martes, 31 de agosto de 2010

Las canciones olvidadas

LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(IV: 2010)



Juan Gómez Capuz



LAS CANCIONES OLVIDADAS

La historia de la música pop-rock está repleta de grandes injusticias. Por un lado, la sobrevaloración de canciones y álbumes mediocres, pero que tuvieron detrás una inmensa campaña promocional o llegaron en el momento apropiado. Por otro, brillantísimas canciones que, precisamente por lo mismo, por carecer de una promoción adecuada, por no haber aparecido nunca en single o por ser poco difundidas por las FM, habitan en el olvido de las caras B de oscuros elepés. En este sentido, Brian May se quejaba de que una gran canción, si no era editada en single ni era difundida por las emisoras musicales, no conseguía permanecer en la memoria de las personas, que de otra manera la hubieran asociado a algún momento feliz de sus vidas o al paraíso perdido de la juventud. Tan sólo el favor del público y la tarea divulgadora de programas musicales como Classic Albums ha permitido recuperar del olvido esas grandes canciones que merecieron mejor fama.

Las “canciones olvidadas” son patrimonio de todos los grupos y solistas, incluidos los más grandes. La injusticia no ha hecho distingos entre grupos de primera y grupos de tercera. Por ejemplo, entre las canciones de The Beatles encontramos grandes éxitos que fueron canciones tontas y mediocres (sobre todo en los últimos años) y canciones de bellísima factura y atrevida elaboración musical que pasaron inadvertidas. Hoy en día Yesterday es un clásico y la canción más versioneada de la historia, pero en 1965 fue relegada a la cara B del álbum Help y no siquiera apareció en la película del mismo título; hasta los años 70 no fue single en Gran Bretaña. Su extraña orquestación, con una guitarra acústica y un cuarteto de cuerda, quizá el primer unplugged de la historia del rock, sin guitarras eléctricas, ni bajo ni batería, fue visto quizá como un sacrilegio y un experimento demasiado “innovador” por su clasicismo. Pero el favor del público fue inmediato, apareció al año siguiente en el recopilatorio “sobre la marcha” A Collection of Beatles Oldies but Goldies y se convirtió en pieza obligada durante los quince meses que transcurrieron entre su publicación y la retirada de los Beatles de las giras, aunque era curioso ver solo a Paul en el escenario como si fuera un cantautor. Con Eleanor Rigby, de similar factura clasicista (sólo tiene como instrumentos un octeto de cuerdas, si guitarra acústica ni ná ), la estrategia fue distinta y sí apareció en single. Otra canción de la misma época, esta vez de John, que al principio quedó relegada a la cara B del siguiente elepé, Rubber Soul, fue In my life . Se trataba de una melancólica balada en la que un joven de 24 años hacía balance de los recuerdos del pasado, de las personas que murieron y de los lugares que ya no existen, con la madurez de un anciano que escribe su testamento literario. Además, George Martin volvía a aportar un toque clasicista interpretando él mismo en el puente un solo de piano eléctrico que al acelerarlo al doble de velocidad adquiría el timbre de un antiguo clavicordio. In my life, tanto en la música como en la letra, era una canción perfecta, que sabía tocar las teclas más sensibles de la condición humana: el amor, el recuerdo, la vida, el paso del tiempo y la muerte. Nunca salió en single pero se ganó el favor del público. Ya en 1973 ganó una batalla al aparecer en el doble recopilatorio, el “doble rojo”, de 1962 a 1966. En 2000 ganó otra gran batalla al ser considerada por la revista musical británica Mojo como la mejor canción de todos los tiempos. En la actualidad es una canción muy popular, sobre todo en Estados Unidos, y es interpretada con frecuencia en graduaciones, bodas y funerales (entre otros, en el de Kurt Cobain, gran admirador de los Beatles). Y no puedo dejar escapar la ocasión sin citar mi propia traducción de las primeras estrofas, para que el lector pueda apreciar la rotundidad de su letra (obsérvese la coincidencia de la última estrofa con la formulación del tópico del ubi sunt  : ubi sunt qui ante nos fuerunt?  "¿dónde están los que vivieron antes que nosotros?", así como los alejandrinos de la traducción castellana en la segunda estrofa)

Hay lugares que siempre recordaré
en mi vida, aunque algunos hayan cambiado.
Algunos para siempre y no para mejor,
unos permanecen y otros se esfumaron.

Todos esos lugares tuvieron sus momentos
con amantes y amigos que aún rememoro.
Algunos están vivos y algunos están muertos,
pero en esta mi vida los he amado a todos.

Pero de todas esas amantes y amigos
no hay ninguna que se pueda comparar contigo
y carecen de valor todos los recuerdos
cuando pienso en el amor como algo nuevo.

Aunque sé que nunca perderé el afecto
por las personas y cosas que me precedieron.
Sé que a menudo me pararé a pensar en ellos.
En mi vida, cuánto te quiero.

Años después, Paul McCartney heredó también la tendencia a hacer canciones olvidadas. Su trayectoria musical en solitario o con Wings es brillante pero irregular, sobre todo por su obcecación en convertir en singles de éxito canciones mediocres, cuando no malas, y relegar a la cara B de sus elepés a verdaderas joyas en miniatura, pequeñas baladas entre lo melancólico y lo optimista como la sensible Distractions (de Flowers in the Dirt ); el barroquizante venecianismo de Somedays (de Faming Pie ), con un magnífico arreglo que cuerdas y oboe que nos hace volver a los tiempos de Eleanor Rigby ; y la clasicista English Tea (de Chaos and Creation in the Backyard ), donde se combina el arreglo de cuerdas a lo Eleanor Rigby y Somedays con un piano que suena como clavicordio al estilo de In my life .

En el caso de los Rolling Stones, encontramos numerosas canciones de su período dorado, 1964-71 (recogido en dos dobles recopilatorios denominados Hot Rocks), injustamente relegadas por otras canciones mediocres de años posteriores. En un elepé tan redondo como Aftermath, encontramos la joya de Paint it Black, que se inicia con una saltarina y sincopada melodía que roza lo pentatónico y que tiene, gracias al riff de sitar de Brian Jones, un innegable aunque vago sabor orientalizante, entre magrebí, cosaco, persa o hindú, y que sin duda hubiera fascinado a “expertos” en el tema como Rimsky-Korsakov o Ketèlbey. También encontramos la delicada balada isabelina Lady Jane, que demuestra que el grupo, a pesar de su vocación de rythm´n´blues no se quedaba en lo guitarrero sino que podía incorporar bellísimos fraseos de teclado, como sucede también en She´s a Rainbow .

A principios de los años 70 surgen nuevos músicos que pretenden desarrollar el sonido de Beatles y Stones, incidiendo sobre todo en los trucos de estudio. En la extensa obra de estos músicos también encontramos el consabido contraste entre mediocres canciones que fueron éxitos fáciles y brillantes canciones olvidadas. Con un perfil semejante al de McCartney, de producción amplísima pero irregular, Elton John es otra de las canteras de canciones olvidadas. Todos sus recopilatorios se suelen abrir con Your Song, magnífica canción sin lugar a dudas, pero olvidan que en su primer elepé Empty Sky ya apuntaba maneras con la brillante miniatura llamada Skyline Pigeon, balada isabelina donde el clavicordio se convierte en protagonista destacado. En un registro completamente diferente (como dirían los Monty Python), Elton también compuso poco después la espléndida balada country Roy Rogers, apoyada en una soberbia letra de Bernie Taupin: nunca se han combinado tan bien una música y una letra de distintos autores, y lo consiguieron porque se trataba del homenaje de ambos a su héroe de la infancia Roy Rogers, actor de westerns y cantante de country, a partir de la anécdota de que lo vieron después de muchos años de olvido en un típico canal de cable USA, joven y cabalgando, porque “los héroes de película nunca envejecen”. También es una gran canción de la misma época Levon, al igual que la minisuite Funeral for a friend/Love lies bleeding . El favor del público ha conseguido que en sus últimos conciertos (como el de su 60 cumpleaños), Elton recupere joyas como Roy Rogers y Levon, aunque sigue olvidando Skyline Pigeon .

Otro gran pianista del rock que surgió a principios de los 70 fue Billy Joel. Quizá interesado en dar a conocer sus rocks más enérgicos, Joel también ha olvidado esas baladas intimistas perfectas de sus inicios (tan cercanas a las baladas folkies de Carole King, Don McLean y James Taylor), como She´s always a woman y She´s got a way . En el caso de Don McLean, no se puede negar que su versioneada American Pie sea una canción perfecta y el mejor retrato de la primera generación del rock, pero conviene no olvidar la intimista Vincent, conmovedora elegía de Vincent Van Gogh acompañada por la mejor letra que se ha escrito jamás en el pop norteamericano. En el ámbito del folk-rock norteamericano de los setenta, también cabría destacar que Eagles, aparte de la magnífica y algo sobrevalorada Hotel California, también escribieron bellísimas canciones como Desperado y Take it easy (con la colaboración de Jackson Browne), el grupo de origen británico America compuso maravillas como la delicada Another Try, mientras que Crosby, Stills & Nash consiguieron pequeñas joyas como Wasted on the way .

Volviendo al otro lado del Océano, podemos hacer balance de la numerosa, desigual y cada vez más hortera música de los primeros setenta. Pero algunos de los grupos más representativos de los excesos de esa época fueron capaces de crear canciones perfectas, aunque muchas de ellas olvidadas. Supieron combinar estilos tan dispares como la power ballad, la balada heavy, la canción himno, el estilo de music hall, la incipiente música disco y el blues. Tuvieron grandes éxitos, pero también grandes canciones olvidadas. Procol Harum fue un irregular grupo de blues rock progresivo con aristas de música clásica y de heavy metal. Todo nació de la sinergia entre el blues de su líder y pianista Gary Brooker, el tono clasicista bachiano del circunspecto organista Matthew Fisher y la vocación heavy del guitarrista Ray Royer. De esa fusión nació una de las canciones más redondas del rock progresivo, With a wither shade of pale, con su inconfundible sabor a Bach sin copiar a Bach. Pero poco después supieron crear otra canción perfecta pero olvidada, Quite rightly so, en la que se aprecia con mayor claridad cómo a partir de una base de blues rock (y un impactante comienzo de acordes de órgano) se puede construir una canción sublime, mientras que el inigualable puente instrumental contiene un solo de órgano que recuerda a las fantasías de Bach y Buxtehude seguido por un contundente solo de guitarra casi heavy. También cayeron en los excesos de la década Queen, pero antes nos dejaron magníficos elepés como A Night at the Opera : en él, además de la recordada y redonda minisuite Bohemian Rhapsody, podríamos destacar la canción olvidada a la que Brian May suele hacer alusión al comentar las injusticias sobre este tipo de canciones, ’39, una espléndida y etérea balada acústica folkie sobre viajeros interestelares (en lugar de marineros, como era lo habitual en el género), y añadir también la rareza de Seaside Rendez-vous, divertimento en clave de music-hall donde Taylor y Mercury improvisan un solo de percusión y viento metal con los dedos y con la boca, sin hacer intervenir ningún instrumento real. A su vez, ’39 de Queen recordaba a las baladas folkies de temática espacial que tan bien supo cultivar su amigo David Bowie a finales de la década prodigiosa: todos recuerdan su sensacional debut con Space Oddity, pero Life on Mars? es sin duda una canción perfecta, con unas progresiones tonales ascendentes y repletas de notas alteradas que cautivan desde el primer momento al oyente (y que recuerdan a otra gran canción, My Way ). También cayeron en los excesos de la comercialidad el grupo ABBA, que además de sus estándars habituales nos dejó canciones de bella factura como el elegante divertimento de music-hall titulado Head over heels y el demoledor testimonio del fracaso que representa The winner takes it all, mientras que los siempre excéntricos Kinks no sólo aportaron rocks enérgicos (You really got me ) y divagaciones vintage de music-hall (Sunnny afternoon ), sino que en etapas posteriores compusieron crepusculares canciones melancólicas de extrema sensibilidad como Celulloid Heroes .

