lunes, 27 de febrero de 2012

Torrente y los policías de verdad (apatrullando la ciudad)


LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(VI: 2011-2012)


Juan Gómez Capuz


TORRENTE Y LOS POLICÍAS DE VERDAD (APATRULLANDO LA CIUDAD)

En primer lugar, deseo agradecer a los internautas el éxito que está teniendo este blog, que ya supera las 2.500 visitas, 900 de ellas desde el extranjero, lo cual me está llevando a plantear hacer una versión en inglés de alguno de los artículos de temática más universal (los de crítica musical, en especial). También es una muestra de que la cultura seria y la prosa satírica, mezcladas en artículos que quizá sean muy largos para la inmediatez de nuestros tiempos y la prisa de los internautas, todavía tienen un hueco en ese gran universo que es internet, para desesperación –supongo– de Enrique González-Macho (quien parece una versión cañí de Francis Ford Coppola… y el Yeti), convertido ahora en el relevo del Establishment o Lobby anti-internauta que hay en este país, paradójicamente, entre las filas más “progres”. Viene esta alusión a cuento de que mi primera intención era hablar sobre el cine español, aprovechando la sosa gala de los Goya, en un artículo titulado “El cine español y la Academia de los sobrevalorados”. Pero la actualidad manda y los sucesos que han acaecido esta semana que acaba en mi ciudad, Valencia, entre policías y estudiantes, reclaman mi atención. Ya que soy un bloguero muy visitado, debo hacer honor a mi “nombre de guerra” (eso implica que tengo “enemigos”, como veremos a continuación) de “El pobrecito hablador” y realizar de manera valiente la labor que en esta sociedad tan compleja y a la vez apática hubiera llevado a cabo el gran Mariano José de Larra.

En efecto, en Valencia, lugar donde últimamente pasan cosas muy interesantes, hemos vivido una semana de auténtica lucha campal, aunque poco a poco las cosas se han ido desinflando, quizá porque la “mano negra” política que había tras los dos bandos ha comprendido que las cosas se le habían ido de las manos.

Las reclamaciones de los estudiantes del IES Luis Vives, instituto de secundaria decano de la ciudad, eran legítimas: no había calefacción, en un tramo final de invierno mucho más frío de lo que esperábamos, entre otras razones porque la Conselleria d´Educació está pagando “ahora” a los institutos las partidas de presupuesto correspondientes a… ¡septiembre-diciembre de 2011!; por ello no es de extrañar que en muchos institutos no se disponga de liquidez para pagar los recibos de agua, luz y electricidad y que tengan que ser muchas veces las AMPAS de los centros quienes adelantes ese dinero. A ello hay que añadir toda una serie de medidas que tienen por objeto degradar la calidad de los servicios públicos en la Comunidad Valenciana, sobre todo en los ámbitos de la sanidad y la educación (y no digamos nada en el de la cooperación internacional, donde ha vuelto a saltar otro escándalo de “toma el dinero y corre”).

En consecuencia, los estudiantes del IES Luis Vives decidieron esta semana elevar el tono de sus protestas, manifestándose a la puerta del centro y cortando el tráfico en la zona más céntrica de la ciudad, un punto neurálgico que une la Estación del Norte con la Plaza del Ayuntamiento. Hasta ahí todo normal, pero parece que los sindicatos de estudiantes (los sufrí de cerca en mi Facultad de Filología en los 80) se dedicaron a caldear el ambiente más de lo normal y a convertir la protesta cívica en un nuevo mayo del 68. Primer error.

Pero más grave fue el segundo error, que procedió del bando contrario. Ante la potencial amenaza de alteración del orden público, el jefe de la Policía Nacional en la Comunidad Valenciana, Antonio Moreno, dispuesto a reverdecer viejos laureles de España 2000 y Levantina de Seguridad, aleccionó a sus hombres como si se tratara de un ejército en pie de guerra con tácticas de guardias de seguridad de discoteca.

El resultado es que el pasado lunes 20 de febrero a mediodía los dos bandos parecían preparados para una lucha campal, una especie de “guerra total” como la de soviéticos y nazis en el frente del Este. Muchos locutores radiofónicos han hablado de lo que no vieron y de lo que les contaron “los suyos” (como de costumbre), pero cuando yo llegué del trabajo a las cuatro y cuarto de la tarde a la Estación del Norte pude contemplar un auténtico escenario antes de la batalla. Ya se percibía mucha violencia verbal por parte de los dos bandos, y en cualquier momento podía saltar la chispa. Curiosamente, suelo coger el autobús para casa a cinco metros del extremo del Luis Vives y tenía que pasar por delante de todo el cotarro. Así que opté por desviarme por la calle Xátiva pegado a la acera opuesta al instituto. Pero aún estaba cerca de primera línea de fuego. El despliegue policial era enorme y desproporcionado: en cada esquina había tres o cuatro policías nacionales con la panoplia completa de antidisturbios (cascos con protector del rostro, chalecos antibalas, subfusiles para lanzar pelotas de goma). Y eso que a dicha hora las calles estaban desiertas: parecían las Stormtroopers del Imperio en el yermo planeta Tattooine. Pero siempre los tenías a centímetros. Every breath you take, every move you make, every bond you break, every step you take, I´ll be watching you. Yo intentaba pasar con la mayor tranquilidad posible junto a ellos, pues sabía que me encontraba en serio peligro: si se hubiera sabido que era profesor, sin duda me hubieran atacado los dos bandos con todos sus efectivos. Para reforzar el dispositivo, en San Agustín había muchos policías locales que, al parecer, pasaban por allí, como Aute, para “controlar” el tráfico: eran los sargentos pimientas de Lovely Rita.

