domingo, 9 de diciembre de 2012

Lecciones de cultura alemana para españoles que quieren emigrar. Episodio 2: Monográfico Pop-rock alemán.

LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(VII: 2012-2013)

Juan Gómez Capuz

LECCIONES DE CULTURA ALEMANA PARA ESPAÑOLES QUE QUIEREN EMIGRAR. EPISODIO 2: MONOGRÁFICO POP-ROCK ALEMÁN

Debido al éxito que ha tenido mi artículo inicial sobre aspectos de la cultura alemana que puedan ser de utilidad para los jóvenes españoles que piensar ir a trabajar allí, y a petición de varios lectores, me he propuesto desglosar esa visión general en diferentes artículos monográficos que tratan cuestiones particulares de la cultura alemana y su peculiar Volkgeist .

La cuestión que quiero abordar en el presente artículo es la contribución alemana a la música pop-rock desde 1970 hasta la actualidad, así como dar unas pinceladas sobre los gustos reales de los alemanes en el terreno de la música pop y rock.

La idea de partida es que, aunque nos resulte un ambiente exótico y alejado de las cunas de la música pop-rock, la música moderna producida en Alemania constituye la aportación más significativa y numerosa de toda la Europa Occidental (descontando, por supuesto, el Reino Unido e Irlanda). Tan sólo Suecia, gracias al bombazo del fenómeno ABBA, sus epígonos clónicos (Roxette, Cardigans) y su tradición de heavy melódico y épico (Europe, Hammerfall), puede colocarse en un cierto nivel de igualdad. En todo caso, la aportación de Alemania a las tendencias del pop-rock internacional es muy superior a la de Francia, Italia y España juntas.

La aparente paradoja de esta afirmación radica en que casi toda la música moderna alemana, a pesar de estar cantada en inglés en un 75%, se suele ubicar en estilos y movimientos que forman parte de la periferia o los márgenes del pop-rock mainstream tal como lo conocemos. Los alemanes han sido pioneros y especialmente productivos en géneros periféricos (han preferido el fondo a la figura, en términos de psicología de la Gestalt) como la música electrónica, el avant-garde, el art-rock, el ambient, el tecno, la música disco, el heavy y hasta propuestas tan llamativas como el neogregoriano. Eso es lo que pretendemos explicar en el presente artículo.

Para entender esta especifidad del pop-rock alemán habría que remontarse a los orígenes, el génesis. Y lo curioso de este origen, es que ese punto alfa y foco primordial no se encuentra en las corrientes habituales del pop-rock sino en un ámbito mucho más alejado, la música clásica contemporánea. Su nombre es Karlheinz Stockhausen. Stockhausen fue un pionero de diversas técnicas de la música clásica contemporánea, como la música concreta (grabar ruidos y sonidos cotidianos, como la cisterna de un váter), la música aleatoria (combinar sonidos al azar) y la música electrónica y fue creador de la llamada Escuela de Colonia. Reflejo de ese modelo musical novedoso es su obra Cuarteto de cuerda con helicóptero, consistente en meter a los miembros de un cuarteto de cuerda vestidos de levita con sus instrumentos en sendos helicópteros (o sea, cuatro) y grabar todos los sonidos a la vez: la verdad es que la escena, accesible en Youtube, resulta más disparatada y surrealista que la que pudieran imaginar en sus mayores delirios Buñuel, Berlanga, los Monty Phyton o Zucker-Abrahams-Zucker. Sin embargo, poco a poco, su peculiar estilo fue llamando a atención de músicos de las más diversas orientaciones, hasta que a finales de los 60 artistas tan importantes como The Beatles, Pink Floyd, Miles Davis y Stravisnki lo consideraron, quizá por pose intelectual o en un momento de debilidad mental inducida por drogas, como el músico más influyente del siglo XX. Con tales elogios, y después de aparecer en la portada del Sgt.Pepper´s, inevitablemente Stockhausen se vino arriba. Comenzó a impartir cursos de verano, a los que acudían en tropel miembros de grupos psicodélicos y progresivos como Grateful Dead y Jefferson Airplane. Aquí se gestó la leyenda urbana del “yo estudié con Stockhausen”, que siempre daba una pátina de prestigio avant-garde a músicos que al final acababan haciendo el pop-rock más convencional. Mantuvo esporádica correspondencia con John Lennon, a quien devolvió favores considerándolo “el más importante mediador entre la música popular y la música clásica en la segunda mitad del siglo XX”; ese título quizá le hubiera correspondido mejor a su colega McCartney, que fue quien primero descubrió la música de Stockhausen gracias al Gesang der Jünglinge, aunque fue Lennon quien llevó a la práctica los experimentos más radicales del gurú alemán en el galimatías sonoro titulado “Revolution 9”. Stockhausen siguió siendo prolífico en cursos, obras (como Telemann) e hijos (como Bach) hasta su muerte en 2007. Artistas actuales como Björk, Sonic Youth, Moby y Radiohead le siguen rindiendo tributo. Héroe y genio para unos, villano y farsante para otros, Stockhausen despertó entre musicólogos y aficionados una taurina división de opiniones sólo comparable a la que 80 años antes suscitó otro “gran” compositor alemán, Richard Wagner.

Es en estas coordenadas en las que hay que situar el nacimiento del pop-rock alemán, estrechamente vinculado por tanto a la vanguardia, la electrónica y el serialismo. A la primera generación de grupos, la más vinculada personalmente con Stockhausen, se le dio en el ámbito anglosajón la despectiva denominación de Krautrock, en alusión al Sauerkraut, plato típico alemán hecho con repollo fermentado y salchicha.

Así surge en Colonia el grupo Can, el más fiel a las esencia stockhausenianas, pues tanto Holger Czukay como Irmin Schmidt fueron –de verdad– alumnos suyos. Can realizó una labor pionera y extraña, combinando la música electrónica y el serialismo con toques de free-jazz y world music avant la lettre en elepés notables como Tago Mago, Ege Bamyasi y Future Days. La mayoría de sus temas (no sería apropiado llamarlos canciones, pues algunos eran muy largos y daban oportunidad a la improvisación) estaban cantados en inglés. Para ello se sirvieron del vocalista negro Malcolm Mooney, pero este enfermó pronto, posiblemente por poner gotas de LSD en el sauerkraut (tanto ácido junto es muy malo para la salud); fue reemplazado de inmediato por el vocalista japonés Damo Suzuki, de estilo vocal muy extravagante y que, como su nombre indica, iba como una moto.

La versión light (difícil de encontrar en cualquier esfera de la vida alemana) del Krautrock está representada por el grupo Tangerine Dream, aglutinado en torno a su eterno líder, Edgard Froese, quien también desarrolló una prolífica carrera en solitario. Las diferencias con Can son evidentes: además de la influencia de Stockhausen, Froese también reivindicó a los compositores cultos Xanakis y Ligeti, algo más digeribles; frente a la tabula rasa del Krautrock inicial respecto del pop-rock anglosajón, Tangerine Dream siguió muy de cerca los planteamientos psicodélicos y progresivos del Pink Floyd de la era Syd Barrett y de los grupos ingleses de la escuela de Canterbury. Con el tiempo, Tangerine Dream evolucionaría de manera suave (sin los bandazos de Can) hacia un elegante rock progresivo de atmósferas sugestivas y de gran sensibilidad, no muy alejado de la música ambient que Brian Eno estaba empezando a hacer en Inglaterra.

La vuelta al espíritu de Stockhausen y a las eternas esencias de la música alemana la encarna el grupo Kraftwerk, surgido en Düsseldorf en 1970. Se trata de un grupo que vuelve a la ruptura total con la tradición del pop-rock anglosajón, que elimina las guitarras y que sólo incorpora a su sonido sintetizadores y percusión electrónica (algo que el pop británico sólo alcanzará con Japan y Depeche Mode a mediados de los 80). Renuncian a cantar en inglés, y sus letras, mínimas, las cantan en alemán o mezclan diversas lenguas. La música electrónica de raíz stockhauseniana deriva rápidamente en Kraftwerk en un electropop cañero que anticipa el minimalismo, el tecno y el rock industrial. Su tema (tampoco nos atrevemos a utilizar el término canción en este caso) “Autobahn” es un claro homenaje a los principios del serialismo minimalista de Stockhausen, pues la misma línea melódica se repite durante nueve larguísimos minutos acompañados de la frase “fahr, fahr, fahr, fahr die Autobahn” con el propósito de reproducir la monotonía de conducir por una larguísima autopista alemana. La verdad es que, en ese sentido, el tema dio en el blanco, pues los sintetizadores y las autopistas son –junto con los tanques– los tres tótems indiscutibles del imaginario colectivo alemán (al menos para los Ausländer). Kraftwerk también presumió de tener vínculos personales directos con Stockhausen, y hasta circula la leyenda urbana de que actuaron juntos en el verano de 1971 en Colonia, pero parece ser solo eso, una leyenda urbana.