Son tantas canciones que no caben en un artículo, que se ha hecho larguísimo, ni siquiera en un libro ni tan sólo en una colección de cedés. Supongo que cada aficionado a la música (y en todos los géneros musicales existe el olvido) tendrá su propio catálogo de “canciones olvidadas”.

Jueces o enriqueces (los super-jueces)

LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(IV: 2010)


Juan Gómez Capuz



JUECES O ENRIQUECES
(LOS SUPER-JUECES)

El sistema judicial español, caracterizado por el poder omnímodo de los jueces en detrimento de los jurados populares, los defensores, los fiscales y los diversos cuerpos policiales, amén de la cada vez menor independencia política de estos jueces, constituye un caldo de cultivo propicio para la aparición de jueces-estrella. Estos super-jueces, imbuidos con los super-poderes antes mencionados, aplican su peculiar visión de la las leyes para desconcierto de la opinión pública y, sobre todo, de los pobres ciudadanos implicados en un juicio que además de tardar mucho acaba con una sentencia arbitraria y casi surrealista. Algunos periodistas (colectivo que a veces también cae en paranoias similares) piensan que estos jueces actúan así por afán de notoriedad o para obtener algún tipo de beneficio pecuniario. Quizá la fama y el dinero sean “efectos colaterales” de la labor de estos jueces, pero en mi opinión actúan así en virtud de un motivo mucho más grave y peligroso: actúan por convicción, por principios, porque piensan que están llamados a ejercer una misión salvadora en una sociedad decadente e injusta. Es decir, les mueve la misma motivación que a los superhéroes de los cómics y películas… y a los líderes mesiánicos que convirtieron el siglo XX en un inmenso cementerio. Para que se vea con mayor claridad, pondré dos ejemplos de jueces españoles, muy alejados ideológicamente pero con un similar complejo mesiánico. Y además pondré esos dos ejemplos en particular porque su misión salvadora finalmente ha sido frenada por el Consejo General del Poder Judicial. Creo que a estas alturas del artículo resulta obvio que no me gustan las leyes ni los jueces, que a pesar de ser de Letras la última carrera del mundo que hubiera elegido es la de Derecho. Y por tanto he de reconocer que experimento un placer indescriptible cuando estos superjueces teóricamente invencibles acaban siendo cazados. Como dice el proverbio evangélico, no juzguéis y no seréis juzgados.

El primero de estos superjueces es Fernando Ferrín Calamita, responsable de hasta hace poco de uno de los dos juzgados de familia de Murcia. Se trata de un juez ultraconservador, padre de familia numerosa, cuya “misión salvadora” consistía en denegar la adopción de niños por parte de parejas lesbianas (es decir, que el hijo natural de una las dos mujeres no pudiera ser adoptado por la otra) y obligar a que los hijos de inmigrantes se inscribieran en el registro civil con nombres “cristianos y españoles”. Más aún, en un detallado artículo publicado por El Mundo en junio de 2007 (para que se vea que este periódico también ataca a jueces conservadores… sobre todo si las víctimas son homosexuales o inmigrantes) titulado “En Murcia, familias como Dios manda” nos explica que Ferrín Calamita también presionaba matrimonios que estaban en trámites de divorcio para que no se divorciaran o que en su primer destino detenía a las mujeres que hacían top-less en la playa (Por cierto, los medios ultraconservadores se han escandalizado porque a este juez se le nombrara sólo con el segundo apellido, Calamita, y no con los dos: quizá influya en ello la paronimia de su segundo apellido con cierto sustantivo abstracto del castellano). Otra de las cosas que podemos deducir de este artículo de El Mundo y de mi propia experiencia profesional en la Región de Murcia es que en dicha región el único modelo de familia válida, “como Dios manda”, es la formada por un hombre y una mujer que se han casado por la iglesia antes de cumplir los treinta años, con una prole numerosa (al menos tres hijos) bautizada con nombres (generalmente compuestos) tomados del santoral cristiano. Cualquier otro tipo de unidad familiar o de comportamiento individual está muy mal visto por la sociedad murciana, sobre todo en los pueblos de interior del Altiplano y del Noroeste, donde la vida sigue igual como la pintó Azorín hace 100 años. Alguien podría pensar que se trata de un ataque a colectivos muy concretos, como los homosexuales, las lesbianas y los inmigrantes. Pero mi experiencia personal en aquellas tierras me dice que el problema es mucho más profundo y mucho más grave: se trata del miedo y del odio al que es “diferente”. Y para ser “diferente” no es necesario pertenecer a los tres colectivos antes citados: basta, por ejemplo, con estar divorciado, situación bastante frecuente en la sociedad urbana actual; basta, simplemente, con tener más de treinta años y estar soltero, sobre todo si te encuentras en un pueblo de la Murcia profunda donde la edad media de nupcialidad se sitúa en los 20 años; basta, sencillamente, con tener un nivel cultural estratosféricamente superior al de los gañanes y gañanas que te rodean (uno acababa sintiéndose como el protagonista de la novela La conjura de los necios ); basta, lisa y llanamente, con tener ciertas aficiones, como la literatura y la música, comunes y bien valoradas en otras comunidades autónomas, pero que aquí son juzgadas por las propias mujeres aborígenes como “impropias de un hombre”. Y es obvio que en casi todos esos aspectos yo era “muy diferente” de la gente que me rodeaba y que me veía como poco menos que un extraterrestre, y por tanto se espantaban de que la educación de sus hijos estuviera en manos de una persona tan poco recomendable. En ese yermo contexto, Ferrín Calamita no ha inventado nada sino que, más bien, ha sido el “brazo ejecutor” de unas atávicas costumbres todavía vigentes en su tierra, brazo y costumbres que me alcanzaron de lleno como víctima. Por tanto, como decía Serrat, “entre esos tipos y yo hay algo personal”.

El caso diametralmente opuesto al de Ferrín Calamita ha sido el de Baltasar Garzón, un juez progresista ligado a los inicios de la asociación Jueces para la Democracia . Hay que reconocer que, al principio, lo de Garzón tuvo su gracia. Tuvo gracia cuando dio la espantada del PSOE en los últimos coletazos del felipismo y renunció a su escaño para volver a la carrera judicial. Tuvo mucha más gracia cuando, mediante una serie de carambolas jurídicas, consiguió inmovilizar en Inglaterra durante casi un año al sangriento dictador Pinochet, sometido a un kafkiano arresto domiciliario tan sólo aliviado por las visitas de una chocheante Thatcher. Pero una vez adquirida fama internacional –como ha ocurrido con algunos de nuestros presidentes de Gobierno- parece que se le fue la olla y se dedicó en cuerpo y alma a su labor de superhéroe. Adicto al trabajo (workalcoholic como dicen los americanos), lo mismo instruía sumarios contra ETA, contra el GAL, contra el terrorismo islamista y contra exdictadores de monocolor pelaje. El poco tiempo libre que le quedaba lo dedicaba a dar conferencias millonarias, pues no quería renunciar a su parte del “botín”. Luego vino lo de la Memoria Histórica y el afán por excavar fosas en todos los sitios, como si Víctor Frankenstein hubiera ido a California en plena fiebre del oro. Si le hubieran dejado las manos libres, creo que ahora Garzón trataría de procesar a Woody Allen por “pertenencia a banda musical”, peligrosísimo delito si tenemos en cuenta las numerosas veces que los Rolling Stones y James Brown dieron con sus huesos en la cárcel o el exilio que hubieron de padecer músicos como Kurt Weill o Rostropovich. Pero hace poco, oscuros colectivos que dicen tener las manos limpias han frenado su meteórica carrera. Parece que el superhéroe Garzón ha claudicado y prepara su exilio dorado en los organismos de la Unión Europea, al igual que ha ocurrido siempre con los malos políticos españoles que han escapado por la puerta de atrás de las elecciones europeas.

Izquierda islamista y derecha sionista

LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(IV: 2010)


Juan Gómez Capuz



IZQUIERDA ISLAMISTA Y DERECHA SIONISTA
La izquierda y la derecha españolas, cada vez más desorientadas, cada vez más radicalizadas, parece que no son capaces de ponerse de acuerdo en nada. Incluso asuntos de política internacional que hace veinte años hubieran suscitado un mínimo consenso, son ahora motivo de agudas discrepancias. Uno de esos asuntos es el espinoso conflicto de Israel y Palestina, cada vez de más difícil solución y periódicamente agitado por actuaciones brutales e insensatas de ambos bandos, como el reciente ataque de comandos israelíes a la llamada “flotilla de la libertad” que pretendía llevar alimentos, medicinas y juguetes (?) a la bloqueada y masificada franja de Gaza.

Desde hace algún tiempo, ha sido habitual entre la izquierda española una actitud propalestina y muy crítica con Israel. Quizá surgió como una moda, posiblemente como reacción al descaradísimo apoyo que Estados Unidos ha brindado siempre a Israel, tal vez como un reflejo de cierta política antioccidental y de “no-alineados” que siempre ha anidado en la izquierda española más radical. Ahora bien, la izquierda española durante más de 80 años se ha dedicado más a luchar contra los disidentes internos (como ocurrió en las absurdas e inútiles luchas intestinas durante la Guerra Civil) que contra los enemigos de la derecha (la prueba es que la derecha de toda la vida sigue intacta en sus canales de TDT y periódicos digitales). Por ello, esta izquierda española parecía hallarse fracturada entre un sector más moderado, afín al PSOE, defensor de regímenes árabes cuestionables pero al menos moderados y relativamente prooccidentales, como Marruecos, Al-Fatah en Palestina y el bloque prooccidental del Líbano, y otro sector más radical, laico y antioccidental, cercano a los restos de Izquierda Unida, que curiosamente apoya a los movimientos islámicos más radicales, como Hamás y otros (¡hay que ver qué lío montaron con la Haidar y cómo este incidente provocó la ruptura entre los cómicos de la ceja y Zapatero!), un sector que ve con gusto la deriva islamista de la otrora civilizada y laica (¡como ellos!) Turquía y apuesta por establecer un diálogo fructífero (?) con Irán. Es la misma izquierda radical que hace casi veinte años ponía enormes retratos de Sadam Husein en las facultades de Letras. El problema es que esta izquierda más radical, laica, antioccidental y anticristiana está ganando terreno al sector más moderado, sobre todo dentro del actual PSOE. Lejanos quedan los tiempos de la labor mediadora de Felipe González (quien estableció relaciones diplomáticas con Israel, no lo olvidemos), Pacordóñez y la Conferencia de Madrid, y solitaria resulta ahora la labor mediadora que fuera y dentro del Gobierno ha realizado Moratinos y que ha sido reconocida por los dos bandos en conflicto. Ahora, repito, da la impresión de que esa izquierda radical está ganando la partida: como parece que su principal enemigo es la civilización cristiana, occidental y capitalista, aplican el sofisma maquiavélico de que “los enemigos de mis enemigos son mis amigos” y no escatiman alabanzas y ayudas al islamismo más radical. Las muestras son numerosas: la cantidad de gente joven y “progre” que lleva puesto el pañuelo palestino porque “queda guay”; las mujeres jóvenes españolas, teóricamente progres, feministas y liberadas, que no dudan en emparejarse con individuos de color procedentes de Malí o Senegal, países del Sahel donde prima una interpretación rigorista del Islam y todavía se practican salvajadas como la ablación de clítoris; las oenegés de charanga y pandereta que acuden al Sahel o se suman a la “flotilla de la libertad” pensando que se trata de ir de colonias de verano, y luego lloran porque les disparan y los secuestran; los que atizan el debate sobre el derecho al uso del velo, yihab y niqab para que la derecha más reaccionaria entre al trapo y ellos se puedan erigir en los defensores de la libertad de cultos y de opinión. Y yo me pregunto: si estos grupos abominan de la cultura y ética católicas porque la consideran machista y patriarcal, ¿por qué experimentan ese inmenso entusiasmo, ese Camino de Damasco, por una cultura que es mucho más patriarcal y machista? Ahora bien, lo más grave de todo, es que esa actitud que antes quedaba confinada en los grupos izquierdistas más radicales, ahora se infiltra con cada vez mayor fuerza en un Gobierno desnortado, con ministros –y sobre todo ministras- patétic@s que no dudan en esgrimir estas cuestiones marginales para disimular la mala marcha de la economía.

