miércoles, 15 de abril de 2015

American Max (sobre las americanadas del canal Discovery Max)

LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(IX: 2015)

Juan Gómez Capuz

AMERICAN MAX (Sobre las americanadas del canal Discovery Max)

Ante la escasa calidad de los programas de todas las cadenas de televisión, la llegada de un nuevo canal siempre despierta expectativas. Además, llevábamos ya unos meses con el cierre de varios canales y era una forma de compensar. El problema es que los canales temáticos representan un arma de doble filo y al final acaban siendo incluso peores que los canales generalistas. Y este componente negativo se acrecienta con la tendencia actual hacia los “canales de género”: canales de televisión sólo para hombres y canales sólo para mujeres. Como se ha dicho muchas veces en la Red, ese tipo de canales son en realidad un insulto a a cada género en particular y a la inteligencia en general. Los canales para mujeres abundan en el cotilleo y la frivolidad, como Divinity o la propia Tele 5. Los canales para hombres son aún peores, pues todo se basa en la testosterona, la violencia, los automóviles y las grandes máquinas. Pero existe una combinación aún más letal: un canal para hombres desde un punto de vista exclusivamente norteamericano. Y ese canal se llama Discovery Max.

He estado viendo algunos programas de dicho canal, y en pocos días mi salud mental se ha visto seriamente deteriorada. Algunos programas los he visto simplemente por curiosidad, por morbo, ya que no tengo ninguna afición por la violencia, los automóviles y las grandes máquinas, sobre todo desde el punto vista del norteamericano medio del medio Oeste, de la América profunda. Me siento mucho más afín a los cerebritos desquiciados de Big Bang Theory y a series urbanitas como Castle. Pues bien, toda la programación de Discovery Max gira sobre esos ejes. Pongamos algunos ejemplos. Los norteamericanos son grandes aficionados a las subastas y a los trasteros de puertas metálicas amarillas (en el sur de España también hay bastante afición), hasta el punto de que en algunos espisodios de la sofisticada y poco masculina serie Castle aparecen ejemplos de ello. En Discovery tenemos el programa Cazasubastas. Es una especie de reality que consiste en seguir a la gente que puja en las subastas por diversas mercancías, en especial trasteros abandonados concentrados en una especie de naves industriales para ver el provecho que pueden sacar revendiendo los objetos que hay en ellos, especialmente los de contenido friki o vintage (viejos cómics, cromos de béisbol, antiguos electrodomésticos, etc.). El programa está conducido por un un individuo joven, con barba de perilla, pelo rapado y cuero cabelludo tatuado, con pinta de motero Easy Rider o revisionista confederado y que además está tan obeso que tiene papada hasta en el cogote. Por otra parte, los norteamericanos siempre han tenido gran afición por los automóviles clásicos, hasta el punto de que allí los coches se nombran por su marca, color y su año de fabricación, como si todo el mundo manejara fácilmente esos conocimientos (ej. un Ford Torino rojo del 79, ¡qué tiempos aquellos!). Pues bien, hay un programa en Discovery donde se explica el proceso de rehabilitación y tuneado de coches antiguos (en este aspecto, los norteamericanos coinciden con los cubanos, lo cual explica que las dos naciones se hayan reconciliado). Igualmente, hay programas sobre la fabricación de comida en cantidades industriales. También hay programas que hablan sobre el funcionamiento de grandes maquinarias, cuanto más grandes mejor, más testosterona. Y si hablan de edificios, han de ser edificios muy grandes y muy altos, como el programa Megaestructuras, cuyo nombre lo dice todo. Parece que en Discovery Max son seguidores a ultranza del motto latino altius, citius, fortius, aunque en este caso complementado por un segundo motto del tipo maius, bizarrius, frikius.