Hacia 1975 el pop-rock alemán es tan pujante e influyente que empezamos a encontrar casos de retroalimentación: el propio rock anglosajón comienza a incorporar algunos rasgos de la música moderna alemana. Además, hay que señalar que el público alemán conocía bastante bien las tendencias “normales” del pop-rock angloamericano: tenían especial arraigo los grupos de la invasión británica (sobre todo Beatles y Kinks), la psicodelia americana (Grateful Dead, Jefferson Airplane) y el rock progresivo británico (Moody Blues, Pink Floyd, Soft Machine), hasta el punto de que algunos grupos progresivos ingleses tuvieron casi más éxito en Alemania y otros países continentales (Suiza, Holanda, Dinamarca) que en la propia Albión, como fue el caso de King Crimson, Procol Harum y Barclay James Harvest, banda que ofreció un crepuscular concierto a las afueras del Reichstag en 1980. Además, conviene no olvidar la curiosa y fuerte afición alemana por el jazz, muy típica de la Alemania de Weimar, silenciada pero no eliminada durante los 12 años del Reich milenario, y que volvió a aflorar con fuerza con la ocupación aliada (además, en las zonas de ocupación norteamericana como Baviera tuvo bastante aceptación la música country & western). En los 80 cuajaron de manera especial las fórmulas de un pop épico y wagneriano como el que representaban los irlandeses U2 y los españoles Héroes del Silencio. Volviendo al tema inicial, hay ejemplos tempranos de esta retroalimentación o influencia inversa: las únicas versiones en lengua no inglesa que hicieron The Beatles de su propio material fueron en alemán (de “She Loves You” y “I Want to Hold Your Hand”), quizá en homenaje a su estancia en Hamburgo, mientras que Lennon ya fue capaz de imitar el modelo de balada estándar alemana en la canción “Girl” (de Rubber Soul). Otro ejemplo temprano apunta a la principal vocalista de la Invasión Británica, Marianne Faithfull, exnovicia de ascendencia austriaca y que estaba orgullosa de ser descendiente directa de Leopold von Sacher-Masoch, inventor del masoquismo, lo cual encajaba bastante bien con su condición de eterna novia de Mick Jagger; Faithfull siempre se esforzó por cantar en un “inglés roto” (broken English) con fuerte acento alemán y en etapas posteriores cultivó la canción de cabaret berlinés. De todas formas, el caso más claro de retroalimentación es el del camaleónico David Bowie, amigo de Lennon y gran admirador de Stockhausen: tras una etapa de decadencia, el duque blanco se trasladó a Berlín Oeste, donde realizó sus tres interesantes elepés de la llamada “Trilogía berlinesa”, Low, Heroes y Lodger, asistido en la producción por Robert Fripp (de King Crimson) y Brian Eno, también muy receptivos hacia la música ambient y electrónica que se hacía en Alemania. Incluso circula una leyenda urbana de una posible colaboración entre Bowie y Kraftwerk (ya puestos, podían haber invitado a Lennon y Stockhausen y se había creado el “Million Dollar Quartet” europeo).

A finales de los 70 surgen en Alemania nuevas tendencias, algo más próximas al mainstream anglosajón. Alemania se convierte en la avanzadilla de la música disco, gracias al aventurero italiano (tirolés del sur)Giorgio Moroder, que recluta a Donna Summer y crea el “Sonido Munich”, música disco al estilo tecno alemán adornada con gemidos eróticos. Otro aventurero alemán, versión actualizada de Händel y Telemann, Franz Reuther, cambia su nombre por el más “reggae” de Frank Farian y recluta a varios negritos de las Antillas Holandesas, que versionean temas antiguos (“Sunny”, “Rivers of Babylon”) y estrenan canciones cosmopolitas compuestas por el propio Farian (“Rasputin”, “Belfast”, “El Lute”): se trata, por supuesto, de Boney M., grupo alemán donde los haya que continúa con la tendencia de música disco (estuvieron a punto de representar a Alemania en Eurovisión). No se sabía muy bien si esos negritos (comandados por el carismático Bobby Farrell) cantaban ellos o solo bailaban; la duda quedó resuelta en el siguiente producto de laboratorio de Farian, los Milli Vanilli, que claramente no cantaban. Ya entrados los 80, tenemos el ejemplo de Dieter Bohlen, con su grupo de laboratorio Modern Talking y sus canciones eurobeat perfectas pero clónicas (como componía como un alemán, tuvo que inventarse a una vocalista filial, la holandesita húmeda C.C.Catch, para dar salida a su abundante producción repetitiva). También de la misma época es Alphaville, cuya power ballad “Forever Young” muestra la tendencia alemana hacia los sintetizadores y las canciones himno. Alemania hizo incluso su aportación al movimiento punk, encarnado por esa extraña criatura, mezcla de Bowie y Nadiuska con los alaridos de Yoko Ono, que responde al nombre de Nina Hagen (y que cantaba en alemán para dar todavía más miedo). La hegemonía durante el período 1975-1985 del pop alemán en los ámbitos de la música disco con toques tecno, también llamada despectivamente Eurobeat, provocó nuevamente casos de retroalimentación en los grupos británicos de tecno y nuevos románticos, especialmente en Spandau Ballet, el más “alemán” de los grupos ingleses de la época (no hay más que ver su imagen en la portada española del recopilatorio Gold: parecen Ralph Fiennes imitando a Kraftwerk). Que los grupos ingleses adoptaran nombres como Joy Division, New Order, Bauhaus o Spandau Ballet es, si se investiga, bastante revelador del influjo alemán.

Otra gran tendencia que surge en los 70 es el heavy metal, cuyo estandarte es sin duda el veterano grupo Scorpions, máximo exponente de un heavy melódico con tendencias épicas reveladoras de las eternas esencias de la música alemana. Cantaban en inglés y no tuvieron dificultades en “invadir” el mercado internacional, a la vez que su guitarrista Rudolf Schenker huía a Inglaterra para integrarse en UFO y luego formar la Rudolf Schenker Band. La huida a Inglaterra ha sido bastante habitual en el rock alemán: ya lo hizo el amiguete de The Beatles Klaus Voorman, primero en Manfred Mann y luego como bajista de cámara de Lennon y Harrison; también Holger Czukay, líder de Can, pasó toda la década de los 80 en Inglaterra colaborando con miembros de Public Image Limited, Japan y U2. El heavy alemán creó escuela y provocó claros ejemplos de retroalimentación, más allá de las umlauts en los nombres: hay influjos en Iron Maiden, pero Motörhead es el más “alemán” de los grupos heavy ingleses, liderados por un Lemmy Kilmister que colecciona compulsivamente parafernalia y memorabilia nazi. En la época actual, el heavy alemán se ha fusionado con las tendencias –también muy alemanas– del rock industrial oscuro y neogótico (representado en los 80 por los grupos ingleses Joy Division, Siouxie & The Banshees y, sobre todo, Bauhaus) y ha dado lugar al grupo Rammstein.

Una de las últimas tendencias periféricas de la música moderna alemana es lo que podríamos llamar neogregoriano en los años 90. Enigma representaba la versión “cachonda” del neogregoriano: canciones clónicas estilo chill-out, con el sintetizador siempre en modo “sonido flauta de pan”, melodías minimalistas y letras mínimas en inglés o pseudolatín, acompañadas de sutiles gemidos eróticos femeninos, lejano eco de Donna Summer y el sonido Munich (¡ay, si Hildegard von Bingen si levantara la cabeza!). Más serio era el proyecto Gregorian, con versiones neogregorianas de clásicos del pop (especialmente baladas épicas y etéreas tan del gusto alemán, como el “Angels” de Robbie Williams) y algún que otro tema ad hoc con letra bien escrita en latín, en consonancia con proyectos pseudomonásticos y pseudooperísticos similares como el español El Bosco y el italiano Il Divo.

Ahora bien, cuando tienen ocasión, los grupos alemanes abandonan esas tendencias periféricas y consiguen cultivar un pop clásico a la manera británica, de melodías optimistas, saltarinas y verticales al estilo de Paul McCartney y de Blur. El grupo tecno eurobeat Propaganda lo consiguió con su canción “Duel”, pero es sin duda la canción “Lemon Tree” de Fool´s Garden, la que mejor sintetiza ese pop fresco y optimista de raíz británica: la canción es de 1995 y hubiera sido el himno del Britpop de no haberla hecho un grupo alemán.

Como podéis ver, el pop rock alemán es mucho más variado y productivo de lo que a primera vista podría parecer. Aunque gran parte esté cantado en inglés, sus características son propias de la mentalidad alemana. No es el tipo de canciones que oiréis en la radio, pero sí están presentes en los grandes almacenes y la gente del país las siente como suyas: es su propia “Movida”.



1 comentario:

  1. Muy buenos los ùltimos articulos, este en particular està petado de referencias, les echaré un vistazo. Saludos.

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