Pero si la actitud de la izquierda española nos puede resultar desconcertante, la derecha española no se queda atrás. La nueva derecha dura española, la que monopoliza los canales de TDT y periódicos digitales, también ha experimentado una fuerte radicalización con respecto al conflicto árabo-palestino. Como parece que los dictados en política exterior de esta nueva derecha dura española vienen del ala más conservadora del Partido Republicado de Estados Unidos, de los llamados Neo-Cons (fundamentalistas protestantes a menudo aliados circunstanciales del lobby judío), resulta que ahora en los medios de comunicación conservadores la actitud “oficialista” es el apoyo ciego a todo lo que haga el Estado de Israel. El reciente suceso del brutal ataque israelí a la ambigua “flotilla de la libertad” que se dirigía a Gaza ha puesto de manifiesto cómo los tertulianos ultraconservadores más notables, como Federico, César Vidal y otros que curiosamente tienen apellido alemán (todos ellos desde los búnkers de la cadena de TDT que debería llamarse “Los amigos De israel”), intentaban justificar lo injustificable, repitiendo hasta la saciedad los endebles argumentos del gobierno israelí y de los grandes medios de comunicación norteamericanos. Lo que me llama la atención es que este entusiasmo proisraelí de la nueva derecha española parece relativamente reciente, o al menos no es tan antiguo como la vocación islamista de nuestra izquierda: en mi opinión, se fraguó durante los ocho años de gobierno de José María Aznar, su pertenencia al Trío de las Azores y la brillante invasión de Irak. Pero, al igual que la deriva islamista de nuestra izquierda, resulta sumamente contradictorio: en apenas cuarenta años hemos pasado de escuchar las denuncias de un “contubernio judeo-masónico” a las denuncias, que todavía existen en esos medios ultraconservadores, de un “contubernio masónico” a secas. De repente, el estado israelí (nunca reconocido por la derecha franquista) se ha convertido, quizá por mandato de Washington y de Spielberg, en el bueno de la película, en el “intocable”. La derecha dura española ha pasado de la admiración al régimen nazi a la admiración a los Sabios de Sión. Se ha formado ahora una monumental alianza entre el catolicismo ultraconservador, el sionismo mesiánico y el fundamentalismo protestante. No hay quien los pare. ¿A dónde “irán”?

La violinista en el tejado del Búnker

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(IV: 2010)


Juan Gómez Capuz



LA VIOLINISTA EN EL TEJADO DEL BÚNKER

En ese pozo sin fondo que es Internet podemos encontrar múltiples versiones sobre cuál fue el destino real de Adolf Hitler y Eva Braun desde el 30 de abril de 1945. Se ha cuestionado mucho la autenticidad de los restos humanos hallados en el jardín del Búnker y es un hecho sabido que sus principales antagonistas (empezando por Stalin) tenían la certeza de que ambos seguían vivos.

Una línea de investigación seguida por muchos autores es la que los sitúa en un largo periplo en submarino hasta la Patagonia argentina, tras una escala previa en España. Muy bien documentado, aunque ambiguo en sus conclusiones, resulta el reciente libro de los periodistas argentinos Di Nápoli y Salinas Ultramar Sur, publicado por Belacqua. En este libro y otros similares se apunta incluso la connivencia de los aliados occidentales, más preocupados en aquel momento por su creciente enfrentamiento con el antiguo aliado soviético y el surgimiento de la guerra fría.

Todo esto podría parecer historia-ficción, sobre todo si se combina con la leyenda urbana que dice que Hitler es uno de los huéspedes ilustres que habita en una isla (falsamente) desierta en medio de algún océano. Y que comparte tan apacible retiro con estrellas del rock (Elvis, Lennon, Morrison, Cobain, Jacko, quizá Hendrix), estrellas del show-business (Carlos Gardel, Marilyn Monroe, Walt Disney) y mandatarios o aristócratas (JFK, Lady Di, quizá Jesús Gil).

Sin embargo, algunos datos aislados parecen confirmar la hipótesis de su supuesta huida. Por ejemplo, hace poco estaba escuchando un cedé de música clásica (editado por Teldec/Das alte Werk), procedente de una grabación realizada (ojo) en mayo de 1963 en el Opera Studio de Viena por el Concentus Musicus Wien, una agrupación de cámara de tendencia historicista dirigida por el genial bachiano Nikolaus Harnoncourt. Este grupo de cámara (seis músicos) interpretaba piezas de la llamada Escuela o Corte de Mannheim, corriente intermedia entre el barroco tardío, el estilo galante y el clasicismo temprano que floreció en la corte provinciana de la palatina Mannheim a mediados del siglo XVIII, representada por músicos como J.C.Bach, Johann Stamitz, Franz Xaver Richter e Ignaz Holzbauer. Todo ello resulta de lo más inofensivo, pero nos encontramos, vaya sorpresa, que en los créditos aparece una violinista llamada… ¡Eva Braun!

¿Qué significa eso? En primer lugar, el dato objetivo de que Eva Braun estaba viva en mayo de 1963, ergo consiguió huir del Berlín asediado por los rusos. ¿Cómo? Disfrazada de violinista en una inofensiva orquesta de cámara que no molestaba a nadie, más o menos con la misma estratagema de la que se sirvieron Jack Lemmon y Tony Curtis en Con faldas y a lo loco (Some like it hot ). Por lo visto, Eva Braun sabía tocar el violín para deleite de su amante melómano y aprovechó esta contingencia para planificar su huida en tren hacia el sur de Alemania. Desconocemos cómo consiguió huir Hitler, pero parece casi seguro que ambos se encontraron en España. Unos dicen que en Barcelona, otros que en Gijón, pero en todo caso fue una localidad costera en la que los recogió un moderno U-Boot capaz de realizar viajes transoceánicos. También parece casi seguro que arribaron a alguna localidad costera de la Patagonia atlántica argentina. Después de esto, los investigadores difieren: cada vez tiene más adeptos la hipótesis de que se refugiaron en Chile, donde existía una importante colonia alemana y menor control por parte de los aliados angloamericanos. De ahí a la isla desierta donde viven todos los famosos, y que se encuentra en medio del Océano Pacífico o del Índico, sólo hay un paso, por muy friki que este sea.

Pero nos queda una última incógnita. Estando a salvo, bien fuera en Argentina, en Chile o en la masificada isla desierta, ¿cómo se le ocurrió a Eva Braun ir a Viena y aparecer en los créditos con su nombre real? La respuesta tiene que ver con el contexto político de 1963. Estamos en plena Guerra Fría, con una tensión máxima entre Estados Unidos y la URSS tras la crisis de los misiles en Cuba; en Alemania Occidental encontramos antiguos nazis de primera fila tranquilamente reciclados en el nuevo estado capitalista, como el jefe de la contrainteligencia nazi Reinhard Gehlen convertido en jefe de los servicios secretos (BND) o el aviador y jefe de la caza nocturna de la Luftwaffe Josef Kammhuber convertido en inspector general de la nueva Bundesluftwaffe, ya que se necesitaba de militares experimentados (¡) para enfrentarse al nuevo (?) enemigo comunista. En ese contexto a nadie le molestaría que Eva Braun tocara el violín con una orquesta de cámara. Era un asunto menor. Además, ¿qué mejor sitio para reaparecer que Viena, la capital del Anschluss, la ciudad de la música, la ciudad donde murieron Vivaldi y Beethoven, la ciudad donde triunfaron Mozart y Schubert, la capital de la patria de su amado Führer, la ciudad donde Adolf iba a ver los ensayos de la Filarmónica dirigida por Mahler? Porque en Viena sólo importa la música.

El otro botellón del viernes (Historia de una avalancha)

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(IV : 2010)


Juan Gómez Capuz



EL OTRO BOTELLÓN DEL VIERNES (HISTORIA DE UNA AVALANCHA)

El primer viernes tras acabar 2º de Bachiller, después de celebrar su graduación como Bachilleres y antes de enclaustrarse para preparar la Selectividad, nuestros jóvenes decidieron darse un homenaje y pasar una noche de fiesta. Como entre nuestros jóvenes cada vez prima más ese “pensamiento único” que la publicidad, los medios de comunicación y los políticos (todos ellos dignos herederos de Goebbels) quieren inculcar entre las masas, resulta que todos los jóvenes de la provincia de Valencia decidieron acudir al mismo local, deslumbrados por una apabullante y engañosa campaña de márketin. Obviamente, se trataba de una nueva macrodiscoteca recién estrenada, con nombre de árbol exótico, y que ocupaba un amplísimo espacio con amplias terrazas al aire libre. El aforo del local era amplio, pero entre el overbooking consentido por los organizadores y la picaresca de las entradas falsas, se vendieron 8.000 entradas cuando a lo sumo cabían 4.500 ó 5.000 personas. Ésa fue la causa del desastre.

Lo cuento en primera persona porque mi gran error consistió en acompañarles.

El inicio ya fue bastante lamentable, con un penoso traslado en autobús, de noche, por carreteras comarcales mal iluminadas y, sobre todo con continuas reprimendas por parte de un autobusero alarmado por un humo que cegaba sus ojos y que delataba relajantes efluvios jamaicanos.

A la llegada nos encontramos con cientos de autobuses repletos también de jóvenes. Demasiada gente, pensamos todos. Al principio a mis alumnos no pareció preocuparles, pues su inmediato objetivo, ya consuetudinario, era hacer un macrobotellón en el abandonado polígono industrial que circundaba la macrodiscoteca. Para ello nuestros jóvenes se habían provisto del líquido elemento, a medias refrescante y espirituoso, que consiguieron camuflar como pudieron en el portaequipajes del autobús pese a las protestas del conductor. El botellón transcurrió por sus cauces habituales, mezclando refrescos y alcohol sin demasiada ortodoxia del buen gusto y con un afán por la experimentación de nuevas e inauditas mezclas que superaba el nivel alcanzado en ámbitos similares por Flippy y Ferran Adrià.

Ya más contentitos (o más “a gustito”, como dijo aquél), hacia las dos de la mañana, nuestros jóvenes decidieron que ya era hora de intentar entrar en la macrodiscoteca. Tras recorrer varias manzanas de naves industriales abandonadas, intentando esquivar los restos del botellón colectivo, contemplamos que la cola para acceder al local superaba con creces a cualquier cola del paro en una gran ciudad hoy en día. Apiñados en una masa informe, se encontraban miles (y no exagero) de jóvenes ya pasaditos de alcohol, pastis, THC y sueño. Sólo había un acceso y los guardias de seguridad lo controlaban con mano de hierro (y tampoco exagero): aunque ni lo vi ni lo sufrí, me contaron que estos guardias de seguridad (la policía local ya tenía bastante con controlar el caótico tráfico de los accesos) emprendían de vez en cuando expediciones punitivas (en lenguaje políticamente correcto, “ataques preventivos”) contra esa multitud de jóvenes cada vez más inquietos, blandiendo sus cachiporras para aplacar los ánimos del personal.

