martes, 3 de agosto de 2010

El Plan-E y las costumbres de los obreros

LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(III: 2009) "Making Friends" Special Edition

Juan Gómez Capuz



EL PLAN-E Y LAS COSTUMBRES DE LOS OBREROS



Durante este verano, muchos obreros han encontrado un asidero ante la crisis y la destrucción de empleo gracias a las variopintas obras emprendidas al amparo del llamado Plan-E. Sin duda, para ellos han sido tres o cuatro meses de gran alivio, pero para muchos vecinos han sido meses de caos, ruido e intranquilidad (entendámoslo como “efectos colaterales” del Plan E).

En primer lugar, cabría juzgar la necesidad de muchas de esas obras. Era mucho dinero del que disponía alegremente el Gobierno. Y ese dinero ha ido a parar a las manos de muchos ayuntamientos de muy diverso signo, los cuales lo han gastado alegremente en proyectos faraónicos de dudosa utilidad. Por ejemplo, un tipo de obra muy común ha sido ensanchar las aceras de calles por las que apenas pasan personas, o crear un carril bici en zonas donde casi nadie va en bicicleta. Otro detalle curioso ha sido que después de ensanchar una acera, han tenido que abrirla otra vez para colocar conductos de agua o electricidad que no habían sido previstos al principio. Igualmente, se han construido polideportivos gigantes en algunos pueblos donde casi nadie practica deporte. También me comentan algunas personas que en algunas calles de barrios antiguos han colocado desagües en los bordes de las aceras, y el efecto colateral ha sido la aparición de cucarachas y ratas en lugares donde nunca antes las había habido porque no tenían “acceso directo” al pavimento.

Todo ese desbarajuste y falta de planificación ha supuesto un gran derroche de dinero pero, sobre todo, un gran derroche de ruido. Y los grandes perjudicados hemos sido quienes teníamos largas vacaciones (como los profesores) o quienes no tenían obligaciones profesionales (como los numerosos jubilados o los parados que no sólo veían no sólo cómo otros les quitaban el puesto de trabajo sino que encima no les dejaban descansar).

Porque este boom de las obras municipales nos lleva a reflexionar acerca de las atávicas costumbres de los obreros. La primera de ellas –y la más hiriente- es la costumbre de los obreros de empezar a trabajar muy temprano, hacia las ocho de la mañana (y aun un poco antes si la luz solar acompaña). Además, como mucha gente me comenta a menudo, cuando comienzan a trabajar a las ocho suelen hacer mucho ruido, sobre todo con los grandes taladros mecánicos. De ocho a nueve de la mañana los obreros hacen un ruido infernal, quizá con el propósito oculto de despertar a todos los “ociosos” (que algunos de ellos juzgarán como “capitalistas improductivos, rentistas y pequeño burgueses”) que viven en un radio de tres o cuatro manzanas. Sin duda, se trata de una costumbre antigua, como podemos ver en la letra de una canción del grupo heavy Barón Rojo (“Son como hormigas” en el elepé Volumen Brutal, 1982): “Son ya las ocho / el ruido en mi calle es infernal / levantan la acera / por cuarta vez o quinta ya / Son como hormigas / que buscan comida sin parar / La abren, la cierran / Y otra vez vuelta a empezar”. Lo más absurdo del caso es que poco después, hacia las nueve o nueve y media, cesan repentinamente su ruidosa actividad profesional y se van a almorzar, actividad lúdico-gastronómica en la que invierten casi una hora. Pero ya han despertado a todo el personal que podía estar descansando, sobre todo en estas faraónicas obras veraniegas del Plan-E. Y mucha gente se pregunta: ¿Y no sería más sencillo que los obreros comenzaran a trabajar una hora más tarde y que vinieran ya almorzados de casa? Por ello, he llegado a barruntar la hipótesis de que Plan-E no es la abreviatura de Plan España (como sostiene el Gobierno) sino de Plan Espabílate (porque han llegado los obreros a las ocho y están haciendo un ruido del carajo y no vas a poder dormir ni un minuto más).

Otro detalle que me ha llamado la atención –y me ha sumido en la más absoluta desesperación- es que los obreros del Plan-E ni siquiera dan un respiro a los sufridos vecinos durante la que debiera ser la teórica hora española de comer, de 2 a 3 de la tarde. Resulta difícil de entender, aunque se podrían plantear tres hipótesis explicativas. La primera es que han almorzado tanto que ya no tienen gana de comer, pero no me convence. La segunda es que sí van a comer pero, como los capataces quieren terminar las obras faraónicas a tiempo (algo imposible en España), sobre todo para evitar el caos circulatorio que provocan ahora que estamos en septiembre y circulan más coches y los mastodónticos autobuses escolares (otro efecto colateral), siempre hay un obrero “de guardia” con el taladro mecánico, agujereando la acera por cuarta vez o quinta ya e impidiendo comer en paz a los pobres vecinos. La tercera hipótesis es que, como entre los obreros hay personas de tantas nacionalidades y culturas, les ha resultado imposible consensuar una hora común para comer (ya que el respeto a las costumbres del país de acogida suele brillar por su ausencia, aunque –paradójicamente- eso de no llegar a ningún acuerdo sí es una costumbre muy española).

Y así pasan los días del verano en los barrios donde nos ha tocado la china del Plan-E (que son casi todos). Y septiembre amenaza con ser igual (agravado por ser el mes del Ramadán para los musulmanes, con lo cual seguro que no se van a comer hasta que se ponga el sol y asumen con entusiasmo ponerse “de guardia” con el taladro mecánico de 2 a 3). Menos mal que muchos ya tenemos que ir a trabajar y no lo notaremos tanto, pero para los jubilados y los parados continuará siendo una tortura. Y eso es todo porque ya llegan los obreros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario