de tatuajes, lleva camisetas de manga corta (incluso en invierno) con eslóganes reivindicativos o propaganda de grupos punk-rock antisistema. Este padre siempre va acompañado de un niño rubio de dos años y medio, al que habla sistemáticamente (en eso no es “antisistema”) en la lengua vernácula y al que le deja hacer todo lo que él niño quiera, como veremos seguidamente. También resulta llamativo el hecho de que todos los días hace un trayecto de al menos 40 kilómetros para llevar a su hijo al colegio: coincido con ellos en el tren de las 7.53 y el otro día, que salí un poco antes para poder llegar a la presentación de mi novela El año de la esquizofrenia, volví a coincidir con ellos en el tren que llega a valencia a las 18 horas. Aquello ya fue sobredosis, aunque la presentación de mi libro no se vio afectada y salió muy bien, quizá porque la esquizofrenia ya la llevaba de casa.

¿Por qué este padre y este hijo hacen casi 100 kilómetros al día? Habida cuenta de sus apariencias, podemos sospechar que el padre lleva a su hijo a una escuela que cumpla con su peculiar modelo de la educación, aunque ello le obligue a hacer tan largos desplazamientos y madrugar tanto. El hecho de que vaya siempre el padre con el hijo también nos permitiría inferir que la madre, cansada de un experimento educativo tan radical, se haya separado y los haya dejado abandonados a su suerte.

Porque, como hemos apuntado, el padre consiente, e incluso alienta, todas las travesuras y salidas de tono de tan tierno infante, con cara de angelito pero que lleva camino de convertirse en todo un diablillo. No pone objeción a que el pequeño corretee a lo largo del vagón ni a que moleste a otros viajeros. Parece que las prohibiciones y los avisos no entran en su paradigma educativo. A mí en seguida me recordó al modelo educativo disparatado de Summerhill, ideado por A.S.Neill. Un modelo donde las aulas son opcionales y los alumnos pueden escoger las que desean frecuentar y las que no desean, como si la educación fuera el menú de un restaurante. Basado en las ideas pseudoanárquicas y falsamente progresistas de Rousseau, Wilhelm Reich, Piaget y Vigotsky, Summerhill también defiende la ausencia de exámenes y calificaciones, la abolición de reprimendas y sermones, la importancia dada al juego y a las actividades creativas, mientras que los libros pasan a un segundo lugar en la educación, y finalmente, como traca final, la idea piagetiana de que el egoísmo infantil es una etapa más del desarrollo del niño, puesto el niño (y por extensión el alumno) siempre tiene razón. Como ven, todo ello parece estar en la base del modelo pedagógico que aplica este padre y del colegio lejano al que lleva a su hijo, posiblemente un Summerhill de La Ribera (igual hasta se llama Coll d´Estiu).

Me imagino que algún profesor que lea este artículo habrá atado cabos y habrá recordado que muchos de los principios de Summerhill estaban también en los aspectos más radicales de la LOGSE, desde la veneración a Piaget y Vigotsky (cómo los sufrimos quienes tuvimos que aprendernos los 14 temas de legislación logsaica) hasta el anatema de los libros y la educación de contenidos, dinamitada a favor de los subjetivos criterios de procedimientos y actitudes, que al final no acababan sirviendo para casi nada.