Pero el problema más gordo vino poco después, cuando esa masa rebotada y descontenta, con los ánimos ya alterados a base de porros y de porras, decidió entrar por la fuerza en el local a modo de avalancha y poner en práctica lo que Ortega (no el de antes) llamó “la rebelión de las masas”. Nunca había sido protagonista anónimo de una avalancha, ni siquiera en partidos de fútbol o conciertos de rock, y puedo asegurar que es una experiencia que te incita a no repetir jamás. En una avalancha, las teorías del pensamiento único se hacen realidad: el individuo pierde toda su esencia y queda diluido como un eslabón más de una inmensa marea humana sin corazón ni pensamiento; ahora comprendo mucho mejor la psicología del hombre-masa y cómo funcionaban aquellas mastodónticas concentraciones humanas del partido nazi o, a escala menor, las horteras demostraciones pseudogimnásticas del franquismo y el bloque soviético. Cuando te encuentras atrapado en una avalancha que “se mueve”, nada importa tu voluntad sino que te mueves al ritmo de la masa, como en una inmensa y poco preparada coreografía tipo Thriller : tu único afán como individuo es no perder la verticalidad para evitar ser arrollado por la colectividad y conservar un mínimo de aire y espacio vital con un frenético braceo, como el náufrago que chapotea a la desesperada. En pocos segundos adquieres la convicción que sólo siendo un eslabón más de esa masa informe conseguirás salvarte. Al final, la avalancha duró relativamente poco y fue lo suficientemente intensa como para desbordar las defensas de los guardias de seguridad, los cuales no tuvieron más remedio que dejarnos pasar a todos.

Una vez dentro de la macrodiscoteca, con el corazón latiendo muy deprisa y la adrenalina por las nubes, con los brazos doloridos por el enérgico braceo de supervivencia, piensas que te has salvado de una buena. Y encima no era para tanto. La macrodiscoteca, a pesar de ocupar una superficie muy extensa, también se encuentra atestada de gente, con un continuo choque entre los que quieren entrar y los que quieren salir. Ya no hay avalanchas, pero debes seguir teniendo cuidado, sobre todo porque la superficie del local está salpicada (nunca mejor dicho) de pequeños estanques llenos de agua en los que puedes caer si no estás muy atento. La verdad es que la decoración del local era el colmo de lo hortera y el mal gusto, como una versión kitsch de los jardines colgantes de Babilonia mezclada con la mansión de nuevos ricos que aparecía en la película El guateque (pero sin elefante).

Para colmo, la avalancha me había separado de mis alumnos y aunque di mil vueltas, fui incapaz de encontrarles. Y cansado de este trote, salí de él. Cogí un taxi (que me costó un pastón) y volví a casa.

Ventajas de la TDT (la TDT, ese gran invento)

LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(IV: 2010)



Juan Gómez Capuz



VENTAJAS DE LA TDT
(LA TDT, ESE GRAN INVENTO)

A principios de abril se completó en todo el territorio nacional la implantación de la televisión digital terrestre, más conocidas por sus siglas TDT. Según sus propagandistas, este nuevo modo de recepción de la señal televisiva permite una mejor calidad de imagen y una mayor oferta de canales de los que se disponía hasta ahora. Ahora bien, pasados ya unos meses desde la llegada de la TDT a las grandes ciudades, nos podemos preguntar si realmente esta innovación ha supuesto una verdadera mejora de la oferta televisiva. En otras palabras, ¿qué tipo de canales son los más habituales en los formatos estándar de la TDT? (exceptuando, por tanto, a aquellos consumidores que disponen de otros tipos de canales de pago).

Si nos fijamos con detalle, veremos que una de las grandes “novedades” de la tan ansiada TDT ha sido la proliferación de canales fachas. Se trata de canales de orientación ultraconservadora cuya programación se basa casi exclusivamente en “falsos debates”. Y digo “falsos debates” porque no se trata, ni mucho menos, del esquema que estamos acostumbrados a ver en programas como La Noria, de Tele 5: en La Noria encontramos un debate acalorado y violento, casi a muerte (como en OK Corral ) entre dos bandos de tres ¿periodistas? cada uno, como si se tratara de una versión bonsái (o quizá banzái ) de la Guerra Civil española, como si fueran las dos Españas; hay que reconocer que la mayoría de estos tertulianos se ganan el sueldo, más que por las ideas que defienden, por el modo como las defienden, chillando, gritando, insultando y amenazando con marcharse del plató. Y casi siempre son los mismos: Copito de Nieve, Mini-yo, el Delfín, MAR, la Maripuri de colegio de monjas, el Fotógrafo y alguno más que normalmente calienta banquillo, a los que debemos sumar un moderador que más que moderar se dedica a ir de vedette y sólo se escucha a sí mismo, pues debe de tener una autoestima muy alta. Todo lo contrario sucede en los “falsos debates” de los canales fachas de la TDT: aquí también encontramos seis tertulianos, pero no se enfrentan apenas porque los seis son del mismo bando y lo que hacen es sumar argumentos a favor de la misma causa; aquí también encontramos un moderador que más que moderar se dedica a echar más leña al fuego, que resulta ser el más cañero de los siete, sobre todo si se trata del jovencito moreno y atildado con apellido similar al pueblo natal de Hitler. Si los debates de La Noria te producen un subidón de adrenalina y la adhesión clara a alguno de los dos bandos, los falsos debates de los canales fachas te hacen desistir de cualquier tipo de oposición ante la pléyade de argumentos en un solo sentido. Me recuerdan al refrán “si no puedes con tu enemigo, únete a él” o, más aún, a aquel chiste de Gila: “Iba yo con mi mujer por la calle y vi a cuatro grandullones que le estaban pegando a un hombre canijo. Y le dije a mi mujer: ¿me meto o no meto? Me metí y entre los cinco le dimos una paliza que no veas”. Es decir, que si ves a menudo estos falsos debates de los canales fachas, al final acabas pensando exactamente igual (no toleran la menor disidencia, como paradójicamente ocurre también en la izquierda más radical) como esos siete tertulianos sin piedad.

Si decides zapear en la nueva TDT para huir de los tertulianos fachas, lo más probable es que acabes en un canal de teletienda, es decir, un canal que se dedica las 24 horas del día a anunciar los productos más inverosímiles con la excusa de que son esenciales para la vida cotidiana o que te garantizarán el éxito y la felicidad. Lo curioso es que aunque te sumerjas durante un día entero en un canal de teletienda, verás siempre la promoción de los mismos productos, cuyas virtudes acabarás aprendiéndote de memoria. Sin duda alguna, mis favoritos son el Jes-Extender, maravilloso artilugio copiado de las tribus africanas y amazónicas que te permite obtener lo que la Naturaleza no te ha dado y Salamanca no te ha prestado; la baba de caracol, viscoso subproducto de los gasterópodos que por lo visto vale tanto para adelgazar como para mantener un cutis joven y firme; y, sobre todo, la variada gama de dietas milagro y artilugios gimnásticos anunciados con convicción por actores olvidados de tercera fila y famosillos de realities venidos a menos. Los actores y famosillos citados son también los protagonistas de los extraños concursos de madrugada con preguntas dificilísimas (concursos que también ocupan toda esa franja de ultimate time en canales más convencionales como Tele 5 o La Sexta), generalmente reforzados por starlettes de regional preferente que lavan la ropa en agua caliente y luego les queda un par de tallas más pequeña.

Pero lo que, sin duda, más me fascina de la maravillosa oferta que podemos encontrar en la TDT son los canales de radio donde sólo se escucha la voz (el audio dirían los pedantes) y la pantalla se queda completamente en negro (un fundido en negro dirían los pedantes). De nuevo me viene a la mente un chiste de Gila, que hablaba de un pariente suyo que pretendía inventar la radio en colores: se pasaba el día dando frenéticos brochazos de pintura al aire y diciendo “el día que pille la onda, verás”. Porque, vamos a ver, ¿quién es el lumbrera capaz de aguantar una hora escuchando a los tertulianos de la radio (que además son mucho más peligrosos que los de la TDT) sin ver absolutamente nada en la pantalla del televisor? ¿Un friki siniestro o gótico, quizás, que siente veneración por el color negro? ¿O alguien que quiere recordar los momentos en los que se ha ido la luz y nos hemos tenido que contentar con la voz que salía de un modesto transistor de pilas? ¿No sería más consecuente apagar del todo la tele y encender la radio?

En fin, estos son los avances y las ventajas que nos ha traído la TDT, ese gran invento.

Las clones de la Esteban

LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(IV: 2010)


Juan Gómez Capuz



LAS CLONES DE LA ESTEBAN

El boom mediático que ha experimentado Belén Esteban ha sorprendido a muchos analistas, tertulianos y al público en general. Se le ha llamado “la princesa del pueblo”, su presencia es imprescindible en ciertos pseudoprogramas de televisión y se la suele considerar un caso singular, inaudito (pese a lo que chilla), una perla no cultivada que se encuentra rara vez dentro de una ostra.

Pero, en el fondo, si analizamos con un poco de detalle la sociedad urbana española actual, nos daremos cuenta de que Belén Esteban no es única, sino que es el típico producto de un determinado estrato sociocultural. No es que ahora hayan surgido imitadoras de la Esteban, sino que la Esteban es una más de ese grupo. Como mucho, se podría decir que son productos clónicos, surgidos del mismo caldo de cultivo (de agua estancada), que son las “clones de la Esteban”. Intentaremos por tanto, ofrecer una radiografía o descripción biológica de esta nueva subespecie a la podríamos denominar, parodiando a Linneo, homo paulum sapiens Bethlem Stephani .

Las clones de la Esteban, como buen producto clónico surgido de una sociedad uniformada, apática y acrítica que cada vez se parece más a la que dibujaron Huxley en Un mundo feliz y Orwell en 1984, tienen una apariencia física bastante similar. Suelen tener el pelo greñudo, rubias de bote mal tintadas con mechas horrible hechas sin querer por una peluquera de tercera. Las facciones duras (poco femeninas para mi gusto pequeñoburgués), prematuramente ajadas por vivir la vida a tope desde que eran unas crías (como luego veremos). Su boca es grande porque se ha ido adaptando biológicamente para poder chillar mucho, ya que ellas basan su argumentación no en la riqueza de los argumentos ni en la corrección idiomática sino en el volumen de la voz y algunas modulaciones particulares (por ejemplo, separar mucho las sílabas, pues parece que los enunciados largos quedan lejos de su corto alcance y necesitan fragmentarlo en unidades menores, como cuando dicen “por mi hi-ja maa-to”). Además de tener la boca grande, suele ser habitual en ellas hincharse los labios con silicona o bótox, no sé si para parecer más atractivas o para dar más miedo a sus rivales (generalmente mujeres como ellas, con las que discuten acaloradamente, como si fueran una colonia de bonobos hembras). Desde muy jóvenes, también se hacen implantes de silicona en los pechos, generalmente en la clínica semiclandestina de un dudoso cirujano plástico hispanoamericano en un polígono abandonado. Para que se note más, suelen llevar un sujetador de varias tallas más pequeño (como hacen las mujeres que salen en los concursos nocturnos de la tele): de esta manera, aunque las clones de la Esteban te produzcan alergia, no puedes evitar posar tu mirada en esos dos conos volcánicos que amenazan con desbordar las diminutas copas del sostén y explotar en un colosal Big Bang venusiano (de Willendorf), mucho más potente que los experimentos de Flippy y Ferran Adrià con nitrógeno líquido. Otro rasgo físico que personalmente me espanta es la querencia de estas clones por los tatuajes y los piercings : llevan tatuajes hasta en el sobaco y piercings en los lugares más inverosímiles, como cejas, aletas de la nariz, labios (¡y no se les sale la silicona!), ombligo y otros que ocupan una posición más meridional… . La verdad es que no sé cómo se las apañaran para pasar por el detector de metales de un aeropuerto o para hacerse un TAC. En cuanto a complementos, llama la atención que casi todas las clones de la Esteban prefieran las gafotas de sol de espejo tipo antifaz, tops ceñidos que ponen de manifiesto el piercing del ombligo… y todas las lorzas, así como botas de caña alta (aunque sea verano). Todas las clones de la Esteban tienen esos mismos rasgos físicos e indumentaria, los cuales actúan a manera de uniforme de una sociedad igualitaria por lo bajo. El balance de todos esos rasgos nos hace pensar en una versión de regional preferente de Pamela Anderson y Angelina Jolie metidas de extras en una secuela barata de Mad Max .