Otro componente típicamente norteamericano de Discovery Max es el puritanismo. Existe un reality en el que los concursantes tiene que saber desenvolverse en un entorno natural agreste y hostil, y además sin ropa: en la traducción castellana el programa se llama Aventura en pelotas. Es como nuestro programa Adán y Eva pero sustituyendo el lado femenino de la convivencia en pareja por el reverso masculino del afán de exploración, de llegar a la última frontera y al destino manifiesto, todo tan americano. Y como es tan americano, las partes íntimas de los concursantes se pixelan continuamente, porque el decoro está por encima de todo, cosa que no ocurre en Adán y Eva donde campan a sus anchas felpudos y pirindolos y encima es sólo para mayores de 16 (¡!). En cambio, Aventura en pelotas es sólo para mayores de 7 años (¡!), porque los programas norteamericanos son para verlos en familia, como Dios manda, y los niños deben aprender desde el principio ese espíritu de superación y de conquista tan americano. Otra muestra del puritanismo yanqui es la tendencia anglosajona a neutralizar con pitidos las palabras malsonantes que dicen los participantes en un reality, de manera que en programas como Pareja a la puja y Cazasubastas, la mitad de los que dicen los participantes son tonterías y la otra mitad queda anulada por continuos pitidos.

Ahora bien, hay un programa en Discovery que explica el sueño de todo norteamericano, sobre todo cuando son niños e incluso cuando ya no lo son tanto: construirse una casa en un árbol, que junto con los VHS y las bolsas de papel de estraza sin asas para llevar la compra del supermercado, representan la santísima trinidad de las costumbres de ese país. Aunque está claro que lo de hacerse una casa en un árbol es, con diferencia, la costumbre más antigua de las tres, pues ya se remonta a la época de Tom Sawyer y Huckleberry Finn y muestra de nuevo ese espíritu de aventura y de conquistar la naturaleza propio de los norteamericanos. El programa se llama, simplemente, Mi casa en un árbol, para que quede clarito y que el telespectador estadounidense no se llame a engaño.

En fin, esos son los típicos programas que te puedes disfrutar en Discovery Max. Si te pones a verlos, ya sabes lo que vas a encontrar. Pero la gran trampa de ese canal es que también emite programas teóricamente más serios, de carácter histórico o científico. El problema radica en que el enfoque que se les da a esos programas “más serios” sigue siendo el típico de este canal, enfatizando lo más cercano a la violencia, la catástrofe, la destrucción, las grandes máquinas y el espíritu de aventura.

En el lado científico tenemos Desmontando el Cosmos (Strip the Cosmos), que es una especie de remake del Cosmos de Carl Sagan con los efectos especiales al estilo de Dreamworks y con los guiones al estilo de Tarantino. O sea, una chufla. Sólo tratan temas de astronomía vinculados con la destrucción, como las erupciones solares, los asteroides, los cometas, la extinción de la vida en Marte y Venus, etc. Al igual que los programas científicos serios, recurren con mucha frecuencia a los testimonios de autoridades en la materia, pero esas “autoridades” son casi siempre militares que aparecen en pose marcial (ya que en Discovery Max las amenazas a la Humanidad se convierten, sencillamentre, en amenazas a la seguridad nacional de Estados Unidos, tipo Independence Day) y científicos locos que emprenden por libre proyectos desquiciados como reproducir en un paisaje desértico el clima de Marte o el impacto de un meteorito, y que por tanto responden muy bien a ese espíritu de aventura, de última frontera, tan norteamericano.

En cuanto a los programas de carácter histórico, el ejemplo más claro se llama Mitos y Leyendas. El programa debería llamarse Mitos y Tesoros, porque casi todos los episodios tratan sobre la búsqueda de algún tesoro legendario, y por tanto hacen hincapié de nuevo en ese espíritu de aventura tan norteamericano. Además casi todos los exploradores son norteamericanos, como el mítico Hiram Bigham. De hecho, la cabecera del programa incluye una foto fija de un explorador joven con barba de varios días y sombrero de ala ancha frente a un túmulo construido con adobe, lo cual nos hace pensar inmediatamente en Indiana Jones y el templo maldito. En algunos episodios el norteamericanocentrismo del canal se relaja y nos hablan de la búsqueda de reliquias por parte de los nazis, como el Grial, el Arca de la Alianza o la Lanza de Longinos, pero de nuevo está presente la conexión con Indiana Jones y además se centran en detalles morbosos o superficiales como la condición de judío y gay de Otto Rahn o la obsesión de George Patton por la Lanza. Uno de los pocos programas históricos con bastante nivel y guiones muy trabajados es Grandes Civilizaciones, pero desgraciadamente sólo consta de tres episodios, porque es una  producción alemana y los alemanes siguen considerando que las raíces de la civilización occidental se reducen a Grecia, Roma y el mundo vikingo (una postura no muy alejada de lo que creía hace 70 años la propia Anhenerbe). También es un buen programa con buenos guiones La segunda guerra mundial en color: aunque tienden a dar gran protagonismo a las actuaciones norteamericanas no descuidan la lucha en solitario de Inglaterra ni, sobre todo, la lucha entre nazis y soviéticos en el decisivo frente oriental. Lo único que chirría es que al hablar de norteamericanos caídos en combate ordinario, emplean con mucha laxitud el término asesinados, lo cual revela un cierto victimismo. Finalmente, otro programa sobre la Historia más reciente que despertó mi atención fue la serie Los Sesenta, producida por Tom Hanks, pero en este caso el norteamericanocentrismo se manifestaba con toda su crudeza: era una serie, exclusivamente, sobre Estados Unidos en los años 60 y las escasas referencias a Europa se limitaban a la “invasión británica” de los Beatles y otros grupos y al mayo del 68 francés. Todo lo demás era el típico discurso sobre USA en los 60, como mera materia prima para el guión de una típica película norteamericana: segregación racial, guerra de Vietnam, crisis de los misiles, asesinato de JFK, psicodelia, hippies y múltiples detalles irrelevantes para un “europeo” como la lucha electoral entre Hubert Humphrey y Richard Nixon.

Ese es, a grandes líneas, el contenido del canal American Max, perdón, Discovery Max.

viernes, 3 de abril de 2015

Mis doce meses en Meetic y en Ofiuco

LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(IX: 2015)

Juan Gómez Capuz


MIS DOCE MESES EN MEETIC Y EN OFIUCO

Hace algunos años tuvo bastante éxito en internet un blog titulado “Mis seis meses en Meetic”, redactado por un hombre, A.N., que se movía en la zona de Alicante. En este artículo, yo pretendo cudruplicar la apuesta, puesto que hablaré de mis doce meses tanto en Meetic como en una agencia matrimonial a la que llamaré Ofiuco, en la zona de Valencia.

En su blog, A.N. ponía de manifiesto que las mujeres que se apuntaban a Meetic se movían sólo por intereses económicos, tratando de cazar un buen partido. En mi caso, la queja va en otra dirección de los intereses materialistas: las mujeres registradas en Meetic se mueven sólo por el físico de los hombres, tratando de cazar un buen “maromo”, mientras que otras cualidades que tradicionalmente caracterizaban a un “buen partido” (empleo estable, posesión de viviendas, nivel cultural alto, etc.) pasan a segundo o tercer plano, o incluso se convierten en una rémora. Parece que las mujeres de 30-45 años aplican criterios estrictamente neodarwinistas y eugenésicos a la hora de encontrar pareja por internet, están obsesionadas con la estatura, el aspecto físico y su impacto en la genética de los hijos futuribles y ponen como condición sine qua non para contestar que el hombre ponga una foto suya, cuando muchas no ponen su foto o su figura aparece distorsionada. A quienes no les guste la metáfora biologicista del neodarwinismo, quizá porque son progres o neonazis entusiastas de Nietzsche y de sus teorías sobre el triunfo de los más fuertes al margen de cualquier ética, propongo una segunda lectura metafórica de signo anticapitalista, que está más de moda. Las relaciones personales entre hombres y mujeres se han convertido en estos últimos 30 años en un auténtico “mercado de la pareja”. Al igual que hoy en día, quien queda fuera del mercado laboral lo tiene muy difícil para volver a entrar en él, quien queda fuera del mercado de la pareja queda fuera para siempre y resulta casi imposible subirse al carro. Y en ese “mercado de la pareja” lo único que cuenta ahora es la apariencia física. Es cierto que siempre existió, sobre todo en los pueblos y en las pequeñas capitales de provincia, un cierto mercado de la pareja, con sus bailes y “tontódromos”, pero en aquella época se catalogaba a un hombre como un “buen partido” en función de múltiples factores, como los citados antes de empleo, formación intelectual y posesiones de bienes inmuebles, y por tanto los criterios eran más laxos y flexibles. Esa divergencia generacional explica que, en diversos centros de trabajo, las mujeres de 60-65 años me consideren un buen partido (empleo fijo, nivel cultural alto, inquietudes artísticas, músico, escritor, bloguero, editor) mientras que las compañeras de 35-45 años (que son las que realmente cuentan como potencial pareja) siempre me han visto como un "divergente", un friki asexuado recién salido de The Big Bang Theory.