Pero es que resulta que el otro día que volví un poco antes por la tarde, asistí a una variante más radical todavía del experimento educativo que lleva a cabo este padre. Porque   se dedicaba a animar a su hijo a que gritara todo lo que quisiera (y todo lo alto que quisiera) mientras jugaba con unos animalitos de juguete, sin importar en absoluto la incomodidad que podía producir en los restantes viajeros del vagón. Aquí pienso que este padre había superado los cauces del modelo Summerhill y de la LOGSE y se había precipitado en la teoría del Grito Primario del doctor Arthur Janov. En opinión de tan singular doctor, lanzar gritos espeluznantes, llamados primarios o primales por estar referidos a experiencias reprimidas en las etapas iniciales de la vida, conduce a la solución de la neurosis (a esos gritos yo los llamaría más bien primates, pues parecen propios de monos aulladores). Como podemos sospechar esta teoría está basada en los principios psicoanalíticos de Freud y Reich. Cobró gran popularidad a finales de los años 60, cuando se la relacionó con los aullidos de Janis Joplin y, de manera explícita, con los alaridos pseudoorgásmicos de Yoko Ono mientras Lennon andaba medio dormido (y eso que había dicho que "el sueño había terminado") y amuermado por sustancias varias. Hoy en día se le relaciona más con el grupo indie Primal Scream, que ha tomado el nombre de la denominación inglesa del fenómeno.

Así que la próxima vez que coja el tren de cercanías, intentaré sentarme lejos del padre alternativo y su hijo cada vez más asilvestrado, aunque por muy lejos que esté, seguro que oiré su grito primario.

lunes, 27 de febrero de 2012

Torrente y los policías de verdad (apatrullando la ciudad)


LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(VI: 2011-2012)


Juan Gómez Capuz


TORRENTE Y LOS POLICÍAS DE VERDAD (APATRULLANDO LA CIUDAD)

En primer lugar, deseo agradecer a los internautas el éxito que está teniendo este blog, que ya supera las 2.500 visitas, 900 de ellas desde el extranjero, lo cual me está llevando a plantear hacer una versión en inglés de alguno de los artículos de temática más universal (los de crítica musical, en especial). También es una muestra de que la cultura seria y la prosa satírica, mezcladas en artículos que quizá sean muy largos para la inmediatez de nuestros tiempos y la prisa de los internautas, todavía tienen un hueco en ese gran universo que es internet, para desesperación –supongo– de Enrique González-Macho (quien parece una versión cañí de Francis Ford Coppola… y el Yeti), convertido ahora en el relevo del Establishment o Lobby anti-internauta que hay en este país, paradójicamente, entre las filas más “progres”. Viene esta alusión a cuento de que mi primera intención era hablar sobre el cine español, aprovechando la sosa gala de los Goya, en un artículo titulado “El cine español y la Academia de los sobrevalorados”. Pero la actualidad manda y los sucesos que han acaecido esta semana que acaba en mi ciudad, Valencia, entre policías y estudiantes, reclaman mi atención. Ya que soy un bloguero muy visitado, debo hacer honor a mi “nombre de guerra” (eso implica que tengo “enemigos”, como veremos a continuación) de “El pobrecito hablador” y realizar de manera valiente la labor que en esta sociedad tan compleja y a la vez apática hubiera llevado a cabo el gran Mariano José de Larra.

En efecto, en Valencia, lugar donde últimamente pasan cosas muy interesantes, hemos vivido una semana de auténtica lucha campal, aunque poco a poco las cosas se han ido desinflando, quizá porque la “mano negra” política que había tras los dos bandos ha comprendido que las cosas se le habían ido de las manos.

Las reclamaciones de los estudiantes del IES Luis Vives, instituto de secundaria decano de la ciudad, eran legítimas: no había calefacción, en un tramo final de invierno mucho más frío de lo que esperábamos, entre otras razones porque la Conselleria d´Educació está pagando “ahora” a los institutos las partidas de presupuesto correspondientes a… ¡septiembre-diciembre de 2011!; por ello no es de extrañar que en muchos institutos no se disponga de liquidez para pagar los recibos de agua, luz y electricidad y que tengan que ser muchas veces las AMPAS de los centros quienes adelantes ese dinero. A ello hay que añadir toda una serie de medidas que tienen por objeto degradar la calidad de los servicios públicos en la Comunidad Valenciana, sobre todo en los ámbitos de la sanidad y la educación (y no digamos nada en el de la cooperación internacional, donde ha vuelto a saltar otro escándalo de “toma el dinero y corre”).

En consecuencia, los estudiantes del IES Luis Vives decidieron esta semana elevar el tono de sus protestas, manifestándose a la puerta del centro y cortando el tráfico en la zona más céntrica de la ciudad, un punto neurálgico que une la Estación del Norte con la Plaza del Ayuntamiento. Hasta ahí todo normal, pero parece que los sindicatos de estudiantes (los sufrí de cerca en mi Facultad de Filología en los 80) se dedicaron a caldear el ambiente más de lo normal y a convertir la protesta cívica en un nuevo mayo del 68. Primer error.

Pero más grave fue el segundo error, que procedió del bando contrario. Ante la potencial amenaza de alteración del orden público, el jefe de la Policía Nacional en la Comunidad Valenciana, Antonio Moreno, dispuesto a reverdecer viejos laureles de España 2000 y Levantina de Seguridad, aleccionó a sus hombres como si se tratara de un ejército en pie de guerra con tácticas de guardias de seguridad de discoteca.

El resultado es que el pasado lunes 20 de febrero a mediodía los dos bandos parecían preparados para una lucha campal, una especie de “guerra total” como la de soviéticos y nazis en el frente del Este. Muchos locutores radiofónicos han hablado de lo que no vieron y de lo que les contaron “los suyos” (como de costumbre), pero cuando yo llegué del trabajo a las cuatro y cuarto de la tarde a la Estación del Norte pude contemplar un auténtico escenario antes de la batalla. Ya se percibía mucha violencia verbal por parte de los dos bandos, y en cualquier momento podía saltar la chispa. Curiosamente, suelo coger el autobús para casa a cinco metros del extremo del Luis Vives y tenía que pasar por delante de todo el cotarro. Así que opté por desviarme por la calle Xátiva pegado a la acera opuesta al instituto. Pero aún estaba cerca de primera línea de fuego. El despliegue policial era enorme y desproporcionado: en cada esquina había tres o cuatro policías nacionales con la panoplia completa de antidisturbios (cascos con protector del rostro, chalecos antibalas, subfusiles para lanzar pelotas de goma). Y eso que a dicha hora las calles estaban desiertas: parecían las Stormtroopers del Imperio en el yermo planeta Tattooine. Pero siempre los tenías a centímetros. Every breath you take, every move you make, every bond you break, every step you take, I´ll be watching you. Yo intentaba pasar con la mayor tranquilidad posible junto a ellos, pues sabía que me encontraba en serio peligro: si se hubiera sabido que era profesor, sin duda me hubieran atacado los dos bandos con todos sus efectivos. Para reforzar el dispositivo, en San Agustín había muchos policías locales que, al parecer, pasaban por allí, como Aute, para “controlar” el tráfico: eran los sargentos pimientas de Lovely Rita.

No pude contar cuántos policías nacionales había, y tampoco nos lo ha querido decir el gran Antonio Moreno, pues en la rueda de prensa posterior afirmó que “no quería dar esos datos a sus enemigos”. La frase no pudo ser más desafortunada. Desde el punto de vista comunicativo, era la típica bravata al estilo de Alfonso Rus. A mí me recordaba a las bravuconadas habituales de Julio César en La guerra de las Galias mezcladas con un sketch de Gila (¿Es el enemigo? Que se ponga) y todo ello pasado por un espejo deformante de Valle Inclán. Desde el punto de vista jurídico, casi equivalía a una declaración de guerra, y en ese caso nos podríamos plantear la posibilidad de impartir a los alumnos una “optativa instrumental” (nunca mejor dicho) de “Tácticas de guerrilla urbana”, aunque por lo que se vio después, ellos pueden defenderse solitos.