En cuanto al carácter y la formación académica, ya nos podemos imaginar. Las clones de la Esteban suelen ser mujeres muy bastas, tremendamente incultas y que a menudo presumen de ello. Han crecido en barrios obreros en la periferia o el cinturón industrial de las grandes ciudades y piensan que la cultura es un lujo y una mariconada. Y vuelvo a insistir que no se trata de un ataque particular a Belén Esteban, sino que hay cientos de miles de mujeres así en este país y que cada vez son más, a causa de los pésimos planes de estudio que cambian por interés político cada cuatro años y a causa de una subcultura audiovisual que no siente el menor interés por la cultura seria y escrita ya que sólo se complace en ver por la tele las miserias de los que son igual incultos. Con tan pobre bagaje académico (muchas de las más jóvenes no tienen la ESO, pero es que las clones treintañeras no tienen ni siquiera el graduado escolar de la EGB) y sin apenas especialización profesional, sólo son capaces de sobrevivir con trabajos poco cualificados de salario ínfimo. Quizá esa marginación social modele su carácter: como hemos dicho, son bastas, groseras, chillonas, verduleras (con perdón para las verduleras), arrabaleras, peleonas, violentas, voncingleras y malhabladas. Suelen ir en grupo (como sus equivalentes masculinos) porque saben que sólo pueden vencer por la superioridad numérica y por el atronador volumen de su voz: dan miedo cuando ves una jauría de clones de la Esteban en un centro comercial, que es su hábitat más frecuentado.

A la hora de buscar pareja, las clones de la Esteban lo tienen muy claro: buscan un hombre de su mismo estrato sociocultural y, a poder ser, que sea más basto, inculto, violento y malhablado que ellas, una especie de macho dominante. Son como la mujer de aquel anuncio de Busco a Jacqs y luego nos sorprendemos de que haya tantos casos de violencia de género. Paradójicamente, pueden tolerar al mariquita de barrio que es más fashion victim que ellas, que tiene más cultura y mejor gusto que ellas, y lo aceptan casi como a un@ más del grupo (creo que no hace falta poner un ejemplo cercano a Belén Esteban). En cambio, suelen tener una inmensa ojeriza hacia los hombres heterosexuales (lo detectan en seguida cuando nos ven seguir la caótica evolución de sus pechos de plástico) que tenemos un nivel cultural alto y, para más inri, aficiones artísticas. Su escasa capacidad intelectual es incapaz de comprender que haya hombres que, sin perder sus gustos naturales, vayan más allá de la más pura animalidad y que dediquen más tiempo a leer libros y tocar el piano que a ver telebasura o ir al gimnasio. Nos miran como a bichos raros (quizá porque ellas no se atreven a mirarse en el espejo después de haber salido de la clínica del cirujano maligno), nos ignoran y desprecian nuestros gustos. Pero no nos importa: casi es un elogio.

Los institutos de educación secundaria de las grandes ciudades, de su periferia industrial o de las ciudades fabriles del interior de algunas provincias son los viveros donde se crían a gran escala las alevines de clones de la Esteban. Es fácil identificarlas por su uniforme: gafotas de sol tipo antifaz, tatuajes por todo el cuerpo, piercings ubicuos (algunas presumen en voz alta hasta de llevar piercings en el chumino), pechos de plástico que sus padres les han regalado por suspender sólo seis asignaturas, tops que dejan al descubierto la joya de la corona que es el piercing del ombligo. Es fácil identificarlas por su incultura y comportamiento: pasan de todo lo que huela a cultura, comparten entre dos los auriculares de un MP3 mientras el profesor está explicando, se llaman “amigablemente” entre ellas con palabras de cuatro letras como p*** , quizá porque su riqueza léxica no da para más; y si surge un conflicto por el macho dominante de la tribu (su precocidad sexual es de escándalo), no dudan en pelearse en medio de la clase, estirándose del pelo y diciéndose de todo mientras los chicos contemplan atónitos el espectáculo y echan de menos que no haya un ring con barro.

Por tanto, me reafirmo en mi tesis inicial: no hay una sola Belén Esteban. Sus clones son infinitas.

Malentendidos

LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(III: 2009) "Making Friends" Special Edition



Juan Gómez capuz



MALENTENDIDOS

En estos nuestros días, la sociedad de la información ha alcanzado cotas inigualables, impensables, inenarrables, tan sólo hace diez años. Y todo hace preveer que esta evolución siga con idéntico ritmo vertiginoso. Pero también es cierto que últimamente hemos asistido a un proceso de degeneración de los procesos comunicativos, no sólo desde el punto de vista ético, sino también desde la perspectiva más aséptica de la teoría de la información: no hay mensaje, por pulcro y perfecto que sea el medio (prensa, radio, televisión, internet), que no venga cargado de ruidos e interferencias que dificultan e incluso vuelven del revés su correcta interpretación: son los malentendidos, malas interpretaciones, interpretaciones maliciosas o tendenciosas y otros tantos términos que se utilizan para ocultar que lo dicho no es lo comunicado y que el medio no es el mensaje.

Porque a veces uno tiene la inquietante sensación de que más de la mitad de lo que aparece en un periódico se dedica a conjeturas sobre lo que realmente quiso decir Fulanito, de cuáles eran sus intenciones ocultas o de la carga nuclear que albergaban sus palabras, aunque se tratara de una simple oración simple más o menos bien construida y generalmente sacada de contexto; como si el lenguaje fuera tan arbitrario como pensaba Humpty-Dumpty y como si, finalmente concluía el ovoide semiólogo, lo importante no es lo que significan las palabras sino quién manda aquí. Manda huevos.

Y todo ello, repito, resulta extraño en nuestros días, pues cualquier conocedor de los rudimentos de la teoría de la información sabrá que cuando más perfecto es el sistema comunicativo, menor cantidad de ruidos e interferencias debe haber. O al menos, buenas cantidades de dinero han invertido durante medio siglo las compañías de telecomunicaciones para que así sea. Es decir, que el perfeccionamiento de los sistemas comunicativos y la disminución del ruido y la interferencia deberían mantener una relación directamente proporcional. Y sin embargo ambas variables divergen de tal manera que tienden hacia una relación inversamente proporcional. Ahora bien, como la teoría de la información es una ciencia exacta (a diferencia de nuestras queridas y menospreciadas humanidades), si esto no cuadra es porque falla algo. Y en consecuencia se impone una única hipótesis rectificadora: que los ruidos e interferencias no sean tales, sino una manera sutil y maquiavélica de disimular mensajes poco recomendables; en suma, una forma ultramoderna y cibernética del viejo refrán de tirar la piedra y esconder la mano, aunque la piedra y la mano sólo sean virtuales, o como mucho verbales, pues algo hemos evolucionado respecto del homo antecessor que salía en 2001 y respecto de nuestros tatarabuelos de las pinturas negras de Goya.

Los clásicos, hoy en día también menospreciados, ya dijeron que es humano errar, y del acervo popular también extraemos la idea de que también es humano tropezar dos veces en la misma piedra. Aunque en esos casos se supone la buena intención (como el valor), por parte del ser humano. Pero nuestro inigualable refranero pone el dedo sobre la llaga, cuando en una síntesis perfecta de culteranismo y conceptismo, afirma que el ser humano -y quizá mayormente el español- se sirve con frecuencia de la prevaricación y donde dije digo, digo Diego, e incluso Santiago, Jaime, Yago y Jacobo . Sí, ya sé que también es humano desdecirse e incluso que rectificar es de sabios, pero aquí entra con facilidad la mala intención. Y parece ser que lo que enturbia el correcto proceso comunicativo de muchos mensajes recientes emitidos por políticos no es un fallo cibernético sino una voluntad de sembrar cizaña, maledicencia, mala intención y mala fe, que después el emisor transforma hábilmente en una confusión sin importancia, a la vez que en un gesto de victimismo atribuye la magnificación del error a la saña con que lo persiguen sus enemigos y detractores. Y aquí ya no queda el recurso a Shannon y Weaver, ni siquiera a MacLuhan, sino directamente a Maquiavelo como facedor de entuertos y a Voltaire como desfacedor de ellos.

Que cuando dije hilo y aguja para la mujer y látigo para el varón, el fin justifica los medios, un monarca, un imperio y una espada, la religión es el opio del pueblo, el trabajo os hará libres, delenda est monarchia, el que no está conmigo está contra mí, Dios ha muerto, somos una unidad de destino en lo universal, más vale morir de pie que vivir de rodillas, del rey abajo ninguno, tan sólo quería glosar algunos pensamientos célebres y exhibir un poco de culturilla, para que no se piensen que soy como esos famosillos semianalfabetos que salen en la tele en los programas de marujeo, que yo tengo mi carrera de Derecho, que me costó diez años sacarla porque me estudiaba los temarios por partida doble.

Que cuando dije la mujer con la pata quebrada y en casa, otra guerra es lo que haría falta, quien con niños se acuesta mojado se levanta, se pilla antes a un mentiroso que a un cojo, con su pan se lo coman, ojo por ojo diente por diente, quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón, tan sólo quería mostrar la sapiencia popular que encierra nuestro refranero así como su innegable vigencia actual; y que esas cosas también las dijeron Celestina, Lázaro de Tormes y Sancho Panza y nadie les ha recriminado nada sino que, al contrario, los ponen como ejemplo para nuestros hijos.

Que cuando di vítores a Hitler, Mussolini, Stalin, Mao, Fidel Castro, Pinochet o Gadaffi, no tenía la más mínima intención de suscribir el testamento político de estos grandes estadistas, ni de aprobar sus métodos de regulación de la población, ni de simpatizar con sus ideologías ligeramente alejadas del centro político. Tan sólo quería épater le bourgeois, mostrar una brizna de inconformismo hacia el sistema, coquetear con las filosofías del underground y con las masas trabajadoras que disfrutan del deporte rey; y que eso también lo hicieron muchos escritores y estrellas del Rock, y bien que los citan en los libros de Historia y los jóvenes los llevan en sus camisetas.

Que todo eso lo dije por hacer una gracia, aunque haya caído en desgracia, porque pensaba que la política era muy aburrida y que hacía falta un poquito de sal y pimienta.

Que hice públicos pensamientos privados, y reconozco que eso no está bien en un personaje público; que metí la pata por pensamiento, obra y omisión, que ha sido mi culpa, mi culpa y mi gran culpa, que he sido infiel a los estrictos mandamientos del lenguaje políticamente correcto y que pido sinceramente disculpas a quien hubiere podido ofender.

Que soy humano, soy imperfecto, que de vez en cuando se me va la olla (como a los mejores cocineros), se me cruzan los cables (como a los mejores electricistas) y se me va la bola (como a los mejores futbolistas).

Que los de tal periódico y los de tal emisora me tienen manía, van a por mí, me la tienen jurá, soy objeto de acoso y derribo, soy carne de cañón, miran con lupa todo lo que yo digo, me espían, pinchan mis teléfonos (e incluso un monigote con mi foto, como si fuera un vudú ), que todo lo que digo me lo malinterpretan, malentienden, malversan y maltratan, que me siento como en el show de Truman, que a los políticos nos hacen como en Luz de Gas y en Gran Hermano (y que no se dan cuenta de que el Gran Hermano somos nosotros), que no hay derecho, que esto es una injusticia y que me quiero ir con mi mamá.

Y devolviendo la pelota al otro tejado, es justo advertir que, cuando los periodistas recogen con fruición estas declaraciones innaturales y perversas que llenan sus diarios, telediarios y ciberdiarios, deberían recordar que existe libertad de opinión y pensamiento, y que no es justo medir con distinta vara a los seres marginales (a los que siempre se les permite todo) y a los políticos y los profesores (que siempre salimos mal parados), y que no echen más leña al fuego, que la cosa está que arde, ni más gasolina, que está muy cara. Y sobre todo, que no es lo mismo lo dicho que lo comunicado. O en palabras de Voltaire, con dos siglos de adelanto sobre Grice y Ducrot, que cuando un diplomático dice quiere decir quizá, que cuando dice quizá quiere decir no y que cuando dice no deja de ser un diplomático (aunque en comparación con los casos mencionados, el ejemplo del diplomático sea casi ejemplar en lo ético y en lo pragmático). Porque no estaría nada mal que los periodistas y los columnistas (incluyendo a los quintacolumnistas) se leyesen algún manualito de Pragmática, aunque también hay otras prioridades y antes deberían leerse sendos manualitos de Ortografía y Gramática. Y sólo entonces podrán lanzarse a la compleja de tarea de interpretar lo que han querido decir los demás. Porque de lo contrario, los árboles no nos dejarán ver el bosque, y los ruidos e interferencias impedirán entender correctamente los mensajes, aunque ya no haya apenas ni árboles ni bosques y los mensajes puedan transmitirse en un sólo segundo al mundo entero.

 
(Publicado originariamente en la revista Agua, 36, Cartagena, octubre 2001)

Las nieves del Kilimanjaro (delirio filosófico)

LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(III: 2009) "Making Friends" Special Edition


Juan Gómez Capuz



LAS NIEVES DEL KILIMANJARO
(delirio filosófico)

“El filósofo Immanuel Kant nació en el Kilimanjaro”. Así, como suena, sin trampa ni cartón, como me lo contaron os lo cuento. Y que conste que esta extraña atribución genealógica no proviene de un alumno de la malhadada ESO (en parte porque en la ESO ni siquiera llegan a saber quién fue Kant, ya que en la programación de esta etapa se considera más importante, por ejemplo, que el alumno sepa cuál es el tipo de tambor que se utiliza en las fiestas de su comarca).

Al contrario. Tamaño dislate de tantos quilates procedía de los últimos de Filipinas, es decir, de los pocos sabios que en este mundo aún cursaban COU. Como vemos, aún nos pueden deparar sorpresas los alumnos de este plan a extinguir. [Y digo plan a extinguir, porque este otrora horrendo galicismo se ha convertido en medio consuetudinario para expresar lo que en castellano requiriría un extraño e impreciso adjetivo, como extinguible, o un catoniano y severo giro del tipo que ha de ser extinguido . Y sigo diciendo a extinguir, a pesar de las siniestras connotaciones jurásicas y pirómanas que suscita este verbo, como si COU fuera una reliquia de la Edad de Oro (quizá lo sea) o como si nos encontráramos ante las llamas que calcinaron a Giordano Bruno por decir que hay otros mundos pero no están en éste. Y digo, en fin, a extinguir, porque el tiempo pasa inexorablemente, lo presente en un punto se es ido y conviene cortar las rosas antes de que sucumban a los incendios veraniegos].

Ahora bien, tras la extinta digresión, volvamos a nuestro tema. Porque decir que Kant nació en el Kilimanjaro, ¿es realmente un dislate? No lo creo. Al contrario, pienso que el alumno debió de encontrar alguna escondida analogía -escondida y tal vez genial- entre Kant y el Kilimanjaro. Analogía que el mediocre y positivista profesor, condicionado por los datos inmediatos de la conciencia, no supo descubrir y, con el objeto de ocultar su ignorancia y medianía, decidió calificar injustamente como error.

Yo, en cambio, siempre he sido fiel al espíritu de la Reforma Educativa, según la cual el alumno nunca dice disparates sino que -como bien explica la pedagogía constructivista- trata de relacionar inteligentemente los contenidos nuevos con los ya aprendidos, y así poder integrarlos de manera coherente en las complejas redes conceptuales de su mente, aunque en ocasiones el vínculo entre los conceptos nuevos y los viejos sea oscuro, pues oscura es también la sabiduría.

Por ello, es mi deber romper una lanza por tan avezado alumno y tratar de encontrar una explicación racional a la valiente analogía entre Kant y el Kilimanjaro.

Una hipótesis, la más sencilla, consiste en relacionar el Kilimanjaro con el “verdadero” lugar de nacimiento de Kant. Kant nació en Königsberg, que es también el verdadero apellido de Woody Allen, por lo cual también sería pedagógicamente aceptable decir que Kant nació en Manhattan. Ahora bien, concedo que Königsberg y el Kilimanjaro apenas se parecen en nada (puestos así, más admisible hubiera sido que el alumno dijera que Kant nació en Carlsberg, pues fue probablemente el mejor filósofo del mundo). Pero resulta que los avatares históricos del siglo XX convirtieron a la prusiana Königsberg en la rusa Kaliningrado, minúscula porción de la extinta Prusia Oriental que pasó a manos de la extinta Unión Soviética (de ahí también lo de plan a extinguir ). Y ahora sí, ¡eureka!, ¡aleluya!, todo encaja por fin, pues Kaliningrado sí se parece a Kilimanjaro. Es decir, que siguiendo un minucioso y riguroso procedimiento cartesiano (perdona Manolo, por citar a la competencia) hemos llegado a la conclusión de que el alumno, presa del nerviosismo propio de un examen, pudo haber confundido comprensiblemente Kaliningrado con Kilimanjaro.

Pero esta interpretación, pese a ser racional y plausible, dejaría en mal lugar los conocimientos interdisciplinares de este brillante alumno de COU. Porque queda fuera de toda duda que este alumno sabía la inmensa distancia que separaba Kaliningrado de Kilimanjaro, incluso en línea recta. Sus diáfanos conocimientos de geografía le hubieran impedido cometer el dislate de confundir la latitud de ambos puntos geográficos.

En consecuencia, se impone una explicación alternativa, por complicada que ésta pueda parecer. Así, comencemos dando por cierto que este alumno conocía a la perfección el contexto histórico y de pensamiento en que surge la filosofía de Kant. Kant representa el engarce entre el pensamiento racionalista y el incipiente romanticismo. Lugar similar en la historia de las ideas ocupa el francés Rousseau. A Rousseau se le debe el perfeccionamiento del mito del buen salvaje (a Rousseau, no a Truffaut). El buen salvaje es el individuo que, ajeno al contacto con la civilización degradada, desarrolla una inteligencia privilegiada en un marco bucólico y natural. He aquí la clave: el alumno ha interpretado de manera muy brillante que Kant pudo nacer en el Kilimanjaro, incontaminado por la civilización europea siempre decadente; en ese marco incomparable, de bella flor cubierto, sin temer a las fieras, fieles compañeras, el niño Kant desarrolló una espléndida inteligencia natural y superior, y comprendió los misterios del universo; rescatado por misioneros protestantes, fue trasladado a Königsberg, donde fácilmente transfiguró ese saber superior y natural en Ética, Física y Metafísica. Esta es la historia. Ni más ni menos. La culminación del saber.

Y si la Enseñanza Media sigue así, Kant seguirá en las nieves del Kilimanjaro, en el Olimpo de los sabios, en el Xanadú africano o, como bien decía el buen Lázaro de Tormes, en la cumbre de toda buena fortuna.

(Publicado originariamente en la revista Agua, 36, Cartagena, octubre 2001)

Mis problemas con las mujeres

LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(III: 2009) "Making Friends" Special Edition


Juan Gómez capuz



MIS PROBLEMAS CON LAS MUJERES



La mujer, ese gran desconocido. Cherchez la femme . No es de extrañar que surjan tantos libros sobre el diálogo entre hombres y mujeres o, mejor, sobre los problemas del diálogo, porque siempre he tenido la sensación de que las mujeres, al responder, o dan más información de la que corresponde, o dan poca información explícita y te obligan a comerte el coco sobre el contenido implícito que los hombres debemos descubrir. Son casos muy similares a la anécdota de Voltaire, quien señalaba que cuando una dama dice no quiere decir quizá, cuando dice quizá quiere decir sí y cuando dice sí deja de ser una dama, maravilloso ejemplo de divergencia entre lo dicho y lo comunicado y que sirve de punto de partida a los manuales de Pragmática y al lenguaje de diplomáticos, políticos y publicistas (excepto Risto Mejide). Recuerdo, por ejemplo, que en el primer curso de Facultad, nos sentábamos en aulas inmensas con bancos “tipo iglesia” (aunque nuestra Facultad era muy laica) que obligaban a salir a todos los de la fila para que entrara uno. Pues bien, cuando coincidías varias veces con la misma compañera en el banco, para no tener que decirle ye u oye, le preguntabas ¿cómo te llamas? y ella te respondía mi novio se llama Carlos . Yo pensaba: ¡pero si no le he preguntado eso!; ¿por qué me responde algo que no le he preguntado y no me contesta lo que sí le he preguntado?; ¿me ha querido decir algo “especial” con esa respuesta? De la misma manera, muchos pensadores masculinos han tratado de averiguar en vano durante siglos qué quieren decir realmente las mujeres cuando te preguntan ¿en qué estás pensando?  Es una pregunta que te deja roto y, personalmente, creo que esa es la pregunta fatal que motiva que la inmensa mayoría de los filósofos y científicos hayan decidido quedarse solteros (incluso algún científico casado, como Stephen Hawking, ha llegado a confesar que le resulta más fácil comprender el funcionamiento del Universo que cómo piensan las mujeres). Más problemáticas me resultan las respuestas que te dan las mujeres cuando les pides salir. Recuerdo que una vez, hace dos o tres años, le pregunté a una chica ¿te apetece venir al cine? y me contestó no lo sé; lo tendré que consultar con mi pareja . Yo lo interpreté como un quizás y de hecho todavía estoy esperando la respuesta.

Otra cuestión en la que se demuestra la diferente concepción que hombres y mujeres tienen de los recursos comunicativos es la relativa al sentido del humor. Hace algunos años comprobé en carne propia la proverbial afirmación de que las mujeres no tienen sentido del humor. Las compañeras de los primeros cursos de Facultad, siempre tan distantes y tan altivas, tan descaradas, vocingleras, peleonas y folloneras (como una mezcla de Belén Esteban y esas odiosas actrices que se pasan toda la película huyendo en coches a toda pastilla y pegando tiros, tipo Angelina Jolie y Milla Jovovich), tan orgullosas de sus novios musculosos, siempre tan comprometidas ideológicamente, tan estalinistas y tan laicas (que no tienen catedral), censuraban agriamente mi sentido del humor diciendo que era “absurdo, frívolo, pequeñoburgués y reaccionario”. Resulta que algunos años después tuve una novia (eso en sí ya es una noticia), de buena familia, directa, de derecho, de derechas, estricta, estrecha, íntegra y entera. Pero a pesar de estar en las antípodas ideológicas y vitales de mis compañeras de Facultad, también censuraba duramente mi sentido del humor porque lo consideraba “absurdo, inmoral y subversivo” (y a continuación me soltaba ¿en qué estás pensando? ). ¿En qué quedamos? En todo caso, he de reconocer que, en el fondo, me gusta recordar aquella etapa porque fue muy halagador tener tantas admiradoras. En cambio, debo admitir que en la actualidad las mujeres sí han evolucionado y han desarrollado un sentido del humor, al menos, aceptable. Por ejemplo, las compañeras de promociones recientes de la misma Facultad donde estudié sí aprecian mi sentido del humor (lo cual, al principio, me resultaba bastante sorprendente). Más aún, ciertos personajes femeninos creados recientemente por mujeres y dirigidos al público femenino parecen cortados por las hechuras del humor masculino, como es el caso de Bridget Jones, la réplica femenina al solitario y torpe Míster Bean: hasta entonces se podía admitir que un personaje femenino fuera pérfido, promiscuo y violento, pero no que tropezara y se cayera de manera tonta, como hace Renée Zellweger imitando los gags de Marilyn Monroe. Item más: el humor típicamente masculino de cómicos como Woody Allen, Sacha Baron Cohen, Santiago Segura y Álex de la Iglesia cada vez tiene mayor seguimiento entre el público femenino, al igual que ocurre con showmen y monologuistas como Buenafuente, Pablo Motos y Wyoming.

En cambio, un terreno donde creo que las mujeres parecen haber retrocedido es el relativo a los criterios para elegir pareja, y no se debe únicamente a que yo quede siempre eliminado (aunque supongo que influye en mi valoración, ya que se trata de “algo personal”, como diría Serrat). Este asunto me resultó especialmente grave y doloroso en ciertos pueblos de la España profunda en los que yo desempeñaba mi actividad profesional. Resulta que en aquellos parajes las mujeres españolas (aunque les encajaría mejor la designación antropológica de aborígenes ) me consideraban totalmente inaceptable porque juzgaban que mis aficiones literarias y musicales eran “impropias de un hombre” (nuevamente, ¿estaban insinuando algo implícito?) y que ellas buscaban por encima de todo “un hombre tradicional”. Además, en cuanto les contaba mis aficiones, ponían cara de asco y estupefacción, daban media vuelta y se iban; cuando aún estaban a una distancia prudencial, yo les preguntaba ¿eso es un no? y ni siquiera me respondían, así que interpreté que no llegaba a ser del todo un no (¿o quizá no captaba la sutilidad del lenguaje femenino, incluso en el caso de aquellas aborígenes?). Eso sí, afortunadamente nunca me preguntaban ¿en qué estás pensando? porque daban por hecho que los hombres de aquellas tierras no piensan. En el caso de las grandes ciudades, por el contrario, el problema es que las mujeres de hoy en día ponen el listón muy alto: la primera característica tuya que no les guste se convierte en eliminatoria (dicho en términos masculinos: tu primera “deficiencia” es merecedora de roja directa). De nada sirve tener un empleo estable y bien pagado si no lo tienes al ladito de casa, y de nada sirve tenerlo al ladito de casa si no tienes un buen coche. Siempre te pillan por algún lado. Parecen que se pasen la vida buscando al hombre perfecto y cuando su reloj biológico empieza a sonar acaban eligiendo al primero que encuentran, aunque no cumpla ni una de las condiciones que ellas antes habían exigido de otros (y aunque tenga oscuros orígenes y discutibles valores culturales: dicho en cristiano, que durante estos últimos doce años de auténtica locura que ha vivido nuestro país, estas mujeres urbanas han elegido con frecuencia a individuos de raza negra procedentes de países del Sahel, sobre todo cuando ellos en el andamio ganaban más que un catedrático de universidad; me pregunto qué habrá sido de muchas de esas parejas hoy en día). Parece que de tanto desechar candidatos medianamente aceptables (y no hablo de mí), han perdido por completo los puntos de referencia, aparte de que hoy en día uno de los principales criterios de elección de las mujeres urbanas es el excesivamente simplista (para ellas) es que me mola más . ¿En qué estarán pensando?

Ah, la mujer, ese gran desconocido.

Realidad o ficción (La verdadera historia de Eleanor Rigby)

LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(III: 2009) "Making Friends" Special Edition


Juan Gómez Capuz



REALIDAD O FICCIÓN (LA VERDADERA HISTORIA DE ELEANOR RIGBY)

La frontera entre realidad y ficción en literatura siempre ha sido mucho más borrosa de que muchas personas pudieran pensar. Por una parte, encontramos la frase tópica la de que “la realidad supera la ficción”, sobre todo en países donde reina el esperpento. Y por otra parte, es creciente el número de personas que no saben trazar la frontera entre ficción y realidad, sobre todo en la sociedad actual, donde los medios de comunicación de masas (televisión, cine, internet) han incrementado exponencialmente las realidades de ficción. El arquetipo de Don Quijote podría tener perfectamente su correlato actual en las amas de casa que consideran reales las ficciones de un culebrón o individuos ingenuos que van en busca de sus ídolos televisivos (como ocurre en las películas Persiguiendo a Betty y Borat, dos road movies claramente cervantinas en las que sus respectivos protagonistas cruzan el Medio Oeste norteamericano para buscar a su ídolo de ficción en la soleada California). Y también lo podemos ver en esos jóvenes internautas que piensan que la realidad es como el mundo virtual al que están acostumbrados y del que apenas son capaces de salir.

En la creación propiamente literaria, la confusión entre realidad y ficción también es notable y a veces puede desembocar en equívocos y paradojas. Por ejemplo, durante 28 siglos la Humanidad vivió convencida de que Troya fue una ciudad de ficción creada por Homero. Sólo la obstinación de un arqueólogo aficionado y aventurero, Heinrich Schliemann, -el cual, quizá medio loco de tanto leer la Ilíada, emprendió una búsqueda también quijotesca- nos pudo sacar del error: Troya existió en la realidad como ciudad próspera y hubo una larga guerra que la destruyó. De todo eso ya no hay duda. En cambio, hoy en día todavía se discute si Homero existió o no como escritor de carne y hueso. Es decir, que llegamos a la inmensa paradoja de que la ciudad de ficción sí existió en la realidad pero su creador quizá no existiera nunca, muchos siglos antes de que Unamuno planteara ese mismo problema casi metafísico en su novela Niebla .

Incluso en la propia cultura moderna y popular, de las películas y las canciones, la frontera borrosa entre realidad y ficción aparece con frecuencia. En el cine, encontramos una reflexión similar a la de Unamuno en la película La rosa púrpura de El Cairo de Woody Allen. Y en la cultura pop de las canciones, los descubrimientos posteriores nos han hecho replantear cuánto hay de realidad o de ficción en la de letra de una canción. El ejemplo más notorio es la canción Eleanor Rigby, del álbum Revolver de The Beatles (1966), considerada por muchos la canción más triste de la historia del rock. Durante muchos años la “versión oficial” de esta canción escrita por Paul McCartney fue que todo era una ficción en torno a la triste historia de una solterona que trabaja como ama de llaves de un clérigo, el padre McKenzie; ella vive en un sueño y en una ilusión quijotesca que le lleva a recoger el arroz vertido al final de las bodas y echárselo encima como si ella fuera la novia; finalmente muere en la iglesia y es enterrada por el propio clérigo, quien oficia por ella un funeral al cual no asiste nadie. Todo ello muy triste, pero ficción. Resulta además curioso y paradójico que estando en la cumbre de su fama, entre 1965 y 1966, Lennon y McCartney escribieran un puñado de canciones inmensamente tristes y desesperanzadas, como Help (la llamada de auxilio de quien ya no se reconoce a sí mismo), Nowhere man (la identificación con un don nadie que va dando tumbos por la vida), In my life (el recuerdo agridulce y nostálgico del pasado perdido y de las personas o lugares que ya no existen), Yesterday (la evocación del amor perdido) y For no one (una resignada canción de desamor), hasta culminar en la nihilista Eleanor Rigby, con su frase final de que “nadie se salvó”. Quizá no era oro todo lo que relucía. Incluso el propio McCartney, el más “optimista” de los cuatro respecto a los tiempos de la beatlemanía, suele señalar en las entrevistas que su principal recuerdo de aquellos intensos (pero quizá no tan no maravillosos) años son los interiores cromados de las furgonetas policiales en las que los encerraban para que la multitud idólatra no los aplastara en un arrebato iconoclasta colateral. Se puede estar muy solo en la cumbre del éxito. Volviendo a la pobre Eleanor Rigby, a la que se la había “pasado el arroz”, todo el mundo creyó que era una ficción arropada por un inquietante octeto de cuerda. Incluso su creador, McCartney, se esforzó por buscarle lógica al nombre: dijo que la llamó Eleanor Rigby por Eleanor Bron, una actriz que los acompañó en la película Help, y por Rigby, una tienda de licores que había en Bristol. Pero la verdad estaba mucho más cerca. La verdad siempre está muy cerca, aunque las personas –y sobre todo las autoridades- se esfuercen por alejarla e incluso por ocultarla. Resulta que a mediados a los años ochenta, con una beatlemanía renacida tras el asesinato de Lennon, a un periodista no se lo ocurrió mejor cosa que darse un garbeo por el pequeño cementerio adjunto a la parroquia de St. Peter´s, en el suburbio de Woolton, a las afueras de Liverpool, pues allí, en una fiesta campestre de julio de 1957 se conocieron unos jovencísimos John Lennon y Paul McCartney, los cuales además solían pasar las tardes tomando el sol junto a las tumbas del modesto cementerio. Pensaba el periodista que quizá allí encontraría alguna pequeña pista del universo literario que puebla las canciones de los Beatles. Y lo cierto es que encontró el premio gordo. Porque al poco de comenzar su búsqueda se topó con una gran lápida familiar en la que destacaba, en la parte central, un nombre vagamente conocido, acompañado de unas fechas: Eleanor Rigby, 1895-1939 . ¡Así que no era ficción! Más aún, a unos pocos metros encontró la lápida de un tal McKenzie . Rigby no estaba en Bristol, sino en el mismo lugar donde John y Paul se conocieron y tomaban el sol. La verdad siempre está más cerca y siempre es la solución más simple de todas, como hubiera sentenciado Guillermo de Ockham. McCartney no escondía “un cadáver en el armario” (como reza la proverbial expresión inglesa) sino “un cadáver en el patio”. Obviamente, Paul se sintió incómodo con la revelación y se vio obligado a confesar que quizá leyó el nombre de la lápida, y años más tarde, “inconscientemente” ese recuerdo emergió en forma de canción. A partir de entonces comenzó la búsqueda del personaje fantasma, al que todos habían tomado por ficticio. Y afloraron las similitudes entre la Eleanor Rigby ficticia y la Eleanor Rigby real. Para empezar, resultaba muy sospechoso que nadie hubiera advertido, durante casi veinte años, que la protagonista de una canción tan célebre había sido una persona de carne y hueso enterrada en un cementerio tan ligado a los comienzos de John y Paul… a no ser que nadie recordara su nombre ni su existencia. Por lo visto, la Eleanor Rigby real sí que se casó, pero no tuvo hijos y murió relativamente joven, a los 44 años. Tuvo dos hermanastras que sí fueron longevas solteronas, pero a las que apenas trató. Con todas ellas se extinguió la rama familiar, como en un sombrío relato de Edgar Allan Poe. De ahí que nadie la recordara. Para rizar el rizo, cuando en 1990 una maestra de una escuela especial solicitó a Paul McCartney una donación económica porque un alumno autista había aprendido a tocar la canción Yellow submarine (deliciosa fantasía infantil en las antípodas de Eleanor Rigby con la que, paradójicamente, comparte autor –Paul–, elepé –Revolver – y single, pues ambas fueron doble cara A de un mismo single que alcanzó el número uno de las listas), el exbeatle le envió, en lugar de dinero, un viejo estadillo salarial de un hospital de Liverpool fechado en 1911. La maestra estuvo a punto de deshacerse de los viejos legajos, pero pensó que quizá aquello fuera una pista. Y, efectivamente, allí aparecía el nombre de E.Rigby, una limpiadora de 16 años que percibía un ínfimo salario de apenas unas pocas libras al año. Una humilde limpiadora llamada E.Rigby que al tener 16 años en 1911 tenía que haber nacido en 1895, como la Eleanor Rigby de la lápida sobre la que habitaba el olvido hasta que un periodista la descubrió, como Schliemann a Troya, después de 18 años de olvido. Tan sólo nos queda imaginar (Imagine ) que quizá algún frío día de finales de 1938, al mismo tiempo que Freud agonizaba en Londres y Chamberlain llevaba hasta el esperpento su política de apaciguamiento, en alguna callejuela del penique con sabor a mar, unas jovencísimas Julia Stanley (de casada, Julia Lennon, la Julia de Doble Álbum Blanco ) y Mary Patricia Monahin (de casada, Mary McCartney, la “Mother Mary” de Let it be, casualmente enfermera algún hospital de Liverpool), ambas también fallecidas antes de cumplir los 50, se cruzaron, sin saberlo, con una triste, solitaria, fracasada y yerma Eleanor Rigby que se aproximaba al final de su existencia y que pocos meses después sería enterrada bajo una lápida que lleva su nombre. Una lápida que hoy es más importante que la de muchos personajes famosos, una lápida que figura en innumerables páginas de Internet, una lápida que aparece incluso en el propio videoclip que los Beatles supervivientes realizaron para la canción resucitada Free as a bird en la Beatles Anthology de 1995, una lápida que desde mediados de los años ochenta ha sido visitada por miles de personas que se sienten fascinadas por la paradoja (o por el morbo) de que el personaje de ficción haya acabado por ser una persona de carne y hueso con todas nuestras debilidades. Sólo que entonces, en 1939, nadie acudió. ¿Realidad o ficción?