Veamos ahora estos postulados neodarwinistas y neoliberales en las mujeres registradas en Meetic. Para quien no haya entrado allí, los datos que ofrece una persona registrada en Meetic se dividen en tres grandes bloques: “Mi perfil/¿Cómo soy yo?”, “Mi estilo de vida” y “La persona a quien busco”. Los dos primeros bloques hacen referencia al propio sujeto y el tercero a la pareja deseada. Pues bien, resulta que muchas mujeres de Meetic dejan prácticamente en blanco casi todos los campos de los dos primeros bloques. Como mucho, sólo ponen su signo del zodiaco (algo que también apunta A.N.). ¡Y a mí qué coño me importa su signo del zodiaco! No soy Rappel ni uno de esos videntes de tres al cuarto que salen a las tres menos cuarto de la madrugada estafando a los noctámbulos. En cuanto a las pocas que consignan su profesión, destaca la gran abundancia de "ejecutivas": para mí, que la mitad de las que ponen eso están en el paro (o como mucho repartirán propoaganda). Como he apuntado antes, pocas mujeres ponen foto suya y si la ponen está tan difuminada que resulta imposible saber cómo es ella. Eso sí, todas las mujeres advierten que no contestarán a ningún hombre que no ponga foto ni rellene todos los campos de su cuestionario, con lo cual encontramos algo habitual en los foros y agencias para encontrar pareja que es el doble rasero a la hora de medir a hombres y mujeres. Por cierto, que a pesar de poner foto y rellenar todo el cuestionario, cuando envías algún mensaje a alguna mujer, casi nunca te contesta (no es solo una experiencia personal, sino que también la constatan muchos hombres que comentan el blog de A.N.). El único dato personal donde las mujeres se emocionan y se explayan a sus anchas es la sección donde pueden expresar cómo son y qué tipo de pareja buscan, y lógicamente toda la información se refiere a su “pareja ideal”. Aunque luego se muestren mezquinamente materialistas, en esta sección se expresan con un lenguaje más etéreo que una poesía pura de Juan Ramón Jiménez con música de Enya. Una de las expresiones más recurrentes es “Quiero encontrar un hombre que me lleve a la Luna”. A mí se me ocurrió contestar a un par de ellas diciéndoles “Pues búscate un astronauta”, y esta vez sí me contestaron: me dijeron de todo menos guapo. Eso sí, en el bloque de “La persona a quien busco” las mujeres registradas en Meetic se sueltan el pelo. Rellenan todos los campos y aquello parece la carta a los Reyes Magos. Uno de los datos que más me ha llamado la atención es que normalmente buscan hombres de la misma edad o más jóvenes, de manera que una mujer de 40 busca hombres entre 35 y 40, cuando tradicionalmente el hombre solía ser algunos años más mayor. En cambio, si tienes cierta edad pero aparentas menos (como es mi caso), les parece horroroso y te espetan que esperaban encontrar a "un hombre de verdad y no a un jovencito aniñado". Pero el dato estrella (y donde yo me he estrellado más veces) es la estatura: todas las mujeres, incluso las más bajitas, buscan hombres altísimos. A la hora de consignar la estatura, existe un término inferior y un término superior, pero muchas mujeres solo indican el término “inferior”, que sitúan en 1,80 metros de altura. Al no marcar el término superior, el programa informático de Meetic lo “verbaliza” por defecto en un contundente “Estatura: 1,80 mínimo”, formulación leonina que parece más propia de los requisitos a una oposición de bombero o policía que a la búsqueda de una pareja. Sólo tendrán opciones los jugadores de baloncesto. Obviamente, cuando escribes a una mujer para hacerle ver que no son formas, te contesta de todo menos guapo. Lo de la estatura es un handicap insalvable y además las mujeres te lo plantean en los más estrictos términos neodarwinistas, eugenésicos y de selección natural: una de ellas me lo "justificaba" diciéndome “es que con tu estatura los niños saldrían muy bajitos”; yo intenté contrargumentar diciendo “pero también saldrían muy inteligentes”, a lo que ella contestaba desarbolándome “ya, pero eso no compensa”. Su actitud me recuerda al "gen egoísta" de Richard Dawkins, un estusiasta de Darwin y Nietzsche. Ahora que tantos colectivos se la cogen con papel de fumar y se querellan contra humoristas o asistentes a un partido de fútbol (dos colectivos por los que siento gran empatía), yo propongo que los hombres bajitos de Meetic creemos una plataforma llamada Meetic-leaks y “filtremos” los nicks (eso daría para otro artículo, porque la mayoría son para llorar) de las mujeres que buscan hombres altísimos y nos marginan de entrada a los más bajitos. El problema es que, como me temo que la mayoría de los hombres bajitos de Meetic seremos varones caucásicos, heteros y con estudios, ningún medio de comunicación (sobre todo Tele 5) nos hará ni caso, pues no les cabrá en la cabeza que podamos ser objeto de algún tipo de marginación y lo considerarán una actitud políticamente incorrecta por nuestra parte. Y menos caso nos harán todavía esos caballos de Troya llamados oenegés, para quienes somos el origen de todos los males que aquejan a la Humanidad y que solo ayudan a los hombres de otras culturas que son los que de verdad sojuzgan a sus mujeres. 

Creo, por tanto, que las mujeres de Meetic no acabn de ser conscientes de que los hombres de Meetic somos muy mediocres físicamente, porque si fuéramos algo mejores buscaríamos mujeres en campo abierto o nos apuntaríamos a E-Darling, que es para “solteros exigentes” (tiemblo sólo de oir esa expresión). Además, cuando consigues ver algo en la foto de su perfil o incluso conocer en persona a alguna mujer de Meetic, te das cuenta de que ellas tampoco son para tanto. En conclusión, que las mujeres registradas en Meetic sólo buscan astronautas y jugadores de baloncesto. Pues entonces lo llevo claro.