Porque ese lunes, hacia las seis de la tarde, al final se armó. La violencia verbal dio paso a la violencia física y el abrumador despliegue policial hizo valor su superioridad. Yo creo que la actuación policial tenía en el fondo una justificación, y que el gran Antonio Moreno había sabido ver la conexión lógica: si los alumnos del Luis Vives se quejan por la falta de calefacción, vamos a calentarlos nosotros gratis. Las escenas de represión policial que se pudieron en ver varios canales de televisión me hicieron pensar que la película La casa de los espíritus que hacía poco había visto con mis alumnos no estaba tan alejada de la realidad que estábamos viviendo en la ciudad. Además, durante todo el día sobrevoló el centro de la ciudad un helicóptero de la policía nacional, haciendo más evidente la analogía con los hechos descritos en La casa de los espíritus o, incluso, con Apocalypsis Now Redux. Esa tarde no vi llover, pero vi gente correr y no estabas tú. Por su parte, en Canal 9 emitían una película del Oeste, quizá porque este género cinematográfico (que odio casi tanto como el cine español) ha sido el favorito de dictadores tan brillantes como Hitler y Kim Jong Il y, también, por una mera cuestión de autodefensa: en una película del Oeste nunca se ha visto a un estudiante, así que no había peligro de que los escasos telespectadores pudieran detectar lo que realmente estaba pasando en el centro de la ciudad.

“¿Qué dirá mañana esa prensa canalla? Lo que le manden”. Aun así, algunos tertulianos conservadores a los que puedes escuchar sin que te suba la tensión, como Germán Yanke y Eduardo San Martín, ponían de relieve los días sucesivos el desproporcionado despliegue policial, su intervención represiva y, sobre todo, la desafortunada alusión de Antonio Moreno a los “enemigos”. Incluso el muy moderado (como Narváez) periódico docente Magisterio  dice en su reciente editorial del 29 de febrero que "por eso mismo, generó la desproporcionada represión policial. Sobre todo en el inicial número de efectivos movilizados, creando una situación de conflicto y, pese a la contención, porrazos que nunca tuvieron que darse".

El martes aún hubo tensión, y algunos incidentes. Los demás días la cosa se calmó, como si ambos bandos (y sus respectivas “manos negras”) se hubieran dado cuenta de que se habían pasado de la raya. También contribuyó a la calma la paulatina sustitución de los antidisturbios de la policía nacional por los policías locales de Lovely Rita, que aportaron un mensaje de paz y amor. Todo pareció disolverse (quizá no sea el verbo más adecuado en estas circunstancias) como azucarillos en el agua, y ya a partir del miércoles el miedoso escritor al que estás leyendo se atrevió a acudir a la parada de autobús habitual.

Ahora parece que el punto caliente se ha desplazado a Barcelona, donde las legítimas protestas de los estudiantes se han visto pronto enturbiadas por la actuación de colectivos antisistema que han gozado de mucha vidilla y total impunidad durante años, especialmente durante el tripartito. Y eso que la policía autonómica, los Mossos d´Esquadra, tampoco se andan con contemplaciones a la hora de reprmir a los manifestantes, aunque algunas personas y ciertos grupos mediáticos los consideran más tolerables porque pegan en catálán (para información de los no catalanohablantes explicaré que los Mossos d´Esquadra se llaman así porque además de pegar, "muerden").

Resumiendo, la verdad es que me sorprendió tan desmesurada actuación policial el lunes 20, pues he de reconocer la buena labor de la policía nacional en estaciones de tren y otros lugares públicos, así como la profesionalidad y la paciencia de los policías nacionales y funcionarios civiles en la Comisaría del DNI electrónico del Hospital (barrio de El Pilar), donde tienen que bregar cada día con cientos de “indocumentados”, en el doble sentido de la palabra. O quizá sea que en el fondo, si se les rasca un poco, si se ven desbordados, si tienen determinados jefes o si hay una “mano negra” de carácter político que los manipula, aunque ahora lleven esos trajes azules tan molones y ajustados, algunos policías nacionales, como Torrente, y como decía Humphrey Bogart en Casablanca, “siempre vestirán de gris”.

lunes, 16 de enero de 2012

Historia de un funcionario que antes fue becario

LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(VI: 2011-2012)


