domingo, 12 de junio de 2011

Torrente y la tradición literaria española

LOS ARTÍCULOS DE "EL POBRECITO HABLADOR"
(V: 2010-2011)


Juan Gómez Capuz


TORRENTE Y LA TRADICIÓN LITERARIA ESPAÑOLA

Las pruebas de Selectividad celebradas esta semana en la Comunidad Valenciana nos han sorprendido a todos con un extraño artículo de opinión, publicado en El Mundo el 15 de marzo de 2011, en el que Lucía Méndez, con la excusa de reflexionar sobre la clase política española, se dedica en realidad a afear la conducta de los miles de españoles que han ido a ver Torrente 4: Crisis letal, sobre la cuestionable premisa de que todos ellos se sienten fascinados por la personalidad del personaje. También cuestiona las interpretaciones intelectuales que se hacen sobre este personaje, en términos de terapia o catarsis de sus defectos. A partir de ahí, llega a la no menos cuestionable conclusión de que nuestra sociedad está enferma y es cada vez más inculta.

Dada mi triple y esquizofrénica condición de seguidor de las películas de Torrente, persona de aceptable nivel cultural (he dado clase a futuros periodistas y sé muy bien que dejan mucho que desear) y profesor durante muchos años de comentario de textos periodísticos de opinión para alumnos de COU y 2º Bachillerato actual, me considero en condiciones de responder. También me anima a ello mi no menos esquizofrénica condición de aficionado "a la buena literatura y al mal cine, de mucho sexo y tiroteo", como confiesa también Vargas Llosa en su artículo de opinión "Y el hombre, ¿dónde estaba?". La verdad es que llevaba algún tiempo queriendo escribir sobre este tema, y la aparición de este artículo de opinión (que pretende denunciar la incultura pero que, quizá sin quererlo, ha sido pasto de los titulares más amarillistas del tipo “Torrente apatrulla las pruebas de Selectividad”) ha sido la espoleta final para hacerlo.

No pretendo intelectualizar las películas de Torrente acudiendo a citas de Wittgenstein o Freud, en parte porque el pensador más cercano a nuestro grasiento personaje sería Wilhelm Reich. Las películas de Torrente son cine comercial, de distracción, de humor bastante grosero, pero el público tiene derecho a poder disfrutar de ese cine. Ahora y siempre. No se trata de que nuestra sociedad sea ahora más inculta y enferma que antes: hace 30 o 40 años triunfaba el cine del landismo, bastante similar, por no decir peor. En los países anglosajones existe toda una trayectoria paralela, que arranca de Porky´s, John Belushi y Benny Hill y llega a nuestros días con las sagas de American Pie y Scary Movie.

Lo que sí pretendo demostrar en este artículo es que algunos elementos de las películas de Torrente proceden de determinadas corrientes que siempre han tenido gran peso en la tradición literaria española, en particular, la tradición picaresca, el modelo del antihéroe y el esperpento.

En efecto, cuando en los albores del Renacimiento, la literatura europea todavía estaba anclada en historias sentimentales y hazañas de los superhéroes de la época, llamados caballeros andantes, epígonos cada vez más chuscos de los héroes épicos medievales, la literatura española fue la primera en retratar con un sórdido realismo la sociedad del momento. El primer ejemplo lo tenemos en La Celestina, una especie de Arriba y abajo o Downton Abbey con 500 años de adelanto, con personajes que sólo se mueven por el dinero, el poder y el sexo, con un Calisto antiheroico que utiliza las convenciones del amor cortés como tapadera de sus bajos instintos. A partir de ahí surge toda la tradición picaresca. El Lazarillo de Tormes, anónimo por necesidad (aunque seguramente escrito por un culto humanista de la época), hace un repaso de todas las clases sociales y sus defectos, y observamos que muchos de ellos encajan con los que tiene José Luis Torrente, sobre todo en la primera película de la saga: hace pasar hambre a su padre, como el ciego y el clérigo de Maqueda se la hacen pasar a Lázaro; trata a golpes a su fiel escudero Rafi, como hace el ciego; presume de ser policía sin serlo, como el hidalgo presume de una riqueza que ya no tiene. Llama la atención el hecho de que Torrente, en las cuatro películas, siempre se hace acompañar de un “fiel escudero” (Rafi, Cuco, Josito y Rin Rin), rasgo picaresco que a su vez culmina en el Quijote. Y por otra parte nos encontramos con otro de los grandes temas de la tradición picaresca y de la cultura española: el contraste entre lo que se es y lo que se aparenta ser, pues ni el hidalgo es rico ni el primer Torrente es policía. O, más aún, el hecho de no querer reconocer sus propias deficiencias, rasgo omnipresente en la tradición picaresca y en el teatro popular, desde el entremés y los pasos hasta el sainete: se ve muy claro cuando en Torrente 3, nuestro personaje exclama "Este no puede ser hijo mío.. si es un gordo", lo cual recuerda al susto que se lleva el hermanastro mulato del Lazarillo cuando ve a su padre negro y dice "!Mamá, Coco!", lo cual permite al autor de la obra hacer el comentario moralizante de "¡Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de otros porque no se ven a sí mesmos!". Ambos rasgos también están presentes en la brillante saga neopicaresca de El capitán Alatriste de Pérez-Reverte: un capitán que en realidad no es capitán y un joven y fiel escudero Iñigo que acaba siendo el narrador de la historia.

Se suele decir que una de las mayores aportaciones de la literatura española a la literatura universal es su acendrado realismo y el modelo de antihéroe. Todos los grandes mitos de la literatura española son antihéroes, personas repletas de defectos y vicios que van dando tumbos por la vida: Celestina, Lázaro, Don Quijote y Sancho, Don Juan Tenorio, Juanito Santa Cruz, Ana Ozores, Max Estrella (y su infiel escudero don Latino), Martín Marco, Diego Alatriste y Tenorio. Ese modelo de antihéroe fue asimilado por la literatura europea y dio lugar a la novela moderna, de clara estirpe cervantina: desde el Tom Jones de Fielding hasta la pobre Emma Bovary de Flaubert, descrita como un don Quijote con faldas (Ortega dixit). A su vez, la propia tradición literaria española degradó aún más al antihéroe al transformarlo en esperpento. Porque un héroe o un superhéroe nos resulta lejano (y a veces hasta antipático, sobre todo si lleva además una indeseable carga de moralina), pero en el antihéroe, por muy chusco que sea (como Torrente), podemos reconocernos un poco a nosotros mismos, con nuestras neuras, nuestras limitaciones y nuestros vicios. No es casual que todos los personajes literarios, cinematográficos y televisivos de la modernidad sean antihéroes. Desde los protagonistas de novelas fundacionales como el Ulises de Joyce, La metamorfosis y El proceso de Kafka y El hombre sin atributos de Musil hasta las grandes novelas malditas de los 60 como La conjura de los necios de John Kennedy Toole: ¿acaso no se parecen, casi como dos gotas de agua, el “hombre gordo con bigote y gorra verde de cazador” Ignatius J. Reilly, admirador del clero medieval, la Contrarreforma y enemigo de la cultura moderna y nuestro José Luis Torrente Galván, que piensa que nuestro país se ha ido a la mierda por culpa de las minorías? ¿acaso no son ambos machistas, misóginos, groseros, pedorros, racistas y fachas? Y sin embargo, no podemos evitar ver que algo de nosotros está en ellos; como decía el doctor Jeckyll, “ése también soy yo”, y como decía Lennon en Nowhere Man, “¿no es él acaso un poco como tú y como yo?”. También son antihéroes grandes personajes cinematográficos, como los interpretados por Chaplin, Bogart, Jerry Lewis y Peter Sellers. Y los personajes televisivos de animación, como Homer Simpson, Padre de Familia y los chavalines de South Park. El humor inglés también ha cultivado con devoción el personaje del antihéroe torpe pero que conserva un mínimo de dignidad y empatía: Benny Hill, Basil Fawlty, George Roper, Reginald Perrin, la dinastía Blackadder, Mr.Bean, Ali G. Y para que se vea que no se trata de un reducto de hombres machistas y sucios, también tenemos a la torpe y entrañable Bridget Jones, que se emborracha y se cae del taxi, se cae de la bicicleta estática, se cae de la barca y mete la pata contestando por teléfono “aquí Bridget Jones, diosa del sexo con un hombre entre mis piernas… Ah, mamá, eres tú”. (Como se puede ver, soy un gran admirador del humor inglés y de la cultura británica, especialmente de Guy Fawkes).

Porque la mención al humor y a la comedia nos lleva a otro de los aspectos que considero censurable en el artículo de Lucía Méndez. Parece mentira que en una sociedad globalizada y sin valores, en la que valen todo tipo de comportamientos y formas de vida, en la que minorías injustamente marginadas durante milenios se han convertido, casi de la noche a la mañana, en superhéroes, ciertas personas todavía sigan teniendo atávicos prejuicios contra los “cómicos”. Por lo visto, Lucía Méndez aún piensa en los tradicionales “cómicos de la legua”, gente humilde que se ganaba la vida por los pueblos (personas humildes pero brillantes cómicos fueron Plauto, Terencio y Lope de Rueda, y a mucha honra). En cambio, la situación actual ha cambiado. Es difícil imaginar una profesión del mundo del espectáculo en la que se acumulen tantos “cráneos privilegiados” y personas con estudios superiores: Santiago Segura es licenciado en Bellas Artes, al igual que varios de los componentes de Muchachada Nui; cómicos ingleses como los Monty Phyton y Hugh Laurie son licenciados en Cambridge, al igual que Sacha Baron Cohen, alumno de Ian Kershaw; Rowan Atkinson tiene un máster en ingeniería electrónica; y hasta Bud Spencer es licenciado en Derecho (lex dura sed lex) y su colega Terence Hill, más dialogante, es licenciado en Filología Clásica (Carthago delenda est). Pero a pesar de todo, los cómicos y la comedia siempre han gozado de muy mala fama, desde las épocas de intolerancia religiosa hasta la corrección política de ahora (como denuncia Javier Marías en otro artículo de opinión aparecido en las PAU, “El país que perdió el humor”), pasando por su marginación en los Oscars (donde sólo ganan dramones protagonizados por judíos, gays y retrasaditos mentales). Se piensa que la comedia no aporta nada, cuando en realidad la comedia es un eficaz instrumento de crítica social, ya formulado en el adagio latino ridendo corrigit mores “riendo se corrigen las costumbres”. Desde las sátiras antibelicistas de Aristófanes y los antihéroes de Plauto (cómo se parece su miles gloriosus o “soldado fanfarrón” a nuestro Torrente, sobre todo cuando nuestro José Luis presume de haber estado en el Afrika Korps) hasta las sátiras políticas cinematográficas (en su momento fueron cuestionadas, pero películas como Ser o no ser, El Gran Dictador, Bienvenido Mister Marshall, Uno dos tres, Telefóno Rojo ¿volamos hacia Moscú?, El guateque, La vida de Brian permanecerán siempre en la memoria colectiva como valientes críticas de corrupciones, intolerancias y utopías totalitarias). Algo de ello hay también en las películas de Torrente: en Torrente 3: El protector, la escena de la obra, en la que un inmigrante magrebí con varias partes del cuerpo escayoladas se queja de la falta de medidas de seguridad como casco o andamio ante la crítica del capataz interpretado por Carlos Iglesias/Benito, representa una denuncia de los años de burbuja inmobiliaria, construcción descontrolada y abuso de los inmigrantes sin papeles mucho más cruda, eficaz (y a la vez divertida, como tiene que ser la comedia) que toda una película “tostón” de cine social español (que además casi nadie ve). Y en Torrente 4. Lethal Crisis,  la picaresca de los realquilados y los "pisos patera" en estos tiempos de crisis que vivimos aparece en un contexto esperpéntico y berlanguiano, pero en el fondo muy real: se trata de un fenómeno que los más viejos del lugar relacionan con las estrecheces de la posguerra, pero que demuestra que España, pese a esos 15 años de burbuja en los que nos creímos los reyes del mundo, sigue siendo un país tan cutre y cañí como siempre lo ha sido.

Y para que se vea que éste no es un artículo hagiográfico de Torrente o Santiago Segura, coincido plenamente con la crítica de la revista Fotogramas (mayo 2011) en el sentido de que Segura debería haber profundizado más en la vena berlanguiana de Torrente 4 (visible en el citado piso patera lleno de realquilados o en las escenas carcelarias, a medio camino entre Toma el dinero y corre de Woody Allen y la propia Todos a la cárcel de Berlanga, en la que debutó un jovencísimo Santiago Segura) en lugar de dedicarse al previsible chorreo de cameos de famosetes de medio pelo (aunque la "caída" de Belén Esteban es memorable y quién sabe si premonitoria).

Quizá lo que debamos criticar en las películas de Torrente es la falta de matices, la presencia de un personaje que no deja ningún resquicio de empatía, ternura o de humanidad. Se produce el salto indeseado del antihéroe al monstruo. Tan sólo en Torrente 2, nuestro José Luis siente la llamada del amor en el personaje de Inés Sastre y, como don Juan Tenorio, ese noble sentimiento le anima a querer ser mejor persona… hasta que es cruelmente rechazado. Pero ni siquiera de esta manera Santiago Segura ha podido evitar que muchas personas se identifiquen plenamente con un personaje tan negativo. Y eso es quizás lo que se puede detectar como señal de alarma de nuestra sociedad.

3 comentarios:

  1. Como bien dices, hartos de ver o leer estereotipos a los que nunca nos podremos comparar, héroes guapos, fuertes, que todo lo hacen bien, que actúan como seres movidos por el altruismo y que a menudo nos han sido presentados con carga moralizante, la reacción de la sociedad ha sido rebelarse escogiendo a Torrente como abanderado por ser más feo, más gordo, más verde, más depravado o más miserable que nosotros.
    Quien no se consuela es porque no quiere ;-P
    Un saludo.
    Ximo.

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  2. ¡Mira que me alegro de haber sido alumna tuya!

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  3. Muy buenas reflexiones sobre el nexo entre el antihéroe Torrente y la tradición literaria española.

    Gracias por el comentario que me dejaste hace meses en mi blog cuando escribí sobre Torrente 4 y que he leído hoy (¡Ya era hora! Cosas de las vacaciones).

    Por si interesa a alguien aquí dejo el link a ese artículo

    http://librosfutbolpoliticaymas.blogspot.com/2011/03/torrente-un-fenomeno-social.html

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