Sobre el trasfondo ideológico de los cómics juveniles y los productos de ficción infantil

LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(III: 2009) "Making Friends" Special Edition

Juan Gómez Capuz


SOBRE EL TRASFONDO IDEOLÓGICO DE LOS CÓMICS JUVENILES Y LOS PRODUCTOS DE FICCIÓN INFANTIL



Últimamente me ha llamado la atención y me ha hecho reír a carcajadas (aunque ellos lo plantean muy en serio) la paranoia de quienes creen ver en los cómics juveniles y en los diversos productos mediáticos dirigidos al público infantil y juvenil (series de animación, muñecos, canciones) un clarísimo trasfondo, cuando no una clara manipulación, de tipo ideológico. Curiosamente, en esta paranoia han caído tanto sesudos pensadores marxistas como severos telepredicadores fundamentalistas protestantes (y recientemente numerosos internautas que, por lo visto, parecen tener mucho tiempo libre). Como veremos a lo largo del artículo, creo que a todos ellos se les podría aplicar el estribillo de aquella sublime canción de Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán llamada “Señora azul” (por cierto, la favorita de Risto Mejide) en la que se denuncia a los críticos musicales que “desde la barrera suele[n] ver / toros que no son / ni parecen ser”.

El pistoletazo de salida de semejante paranoia ideológica se atribuye al libro de Ariel Dorfman y Armand Mattelart Para leer al Pato Donald (Buenos Aires, Siglo XXI, 1972), texto clásico de la crítica marxista de los medios de comunicación de masas. En este libro, concebido por Dorfman en el Chile de Allende, se critica el fuerte componente ideológico de los cómics producidos en Estados Unidos y dirigidos al público juvenil de América Latina. A partir de estos “productos” (palabra muy grata a los pensadores marxistas y a Risto Mejide, aunque a mí me suena más bien a término capitalista…) en general y de la obra de Walt Disney en particular, Dorfman explica de qué manera las historietas del pato Donald inducen en los niños una clara ideología de clase dominante en la que se enseña que no se puede luchar contra el orden establecido. Apunta también el autor que, en las aventuras protagonizadas por el Tío Gilito, Donald y sus sobrinitos, todo intercambio humano toma la forma mercantil y la solidaridad entre iguales desaparece, ya que sólo existe la competencia. En la incesante y codiciosa búsqueda de oro, a menudo se encuentran con pueblos salvajes y primitivos, los cuales son manipulados por los patos para hacerse con su tesoro, y todos tan felices. El saqueo imperialista y la sumisión colonial no aparecen en su carácter como tales. El consumismo o el menosprecio machista son algunos de los valores que pululan por el mundo Disney, y la violencia simbólica que encontramos en sus viñetas conducen a interpretaciones ideológicas muy concretas. (En mi opinión, se trata de la versión culta de la conocida leyenda urbana que dice que las autoridades ponen droga en el Cola-Cao para mantener dóciles y adocenados a los niños). Quien busque referencias sobre este libro en Internet, se encontrará con una farragosa sarta de citas literales de la obra, quizá porque quien las copió (como yo) no acababa de entender lo que significaban, o quizá porque el contenido de los pensadores marxistas debe ser reproducido palabra por palabra, verbatim, como en una liturgia laica, para que su contenido no sea malinterpretado por desviacionistas pequeñoburgueses (como yo). Por cierto, que muchas personas e internautas (la mayoría de los internautas son personas, aunque parezca lo contrario) han señalado en blogs y foros la contradicción de que Ariel Dorfman, después de criticar con tanta vehemencia el modo de vida americano y sus productos artísticos, se refugiara en diversas universidades de Estados Unidos a mediados de los setenta tras el brutal golpe de estado de Pinochet; a mí no me extraña tanto, si tenemos que cuenta que el apellido Dorfman se traduce en inglés, más o menos, como “Village People”.

Otro cómic célebre que también ha sufrido el ataque masivo de aquellos que ven oscuras intenciones (como decía Serrat) o manipulaciones ideológicas ha sido Tintín . En este caso, es un hecho constatable que su creador, Hergé, profesó ideas claramente derechistas y racistas. Una de las entregas más polémicas fue el segundo volumen, Tintín en el Congo (1931-1932). De este cómic se ha dicho de todo: que es una apología del racismo y del colonialismo, ya que los indígenas son mostrados como indolentes y estúpidos, hasta el punto de que los elefantes hablan en perfecto francés mientras que los indígenas lo hablan de manera incorrecta; que es un cómic que muestra una crueldad innecesaria hacia los animales en las escenas de caza, pues –por ejemplo- Tintín hace estallar a un rinoceronte con un cartucho de dinamita. Por todo ello, este cómic está prohibido en diversos países (como China, siempre preocupada por los derechos humanos) o se vende en la sección de adultos de las librerías (como en Reino Unido), aunque, paradójicamente, es un cómic muy popular en la República Democrática del Congo (antes Zaire, término ahora “políticamente incorrecto”). Por si todo esto fuera poco, en un reciente artículo “serio” publicado en The Times, el periodista, exparlamentario conservador británico y activista gay (todo a la vez) Matthew Parris ha intentado demostrar que Tintín es homosexual: Parris se sirve de indicios como la ambigua relación de Tintín con el capitán Haddock (con el que comparte casa) y la casi total ausencia de mujeres jóvenes y atractivas en las aventuras del joven andrógino. Todo ello estuvo a punto de provocar un conflicto diplomático con Bélgica y Francia. En todo caso, no es el primer héroe de cómic cuya orientación sexual es cuestionada: también se dicen cosas parecidas en la Red acerca de Supermán, Batman y Robin. Roberto Alcázar y Pedrín y Mortadelo y Filemón.

Por cierto, que hablando de cómics o series de animación prohibidos en algunos países, podemos citar un caso más cercano en el tiempo. Resulta que hace poco saltó la noticia de que Hugo Chávez había prohibido la emisión en Venezuela de las series de animación Los Simpsons y Padre de familia, y todo porque en sendos episodios de ambas series algunos personajes hacen apología de la marihuana (Posteriormente, se ha comprobado la falsedad de la noticia, difundida en un principio por fuentes solventes como la BBC y El País, pero como dicen los italianos, si non è vero, è ben trovato ). Personalmente, me parece un razonamiento extraño e hipócrita, porque cada vez que Hugo Chávez sale en pantalla parece que vaya fumao . En todo caso, veo mucho más clara la apología de la marihuana en el estribillo de la famosa canción de James Brown Sex Machine, cuando dice “guiroppa, que rule” (no me extraña que a James Brown lo metieran tantas veces en la cárcel).

En el otro lado del espectro político, tenemos a los severos telepredicadores protestantes norteamericanos, herederos de los Calvinos quemabrujas y quemaservets, a los cuales se han sumado recientemente los devotos fundamentalistas católicos polacos. Todos ellos tienen especial obsesión por descubrir y denunciar el nefando efecto que pueden producir en nuestros tiernos infantes las andanzas de ¡muñecos homosexuales!, como Tinki Winki o Epi y Blas. ¡Pero, hombres de Dios, cómo puede ser homosexual un muñeco!

A partir de todos estos ejemplos “reales”, creo que no le será difícil al lector ir “más allá” en la denuncia de la manipulación ideológica subyacente en los cómics juveniles y personajes infantiles. Por ejemplo, Barrio Sésamo  es muy perjudicial para los niños: no sólo está clarísimo que Epi y Blas son dos homosexuales que cohabitan desde hace tiempo (más que en Barrio Sésamo deberían salir en Sálvame ; de hecho, en un episodio de Padre de Familia aparecen compartiendo cama como una pareja homosexual cualquiera), sino que además el Monstruo de las Galletas es una apología de los comportamientos bulímicos y el consumo de grasas saturadas (y por si eso fuera poco, en uno de los primeros episodios se lleva a una niña pequeña a su casa, presuntamente para “comer galletas”), mientras que Peggy oscila entre la bulimia y la anorexia (y un claro desorden disociativo de la personalidad, pues es incapaz de asumir lo fea que es) y Coco tiene una inteligencia límite. Todo ello ha motivado que la edición en DVD de la primera temporada haya sido prohibida para el público infantil en numerosos países. Las series infantiles de los setenta (algunas de las cuales ahora se convierten en películas para disfrute nostálgico de los recién estrenados cuarentones) son también un vivero de perversos ejemplos: Vickie el Vikingo  es una descarada apología de la raza aria y de la agresiva política colonialista occidental; La abeja Maya  mostraba una sociedad totalitaria y uniformada al estilo del 1984 de Orwell, frente a la cual la rebelión de la simpática abeja resultaba inútil; Heidi  es una apología de la sociedad burguesa centroeuropea de finales del siglo XIX, mientras que Marco  muestra con delectación morbosa las accidentadas peripecias transoceánicas de un menor en busca de su madre emigrante; por último, Pippi Calzaslargas  muestra el modelo claramente desaconsejable de una niña rebelde que vive sola y sin escolarizar, producto sin duda de una familia desestructurada y que además mantiene un extraño vínculo con un pequeño mono (como Marco). Tampoco los libros de aquella época están libres de culpa: las historias de Los Cinco, de Enid Blyton, muestran claramente la ideología dominante del Establishment británico en los años de posguerra, donde cualquier comportamiento rebelde (como las historias que transcurren en un circo ambulante y con gitanos) es severamente criticado; sin embargo, esa ortodoxia no le impide a la autora presentar a un personaje con una clara desorientación de su identidad sexual, como es el caso de Georgina, que lleva el pelo muy corto, tiene una actitud poco femenina y se hace llamar Jorge, o a un científico misántropo que vive permanentemente recluido en su despacho sin relacionarse con nadie. Incluso las aparentemente inocentes canciones de los Payasos de la Tele tienen también su lado oscuro, si nos ponemos a buscar cosas raras: Hola don Pepito, Hola don José  habla en realidad de las dificultades que tenían dos homosexuales “requetefinos y desbarataos, casi divinos” (uno de ellos menor de edad, don Pepito; y el otro un adulto pasivo, don José, que siempre hablaba “con voz muy fina”) para relacionarse en la España franquista (algunos internautas van más lejos e interpretan que, como Pepito y José son el mismo nombre, la canción habla de un esquizofrénico que dialoga consigo mismo, al estilo de Dr.Jekyll y Mr.Hyde… ¿y ya puestos, por qué no combinar ambas hipótesis y decir que la canción habla de un esquizofrénico gay?); Borra, borra eso  es una sátira de la censura franquista; Cómo me pica la nariz  parece aludir a los efectos del consumo de cocaína; La gallina Turuleka  ha sido interpretada, bien como una defensa de la familia numerosa tradicional, bien como un avance profético de los milagros de la clonación; El auto de papá  habla de las relaciones prematrimoniales; e incluso algunos perversos han querido ver en Susanita tiene un ratón  ciertas prácticas autoeróticas (“un ratón chiquitín / que come chocolate y turrón / y bolitas de anís”) que nos hacen pensar inmediatamente en aquella leyenda urbana que implicaba a Ricky Martin, una fan y un cariñoso can (no tan leyenda, pues la realidad ha demostrado después que Ricly Martin   estaba dentro del armario)..

Después de todos estos ejemplos, creo que Dorfman, Chávez y los telepredicadores protestantes tienen razón. Los cómics juveniles y los productos de ficción infantil son seriamente perjudiciales para la salud moral y mental de nuestros niños y jóvenes. Hagamos una inmensa pira de libros, celuloide y deuvedés, y purifiquemos así nuestra decadente sociedad.