La mención a lo políticamente incorrecto me lleva a otra cuestión que no me gusta de Meetic: la censura y la diferente vara de medir para hombres y mujeres. Cada vez que, abrumado por los fracasos, intento retocar los contenidos de la sección “cómo soy y qué tipo de pareja busco”, me encuentro con que el más leve añadido aparece marcado en rojo con la amenazante etiqueta “pendiente de evaluación”. Eso quiere decir que hay trabajadores de Meetic que se dedican día y noche a censurar los perfiles de miles de personas (sobre todo de los hombres, ya que como algunos son muy brutos, pagamos justos por pecadores y ahora todos somos “sospechosos habituales”). Como soy escritor y tengo mucha imaginación, me figuro a esos anónimos censores en una gigantesca mansión de Boulogne (su sede fsical) rodeada de bocage, a modo de Bletchley Park del Amor, interceptando y censurando continuamente mensajes en nombre de ese nuevo dios que es “lo políticamente correcto”. Confieso que yo mismo he sido censurado en varias ocasiones, por decir que tenía un trabajo fijo y dos viviendas (supongo que me censuraron por ofrecer datos demasiado materialistas, pero ¿no es también materialista buscar hombres más jóvenes y de 1,80 mínimo?) o por señalar la zona de la ciudad donde vivo. Estos censores, como suele ocurrir con esa profesión, no tienen el más mínimo sentido del humor y cuando en un arranque de desesperación y "suicidio social" se me ocurrió introducir el comentario “Busco a una mujer a la que no le importe el tamaño (ni de estatura ni de lo otro)”, me lo censuraron de inmediato (cuando escribes una burrada te lo censuran en el acto y cuando el comentario es de gusto dudoso pasa a ser evaluado por los supertacañones del Bletchley Park de Boulogne).

Cuando has fracasado en Meetic, queda una segunda opción para encontrar pareja. Acudir a las pocas agencias matrimoniales “presenciales” que aún quedan en las grandes ciudades. Se supone que esas agencias buscan una mujer con un perfil semejante en su “cartera de clientes” y te la presentan en las oficinas de la agencia. Así te aseguras llegar a la primera cita, cosa que en Meetic es casi una quimera (mandé mensajes a más de 50 mujeres y a las pocas horas visitaban mi perfil pero nunca me contestaban; aplicando el criterio de la navaja de Ockham, supongo que verían tantísimos defectos en mi perfil, empezando por mi foto y mi estatura, que ni siquiera se molestaron en contestar). El problema es que el precio por poder llegar a la primera cita en una agencia presencial es muy caro: diez veces más que un pase trimestral en Meetic, cantidad que hay que pagar completa antes de la primera “presentación”. Los locales de este tipo están situados  en mugrientos entresuelos de fincas antiguas del centro de las ciudades y parecen el despacho cutre de un detective privado del cine negro americano. La agencia a la que me refiero la llamaré Ofiuco, nombre de una constelación a la que los frikis del milenarismo y la New Age quisieron convertir en decimotercer signo del Zodiaco. El problema con Ofiuco es que la mujer que me presentaron, después de haber pagado todo el dinero, más que tener un perfil semejante, tenía un perfil doble, como el programa doble de los antiguos cines de barrio. O sea, que pesaba el doble que yo. Y no fue una presentación; fue una auténtica encerrona. Cuando quedamos para conocernos, siguió una conducta errática, pues lo mismo interrumpía la conversación cada dos por tres para chatear con sus amigas como lanzaba indirectas del tipo "la próxima vez que quedemos iremos a tal sitio". Resulta que esa mujer, doña M., lleva ya años en la misma agencia y a pesar de tener un inmenso patrimonio (mucho más que mis dos modestas viviendas) no ha conseguido encontrar pareja. Así que al último hombre incauto que se apunta en Ofiuco, le intentan colocar a doña M. con cuchara sopera (es un aviso para navegantes no virtuales). Su "cartera de clientes" está tan vacía como la cartera de un sin techo. En mi caso, pude librarme, no son dificultad, de esas redes pero al precio de no tener ninguna presentación real más. Me pusieron en contacto telefónico con dos mujeres que por lo visto ya estaban hartas de la agencia, y ninguna quiso conocerme en persona, o sea que lo de llegar a la primera cita en una agencia presencial es para mí también una quimera.

En fin, estas son mis experiencias. Doce meses en Meetic y en Ofiuco.