No pude contar cuántos policías nacionales había, y tampoco nos lo ha querido decir el gran Antonio Moreno, pues en la rueda de prensa posterior afirmó que “no quería dar esos datos a sus enemigos”. La frase no pudo ser más desafortunada. Desde el punto de vista comunicativo, era la típica bravata al estilo de Alfonso Rus. A mí me recordaba a las bravuconadas habituales de Julio César en La guerra de las Galias mezcladas con un sketch de Gila (¿Es el enemigo? Que se ponga) y todo ello pasado por un espejo deformante de Valle Inclán. Desde el punto de vista jurídico, casi equivalía a una declaración de guerra, y en ese caso nos podríamos plantear la posibilidad de impartir a los alumnos una “optativa instrumental” (nunca mejor dicho) de “Tácticas de guerrilla urbana”, aunque por lo que se vio después, ellos pueden defenderse solitos.

Porque ese lunes, hacia las seis de la tarde, al final se armó. La violencia verbal dio paso a la violencia física y el abrumador despliegue policial hizo valor su superioridad. Yo creo que la actuación policial tenía en el fondo una justificación, y que el gran Antonio Moreno había sabido ver la conexión lógica: si los alumnos del Luis Vives se quejan por la falta de calefacción, vamos a calentarlos nosotros gratis. Las escenas de represión policial que se pudieron en ver varios canales de televisión me hicieron pensar que la película La casa de los espíritus que hacía poco había visto con mis alumnos no estaba tan alejada de la realidad que estábamos viviendo en la ciudad. Además, durante todo el día sobrevoló el centro de la ciudad un helicóptero de la policía nacional, haciendo más evidente la analogía con los hechos descritos en La casa de los espíritus o, incluso, con Apocalypsis Now Redux. Esa tarde no vi llover, pero vi gente correr y no estabas tú. Por su parte, en Canal 9 emitían una película del Oeste, quizá porque este género cinematográfico (que odio casi tanto como el cine español) ha sido el favorito de dictadores tan brillantes como Hitler y Kim Jong Il y, también, por una mera cuestión de autodefensa: en una película del Oeste nunca se ha visto a un estudiante, así que no había peligro de que los escasos telespectadores pudieran detectar lo que realmente estaba pasando en el centro de la ciudad.

“¿Qué dirá mañana esa prensa canalla? Lo que le manden”. Aun así, algunos tertulianos conservadores a los que puedes escuchar sin que te suba la tensión, como Germán Yanke y Eduardo San Martín, ponían de relieve los días sucesivos el desproporcionado despliegue policial, su intervención represiva y, sobre todo, la desafortunada alusión de Antonio Moreno a los “enemigos”. Incluso el muy moderado (como Narváez) periódico docente Magisterio  dice en su reciente editorial del 29 de febrero que "por eso mismo, generó la desproporcionada represión policial. Sobre todo en el inicial número de efectivos movilizados, creando una situación de conflicto y, pese a la contención, porrazos que nunca tuvieron que darse".

El martes aún hubo tensión, y algunos incidentes. Los demás días la cosa se calmó, como si ambos bandos (y sus respectivas “manos negras”) se hubieran dado cuenta de que se habían pasado de la raya. También contribuyó a la calma la paulatina sustitución de los antidisturbios de la policía nacional por los policías locales de Lovely Rita, que aportaron un mensaje de paz y amor. Todo pareció disolverse (quizá no sea el verbo más adecuado en estas circunstancias) como azucarillos en el agua, y ya a partir del miércoles el miedoso escritor al que estás leyendo se atrevió a acudir a la parada de autobús habitual.

Ahora parece que el punto caliente se ha desplazado a Barcelona, donde las legítimas protestas de los estudiantes se han visto pronto enturbiadas por la actuación de colectivos antisistema que han gozado de mucha vidilla y total impunidad durante años, especialmente durante el tripartito. Y eso que la policía autonómica, los Mossos d´Esquadra, tampoco se andan con contemplaciones a la hora de reprmir a los manifestantes, aunque algunas personas y ciertos grupos mediáticos los consideran más tolerables porque pegan en catálán (para información de los no catalanohablantes explicaré que los Mossos d´Esquadra se llaman así porque además de pegar, "muerden").

Resumiendo, la verdad es que me sorprendió tan desmesurada actuación policial el lunes 20, pues he de reconocer la buena labor de la policía nacional en estaciones de tren y otros lugares públicos, así como la profesionalidad y la paciencia de los policías nacionales y funcionarios civiles en la Comisaría del DNI electrónico del Hospital (barrio de El Pilar), donde tienen que bregar cada día con cientos de “indocumentados”, en el doble sentido de la palabra. O quizá sea que en el fondo, si se les rasca un poco, si se ven desbordados, si tienen determinados jefes o si hay una “mano negra” de carácter político que los manipula, aunque ahora lleven esos trajes azules tan molones y ajustados, algunos policías nacionales, como Torrente, y como decía Humphrey Bogart en Casablanca, “siempre vestirán de gris”.

1 comentario:

  1. Querido amigo Juan o quizas debo refermime a ti como pobrecito hablador. Bueno sea como sea, solo querria aportar a este articulo un detalle que quizas no has vislumbrado que es el que el citado Comandante policial es de los ultimos resquicios que aun quedan de la politica de Interior del ultimo Gobierno de España, donde refleja fielmente como se actuaba y la filosofía de los que gobernaban. Espero que como siempre este apunte no quede en la ignorancia de las personas y pueda aclarar que mano negra esta detras de este bando, segun tu te refieres. Muchas gracias por tu articulo.

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