Juan Gómez Capuz


HISTORIA DE UN FUNCIONARIO QUE ANTES FUE BECARIO

A raíz de las numerosas operaciones de acoso y derribo que estamos sufriendo los funcionarios de rentas medias por parte de todo tipo de administraciones, sean locales, autonómicas o nacionales, se han publicado en estos últimos días diversos artículos en los que se pone de manifiesto la divergencia entre los que crearon el caos y la deuda y los que la estamos pagando. Por supuesto, los autores de tales artículos son funcionarios que han visto reducidos en un 25% su poder adquisitivo en los últimos años, pero no así su dedicación en ámbitos tan vitales como la sanidad, la educación y la justicia. Y han tenido que escribirlos los propios funcionarios porque, por lo visto, el resto de la opinión pública española, siempre cainita, parece haberse alegrado con tales medidas, aunque en el fondo atenten contra la calidad de los servicios básicos antes mencionados.

Destacan estos funcionarios que obtener su plaza no fue algo gratuito. Quizá pueda haber alguna leve excepción en la administración local y, sobre todo, en el mundo universitario, todavía dominado por una asfixiante endogamia, pero en el resto de oposiciones las plazas se ganan en buena lid y con mucho esfuerzo. Los que lo conseguimos en los años 90 renunciamos además al dinero fácil del pelotazo de la construcción, de las comisiones ilegales y otros chanchullos, y nos conformamos con un sueldo modesto, ya congelado a finales de los 90 por obra y gracia de Aznar para hacer los deberes y entrar en el euro. Por el contrario fueron años de enclaustramiento, ocho o nueve horas diarias de estudio, sin fines de semana libres, con escasa vida social y nula vida sexual. Pero lo peor venía después. Cuando conseguías una plaza, el problema era dónde. En nuestro actual reino de taifas, presentarte en una comunidad autónoma diferente era hipotecar tu futuro, irte casi al extranjero (me sentí más descolocado en aquella España profunda y rural que cuando estuve de Erasmus en Alemania). Maestros que deambulaban por destinos que ni siquiera aparecían en el mapa, profesores de secundaria que aterrizaban en pedanías remotas en las que los listillos del ayuntamiento habían decidido “construir” un instituto. Para los que somos tan urbanitas neuróticos como Woody Allen, esos pueblos de interior eran como un destierro, como la Tomi del Mar Negro para el sofisticado Ovidio. Zagales por civilizar que te seguían para saber dónde vivías, y al día siguiente cuando llamaban al timbre y abrías, recibías varias pedradas. Supongo que era su forma de dar la bienvenida, porque si te quejabas al Jefe de Estudios, él te respondía como en el chiste de Gila: “al que no le gusten nuestras bromas, que se vaya del pueblo”. El problema es que no te podías ir, que te tenías que chupar al menos dos años en aquella tierra de vándalos. Paisanos que te afeaban la conducta por estar soltero. Zagalas casaderas que se escandalizaban cuando veían que eras más aficionado a la música clásica que a la caza mayor y a bricomanía. Y lo peor de todo, la década prodigiosa del pelotazo inmobiliario, 1998-2008, hasta que aquello petó por todos los lados, como no podía ser de otra forma. El chaval descerebrado que te chuleaba diciendo “en cuanto cumpla los 16, me dejaré toda esta mierda del instituto y me pondré a trabajar en la obra, y ganaré el doble que tú”. Y era verdad. Y para que no quedara duda, se pasaba por delante del instituto con su Audi de alta gama. El sueldo le daba para mucho: para el coche de lujo, para un pisazo, y hasta para varios “nevaditos” los fines de semana (a ti se te quedaba en nada después de pagar el aquiler). Eran analfabetos funcionales y no sabían hacer la O con un canuto, pero las chicas se los rifaban. Más o menos como en Gran Hermano, pero a escala industrial. Incluso los inmigrantes que acababan de llegar, sin conocer el idioma y sin papeles, haciendo horas en el andamio ganaban mucho más que tú. Y de nuevo las chicas se los rifaban. Qué gran visión de futuro la de las mujeres españolas en aquella década prodigiosa: ¿dónde se iba a comparar un funcionario pálido como un vampiro tras meses o años de enclaustramiento, engordado por el esfuerzo intelectual y la falta de ejercicio, con un maromo de color, alto y fibrado, con unos abdominales tipo Ibaka, y que además ganaba casi el doble? ¿importaban las diferencias culturales y de mentalidad? ¿importaban los valores? No importaban nada, sobre todo en las grandes ciudades, donde todo vale. Porque cuando el funcionario urbanita volvía a su ciudad, se encontraba también descolocado, ya que “trabajaba fuera”. Ese era el gran precio de su apuesta: no sólo el sacrificio para ganar una plaza en una oposición, sino el desarraigo posterior. En cambio, todos los demás salían ganando.

Y cuando las cosas vengan mal dadas, la culpa será de los funcionarios, como antes era de los judíos o de Yoko Ono.

A pesar de todo, sentías que habías conseguido algún objetivo, y sentías ilusión y vocación por tu trabajo. En años anteriores, las condiciones laborales habían sido aún peores. Parece que en los últimos meses la Administración está dispuesta a reconocer parte de la antigüedad de los que nos curtimos durante varios años como becarios, con un sueldo inferior a mileurista, sin derecho a paro y sin Seguridad Social, desempeñando además funciones muy inferiores a nuestro cargo (lo que aparece en las series de televisión NO es ficción) como hacer de chófer para catedráticos, limpiar los despachos y traer los cafelitos. Durante ese mismo período de becario de investigación también hice la mili, con lo cual limpié despachos y traje cafelitos por partida doble. Por cierto, que la decisión de la Administración no es gratuita ni altruista: nos reconocerán parte de la antigüedad sólo si nosotros les pagamos ahora las cuotas que hace casi veinte años otros deberían haber pagado por nosotros, lo cual evidencia un claro problema de liquidez de la Seguridad Social (como vemos, la SS nunca da puntada sin hilo). Por cierto, el otro día me pasé por allí para ir moviendo papeles, pero me dijeron "vuelva usted mañana". Ellos sí que son funcionarios de verdad.

Y ahora que las administraciones públicas nos siguen bajando el sueldo y aniquilando sexenios (Vela nos deja a dos velas) para recuperar el dinero que ellos se gastaron irresponsablemente, cada vez tengo la sensación de que nos quitan dinero por pura envidia. Porque después de que petara toda esta gran farsa del pelotazo inmobiliario, los funcionarios hemos perdido buena parte del poder adquisitivo, pero aún conservamos nuestro empleo, parte del sueldo y nuestra ilusión por trabajar en los sectores básicos (educación, sanidad, justicia) de una sociedad cada vez más apática y desnortada. En cambio, me pregunto qué habrá sido de todos aquellos aprovechados del pelotazo. Desgraciadamente, como siempre sucede en este país, los principales responsables han salido casi indemnes: las fundaciones que se "fundían" todo el dinero, los aeropuertos en cada capital de provincia (preferentemente en yermos recalificados), los parques temáticos en secarrales también recalificados, las obras faraónicas con estatuas del proócer de turno, las estrellas de rock en verbenas de pueblo por capricho de un político que quería emular a los sátrapas del Norte de África. Pero, ¿qué habrá sido del zagal descerebrado que se dejó los estudios sin terminar la ESO, se embarcó en cochazo, pisazo y adicciones varias, y que tendrá ahora un mono más grande que King Kong? ¿qué habrá sido de la extraña pareja de mujer española y maromo senegalés, ahora ambos en el paro, con el piso embargado y con varios hijos, y con las diferencias culturales a flor de piel ahora que el dinero y la pasión ya no las pueden tapar? Como dijo el poeta, ¿qué se hicieron? ¿a dó fueron? ¿fueron sino devaneos? ¿qué fueron sino verduras de las eras? ¿ande andarán? ¿qué fue de ellos?